Vallisoletana, nacida en 1939, Concha Velasco, durante años Conchita Velasco, ha fallecido este sábado a los 84 años en el Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda (Madrid) “a consecuencia de una complicación en su enfermedad”, ha explicado la familia en un comunicado. La capilla ardiente de la artista se instalará este sábado en el teatro La Latina de Madrid a partir de las 13:30 horas.
En el verano de 2021 la salud de la artista se deterioró drásticamente y sus hijos decidieron en marzo de 2022 trasladarla a una residencia. En diciembre de ese año tuvo que ser ingresada en el hospital, con problemas de aparato digestivo, hígado y artritis. Tuvo un linfoma en 2014 que la mantuvo apartada de los escenarios durante meses y finalmente se retiró de ellos a los 81 años.
Velasco es uno de los mejores ejemplos del tránsito inteligente que algunas actrices y actores hicieron del cine que les tocó hacer en la primera época de sus carreras al que surgió en España con el fin de la dictadura. Como José Sacristán, Alfredo Landa y José Luis López Vázquez, ilustra ese paso de las comedias adocenadas de los años 50 y 60, hoy dignas de estudios sociológicos, pero cinematográficamente raquíticas, al cine de autores como Carlos Saura, Jaime de Armiñán o Pedro Olea.
Precisamente con este último comenzó a despuntar como actriz madura, ideal para personajes sometidos a las leyes inflexibles del melodrama. Olea la dirigió en ‘Tormento’ (1974) y uno de los mejores trabajos de Velasco, o al menos un filme clave en su trayectoria, ‘Pim, pam, pum… ¡fuego!’ (1975), donde dio vida a una corista de la posguerra española que se convierte en amante de un estraperlista y se enamora de un miembro de los maquis.
Bailarina de flamenco
Antes, Velasco había sido bailarina: flamenco con Manolo Caracol, danza en La Ópera de La Coruña y corista en los espectáculos de revista de Celia Gámez. Su debut en el cine llegó en 1955 con un pequeño papel en ‘La reina mora’, una pieza de los hermanos Álvarez Quintero ambientada en Sevilla en plena Feria de Abril. Alcanzó el protagonismo, y el estrellato, tres años después con ‘Las chicas de la Cruz Roja’, comedia costumbrista con intenciones de resultar moderna y ‘chispeante’, muy propia de las producciones de Pedro Masó.
Fue el primer encuentro de Velasco con Tony Leblanc, actor con el que formaría pareja en ‘El día de los enamorados’ (1959), ‘Los tramposos’ (1959), ‘Amor bajo cero’ (1960) y ‘Sabían demasiado’ (1962), entre otros títulos de innegable éxito en taquilla. Velasco valía para el Madrid castizo de ‘La verbena de la Paloma’ (1963) tanto como para el vodevil de ‘Casi un caballero’ (1964) o el ‘landismo’ del díptico ‘El arte de no casarse’ y ‘El arte de casarse’, ambas de 1966. Había intervenido en otra de las películas corales características de la época, ‘Historias de la televisión’ (1965), con todo el ‘star system’ habitual de aquella comedia española: Leblanc, Velasco, Landa, López Vázquez, Gracita Morales, Rafaela Aparicio y Antonio Ozores. No solo triunfó en las salas: Velasco interpretaba en esta película la canción ‘Chica ye-ye’, que la definió a ella y a toda una generación en aras de una modernidad pop que no llegaba.
Fue pareja de Manolo Escobar en ‘Pero… ¿en qué país vivimos?’ (1967), un filme que explotaba la fiebre de los concursos televisivos, y en la misma televisión –en el clásico ‘Estudio 1’– apareció en una versión de ‘Don Juan Tenorio’ (1966). ‘Las que tienen que servir’ (1967), en la que interpretó a una sirvienta extremeña en casa de unos estadounidenses ricos, fue otro de sus ‘hits’. Estaría más cómoda o no en aquellos papeles, pero lo cierto es que, vistas hoy sus interpretaciones, cumplía con creces con personajes no reduccionistas, sino lo siguiente. Engrosemos la lista con propuestas casi sicotrópicas como, de nuevo con Leblanc, ‘Una vez al año ser hippy no hace daño’ (1969), un filme estrenado ni más ni menos que el mismo año de ‘Easy rider’ y del asesinato de Sharon Tate por el clan Manson.
José Luis Sáenz de Heredia, Pedro Lazaga, José María Forqué, Mariano Ozores y Javier Aguirre fueron sus directores habituales. Tras el encuentro con Olea llegó un cine o más comprometido o incluso más arriesgado formal y narrativamente, caso de ‘Yo creo que…’ (1975), de Antonio Artero. ‘Las bodas de Blanca’ (1975), del siempre corrosivo Francisco Regueiro, fue otro intento logrado de romper ataduras con los personajes del pasado, así como ‘Mi mujer es muy decente dentro de lo que cabe’, en la que su director, Antonio Drove, intentó darle la vuelta a aquel estilo rupestre de comedia.
Surgió entonces otra actriz, más completa, más segura también de sí misma: ‘Las largas vacaciones del 36’ (1976), ‘La colmena’ (1982), su papel de Teresa de Jesús en la serie homónima realizada por Josefina Molina en 1984, ‘La hora bruja’ (1985), ‘Más allá del jardín’ (1996) –su reencuentro con Olea– o ‘París-Tombuctú’ (1999), primera y tardía colaboración con Luis García Berlanga.
Su último cometido fue en el filme de terror ‘Malasaña 2’ (2020). Estuvo bastante presente en la televisión de la última década con series como ‘Las chicas de oro’, ‘Hospital central’, ‘Velvet’ y ‘Las chicas del cable’. En 2012 se le concedió el Goya de Honor y ha ganado diversos premios Max y Fotogramas de Plata por cine, teatro y espectáculos musicales como la versión de ‘Hello Dolly’ que estrenó en 2001 en el Teatro Calderón de Madrid.