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Nacho, un pelotari para la leyenda

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Los aficionados que acceden a la cancha para presenciar la final del Trofeo Mestres en Pelayo pasan, con estrecheces que impiden un atisbo de tertulia, por delante de las parejas , amigos, familias que consumen la rica oferta gastronómica que ofrece el restaurante. Uno tiene la sensación de ser observado desde las mesas de igual manera como los urbanitas miran el rebaño ovino de alguno de los pueblos que visitan en verano. Contraste demoledor. Apelación a la nostalgia de las mesas llenas de aficionados, jugadores, jueces y trileros de patatas y cartones unidos por una afición en la que no hay clases, se practica el igualitarismo desde tiempos inmemoriales, se reivindica la esencia identitaria, se cultiva con esmero el respeto a la tradición heredada y se manifiesta con una expresión de belleza plástica y entrega física que obligan a reconocer que allí hay mucho más que un deporte. De hecho, algunos guiris suben a la grada y piden una foto que eternice el momento sublime en el que entraron en un trinquete valenciano que es cosa digna de ver, por su rareza. Una cosa como si en la pista de Wimbledon se sentaran doscientos espectadores para escuchar los jadeos de los tenistas y charlar con ellos, amistosamente, entre punto y punto, sobre la conveniencia de tácticas. El guiri se hace la foto y se va. No pierde el tiempo en estas cosas. No hubiéramos admitido propinas. En los trinquetes hay dignidad.

La modernidad de las cartas expuestas en códigos QR mira al viejo deporte valenciano con esos aires de conquista de uno de sus territorios sagrados. Pero allí estábamos los fieles a nuestra religión, dispuestos a dar testimonio de veneración al tradicional trofeo nacido en 1984, por iniciativa de este diario, siendo su director Jesús Prado y en la gloriosa época de Genovés, nuestro Paco, el pastor de este rebaño que sigue apiñado en torno a los nuevos pastores. Pero vayamos a la partida final.

Un virus estomacal tumbó a De la Vega. Pere Roc, el zurdo de Benidorm, fue el encargado de sustituirle. Formó trío con Nacho y Monrabal contra Puchol, Álvaro de Massalfassar y Carlos. Un viejo aficionado me pregunta antes de empezar quién va a ganar.

-Si sabera segur qui guanya me’els jugaria tots.., le contesto.

No contento con la respuesta insiste y uno recurre a la lógica elemental.

-Mire vosté, jo d’eixida sempre travessaría per Puchol II, que es jugador templat, segur i amb poders. És el campió…

El hombre hubiera hecho bien no haciéndome caso pues todos sabemos que en el trinquete hay tanta cultura acumulada de siglos que se aplica a rajatabla la sentencia de Sócrates: Sólo sé que no se nada, o lo mateix: qui més sap, no sap res. Ganó el trio de Pere Roc por 60 a 40 tras una soberbia demostración de solidez en la inspiración. En el trio jugaba Nacho,que regresa de dos intervenciones quirúrgicas y que fíjense si juega a pelota, si le cunde tanto y lo hace con tanta facilidad y belleza que, con todos los respetos a todos, me atrevo a afirmar que nos encontramos ante la fusión de Sarasol II, Grau y Dani. De los tres juntos, en buena mezcla heterogénea ha surgido un pelotari sublime, para la leyenda: Nacho de Beniparrell.

De esto los guiris no tienen ni idea pues se han quedado con su invento del tenis, sin evolucionar a las cuatro paredes, a la infinita variedad de golpes , al uso indistinto de las dos manos para mayor sensibilidad de las caricias mediterráneas. Que se queden con los códigos QR y sus miradas de curiosidad supremacista. La pilota vuelve a llenar Pelayo con nuevas generaciones que entregan su corazón a esta noble causa y que hablan a Nacho como se habla a uno de los tuyos.

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