Vio un coche antes de empezar a andar. La tradición familiar, la curiosidad y la tenacidad llevaron a Mónica Plaza (Cuenca, 1995) a ocupar un asiento dentro del coche. Primero lo hizo de copiloto, junto a su padre. Ahora lleva ella el volante al lado de su hermana. Ha visto desde hace años cómo el mundo del motor se pone las pilas para acercarse a una igualdad que en el Dakar se va aproximando, aunque aún sigue bastante lejos.
¿Por qué decidió que su lugar estaba dentro de un coche?
Me viene de familia. Mi padre y mi tío son de motos, coches y tractores desde que tienen uso de conciencia. Hemos viajado mucho, hemos ido al Polo Norte en coche y de vuelta una semana; hemos ido a Marruecos unas 60 semanas desde que tengo 12 años. Si no era ir a ver a mi primo en una carrera de motocross, era ir a ver un rally. Y cuando no, otra cosa. Cuando cumplí los 18, era una época difícil económicamente. Y a los 19 le dije a mi padre: “Papá, me dijiste que cuando tuviese carné, competiríamos”. Estaba la cosa muy chunga, pero cogió tres coches, uno volcado y con piezas que le prestaron, construimos un coche, y empezamos a competir hace nueve años. La verdad es que no imaginaba que iba a llegar donde he llegado. La clave es disfrutarlo.
¿Qué siente allí?
Te cambia el chip cuando entras dentro del coche. A nivel de concentración, las cosas pasan a un segundo plano. ‘La Mónica’ simpática se transforma un poco cuando me pongo en modo carrera.
¿Qué implica ser copiloto del Dakar?
A veces me dicen: “Ya has dado el salto a piloto”. Como si por ser piloto fueras mejor. Y no es así. No hay que desprestigiarlo. El Dakar está llegando a unos ritmos de competición en los que, donde se pone la dificultad, es en los copilotos. El trabajo de copiloto no es subirte al coche, dirigir y bajarte. Tienes que hacer una preparación de la carrera y si además es tu equipo de competición, tienes que preparar infinidad de cosas. Tanto las verificaciones técnicas y administrativas del coche, hasta buscar hoteles o dónde comer. Además, tenemos que ver qué se le hace o qué no se le hace al coche, qué se puede mejorar para la próxima carrera.
Aparte de lo técnico, la resolución de problemas va a cargo del copiloto
¡Muchos! Tienes que ser un poco un empollón, en el buen sentido la palabra. Tienes que estudiarte cuántos kilómetros hay, cuándo se puede repostar, cuánta gasolina hay que echar cuando paremos a repostar, cuánto tiempo tenemos para hacer los kilómetros del enlace… Si tú ese trabajo lo llevas hecho, cuando has tenido un problema o hay algo de prisa, es mejor porque no puedes a ponerte a mirar el reglamento.
¿Y cómo es vivir con su padre dentro de un coche en un Dakar?
Superfácil. Mi padre es muy sencillo. Siempre nos ha intentado inculcar a todos los de su alrededor que cuanto más complicada sea la situación, más tranquilo hay que estar. Tiene 63 años, pero tiene la actitud y la vitalidad de uno de 20. Es increíble. Y la experiencia de uno de 60.
Le da temple en situaciones delicadas.
Somos bastante fáciles los dos. Hemos vivido situaciones límite juntos. Un año atropellamos una moto, y otro año nos atropelló a nosotros un camión. El año de la moto yo pensaba que se me moría entre las manos. Y mi padre la apagó mientras venía el helicóptero… Tiene ese punto de pausa.
Es usted uno de los nombres referenciales del Dakar. ¿Cómo ha vivido la evolución de la presencia de la mujer?
Está creciendo. Las que hay tienen un alto nivel o un alto cargo en los equipos. Veo la evolución del número de mujeres en el Dakar en los baños [ríe]. Recuerdo mi primer Dakar, que fue hace cinco años, y sabía perfectamente las mujeres que había. Ahora hay un montón. Hay ‘team managers’, hay ‘filmmakers’ o de redes sociales… Dentro de los equipos, cada vez hay más, además como pilotos y copilotos o pilotos de motos, que es lo que siempre se mira. Las mujeres tenemos una capacidad de organización diferente a la de los hombres. Igual que físicamente un hombre por naturaleza es un poco más fuerte que la mujer, es así. Las mujeres tenemos otra organización y por eso creo que hay tanta mujer copiloto tan buena.
En el motor, la evolución sigue otros ritmos.
El automovilismo o el motociclismo son deportes que dependen tanto, tanto, del presupuesto económico… Normalmente, siempre a los hombres les han gustado más los coches que a las mujeres. Y eso ha sido así, ha sido cultural. Ahora está habiendo un cambio. Desde el deporte base hay niñas que juegan a fútbol, y hay niños que bailan. Yo hacía gimnasia rítmica, y el niño que venía con nosotras tenía que ser el bicho raro; igual que yo jugaba al fútbol y era ‘marimacho’. Eso ahora va cambiando poco a poco. Queda un largo camino por recorrer. Y, aunque haya una chica que le guste mucho esto, si no hay presupuesto, es igual que un chico. En los últimos años, estamos teniendo bastante tirón mediático que nos está ayudando, pero tampoco hay ni mucho menos una igualdad, ni creo que la haya en muchísimos años. Las que estamos, estamos allá arriba.
¿Que ganen y aparezcan más en los medios de comunicación, ayuda?
Por supuesto que sí. Lo que pasa es que, como todo en la vida, los que lo llevan un poco al lado extremista, no nos hace un favor. Si hay una mujer que de alguna manera se expone y quiere explotar esto de una manera que no es la deportiva, no nos beneficia. Y se le da mucha voz porque somos muy pocas. Hay que tener mucho cuidado.
¿Cree que se la juzga más por ser mujer?
Cuando salimos a competir, yo sé que hay mucha gente que está mirando mis tiempos y los está comparando cuando a otro del mismo nivel o de la misma categoría nadie le mira. Sabes que tienes muchos ojos en la nuca y eso a veces mola, pero también te pone un poquito más de presión. Igual que en los medios. Hay algún periodista que coge lo que quiere y a lo mejor te pone un titular que dices: “Pero si yo no he dicho eso o no lo he dicho con esa intención”. Entonces, hay que tener mucho cuidado. Sobre todo, a mí me importan mucho los niños. Qué es lo que ven ellos.
Nota esa responsabilidad.
Si, mucha. Y creo que aparte de ser mujer, el tema familiar de correr con mi padre, o ahora con mi hermana, es como llevarlo a otro nivel.
¿Usted también escuchó en circuitos aquello de: ‘Que no te gane una chica’. ¿No?
Sí, yo he tenido momentos. Ya me habían avisado de situaciones así. Eso de: ‘Mi compañero de equipo no me habla’. Estar ahí cerca en carrera o ganarlo, y de repente ese día, silencio. Se lo tienen que gestionar ellos, porque si me quedará cinco o 15 minutos detrás de él, igual no le molestaba. Entonces es que estoy haciendo algo bien. Todo siempre desde el respeto y la deportividad, está claro.
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