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No es un tapón: este es el verdadero origen de la roca gigante de Matalascañas


Alguna que otra vez habrás escuchado a alguien decir aquello de que si quitan el famoso tapón de Matalascañas se perdería el agua y la playa se vaciaría. Una guasa muy típica nuestra, sin duda, y que tan solo la inocencia de un niño podría ser capaz de imaginarse que eso era cierto.

Sin embargo, ahora que prodigan los terraplanistas y los antivacunas, no resultaría extraño que alguien defendiese a capa y espada que el tapón de Matalascañas sirviese realmente para evitar la pérdida de agua. Si eres una de esas personas, sentimos decepcionarte, pero no, ni hay peligro de que la playa se quede sin agua ni la roca tapona ningún agujero.

La historia del tapón de Matalascañas

Aunque cariñosamente le llamemos tapón de Matalascañas, lo cierto y verdad es que de tapón no tiene nada. Se trata de un apelativo coloquial que la sabiduría popular le dio a esta roca que asoma en el mar. Y es que, ciertamente, no se puede negar su similitud con un tapón. Aun así, no es ningún tapón, sino los restos de una antigua torre defensiva construida en 1577 para defender la costa onubense de los ataques de los corsarios y piratas berberiscos.

La torre de la Higuera, que es como se llama realmente, formaba parte de una sistema de catorce torres de vigilancia costera situadas entre la desembocadura del Guadalquivir e Isla Canela. Esta red fue impulsada por el rey Felipe II a finales del siglo XVI, cuando el comercio entre Europa y América entraba por Sanlúcar de Barrameda y el litoral onubense era de paso obligado.

La mayoría de estas torres han resistido el paso del tiempo y presentan un buen estado de conservación. Sin embargo, el terremoto de Lisboa de 1755 afectó gravemente a otras torres, como esta de la Higuera, la del Asperillo o la del Río del Oro, conocida como la torre del Loro tras una deformación típica del habla andaluza, además de su similitud con el pico de esta ave exótica. En el caso del tapón de Matalascañas, el terremoto hizo bascular la torre desde la parte superior del acantilado en el que se ubicaba y provocó la caída de los cimientos a la playa.

La torre por los cimientos

La curiosa forma de tapón viene dada por el hecho de que los restos que se observan actualmente de la torre de la Higuera son, en realidad, los cimientos de la misma. La torre se encuentra, por tanto, invertida al completo, hundiendo así los muros en la arena y el mar.

Gracias a esta curiosa posición, los investigadores han podido corroborar la robustez de los cimientos de estas torres y la calidad de la argamasa que utilizaron para su construcción. En este sentido, cabe destacar el excelente estado de conservación del único resto visible de la torre de la Higuera, que ha permanecido prácticamente inalterable pese a la acción del mar y al paso del tiempo.

Imagen secundaria 1 - Arriba, los restos de la torre del Río de Oro; abajo a la izquierda, la torre Umbría, en Punta Umbría, y a la derecha la torre Carbonero, en Matalascañas
Imagen secundaria 2 - Arriba, los restos de la torre del Río de Oro; abajo a la izquierda, la torre Umbría, en Punta Umbría, y a la derecha la torre Carbonero, en Matalascañas
Arriba, los restos de la torre del Río de Oro; abajo a la izquierda, la torre Umbría, en Punta Umbría, y a la derecha la torre Carbonero, en Matalascañas
ABC

De torre defensiva a trampolín ilegal

Numerosos jóvenes han aprovechado las mareas altas para escalar por el tapón de Matalascañas y lanzarse al agua desde lo alto de la roca. Lo que otrora fuera una torre defensiva contra la amenaza berberisca, ha terminado siendo un peligroso trampolín. Esta práctica, además de poner en riesgo la vida de los saltadores, también es una amenaza para la conservación de la roca.

Saltar desde el tapón de Matalascañas está prohibido por las ordenanzas municipales de Almonte. Así, las sanciones por infringir esta normativa van desde los 3.000 hasta los 6.000 euros de multa. Además, el resto de la torre de la Higuera fue inscrita como Bien de Interés Cultural en el año 1985.



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