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Notas en la batalla de Stuttgart

Siempre en el mismo equipo, siempre con el mismo peinado, siempre vistiendo la misma camiseta, la colección de cromos de Javier Zanetti con el Inter representaba la sucesión de una sola imagen, solo alterada por las leves pinceladas en el diseño de Panini. El ideal soñado en un deporte tan traicionero como el fútbol. El futbolista callado, ejemplar y leal con 20 años de rendimiento efectivo. El lateral argentino se retiró sin mácula, sin canas, sin enemigos conocidos. Pero hasta el mito nerazzurro tenía secretos oscuros. El suyo, que Marco, su peluquero, era milanista. De Toni Kroos admiré hasta el modo en que decidió anunciar su despedida. Controlando los tiempos y el mensaje como a la hora de gobernar un partido. Sin señales de declive ni en su juego, ni en sus estadísticas de 50 invariables partidos al año, ni en sus declaraciones. Pero, amigos, esto es fútbol, una religión de 200 años, que sigue acogiendo fieles por sus expectativas, por sus giros traicioneros, por sus pecados, por un azar que debería haber mandado a Kroos a la ducha a los cinco minutos de juego. La despedida precipitada de una carrera perfecta la evitó el exceso de diplomacia del árbitro inglés.



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