La alimentación consciente o ‘mindful eating’, como se conoce en Estados Unidos, no es una dieta. Es simplemente un proceso para darse cuenta de todo lo que nos rodea antes, durante, y después de una comida. Ya sea el desayuno, el almuerzo, la merienda o la cena.
Esto quiere decir que comer de forma consciente nos permite concentrarnos en la comida que ingerimos, de tal forma que ponemos atención tanto a las emociones y sensaciones que nos proporciona su consumo durante todo el tiempo:
- Desde que planeamos qué vamos a comer, cocinamos, nos sentamos a la mesa y terminamos.
El hambre emocional produce una sensación de urgencia, de necesitar la comida en ese mismo instante
Así, se puede diferenciar de una forma más clara el hambre física del hambre emocional. Y es que, sentimientos como el estrés, la preocupación o la ansiedad pueden traducirse en una señal errónea que identifiquemos como hambre cuando realmente no lo es.
La psicóloga Inés Laso explica a este portal que, aunque habitualmente se confunden, son muy fáciles de diferenciar el hambre física del emocional.
- “El hambre emocional aparece de forma repentina, no como el hambre fisiológica que lo hace gradualmente. Produce una sensación de urgencia, de necesitar la comida en ese mismo instante, y se da un deseo por comidas muy específicas”.
El principal síntoma es no poder controlar el impulso por comer, además de hacerlo sin tener sensación física. Y, sobre todo, “antojo” por alimentos ultraprocesados, cargados de azúcar y harinas refinadas (chocolate, helado, bollería…).
También suele provocar una sensación de alivio en el momento de comer, y después un sentimiento de culpa después de la ingesta. Pero es importante señalar que no se debe confundir con un Trastorno de la Conducta Alimentaria, como anorexia o bulimia.
No es una dieta para adelgazar
Aunque comer es una necesidad fisiológica, muchas veces lo hacemos por costumbre. Por eso, la primera pregunta que tenemos que hacernos es ¿comemos porque tenemos hambre o porque simplemente es la hora del almuerzo o la cena?
La nutricionista Desy Montero (@desymontero_nutricionista) señala a ‘Guías de Salud’ que “se atiende a las necesidades nutricionales y también se tiene en cuenta el vínculo asociado a la alimentación: horarios, emociones, parámetros culturales donde hemos sido educados…”. Y el ‘mindful eating’ es para todos los públicos, pero también está indicado para pacientes con TCA y sobrepeso u obesidad.
- “Cualquier persona, incluso con patologías digestivas, porque al final hay una relación muy directa entre la enfermedad y cómo va a cursar dependiendo cómo sea nuestro estado de ánimo. Ayuda, por ejemplo, a los pacientes con la enfermedad de Crohn, que con un brote diarreico, tienen que realizar una restricción alimentaria”.
La alimentación consciente nos proporciona todos los elementos para que podamos centrarnos en la comida, aprendamos a notar la saciedad e identificar las señales que nos manda nuestro organismo sobre cuándo es el momento de comer. Y Montero lo ejemplifica así:
“Me apetece comerme una bolsa de patatas fritas, sin embargo, ¿a qué responde? ¿Por qué no hay alimentos? ¿Por qué he hecho un gran esfuerzo y necesito comer algo que proporcione mucha energía? ¿O es porque estoy en el sofá viendo la televisión?”.
Es el autoconocimiento para saber el origen de ese deseo, aun sabiendo, por ejemplo, que es un alimento ultraprocesado y que no aporta ningún valor nutricional a nuestro cuerpo. No obstante, no es todo blanco o negro: en el ‘mindful eating’ no se prohíbe nada, es decir, comer “desde la consciencia plena”.
“Razonar por qué quiero tomar ese producto: ¿me beneficia? ¿me acerca a la persona que quiero ser?”. Y si aún así se quiere comer un determinado alimento, adelante.
Comer lento y sin ansiedad
El nutricionista es el profesional que puede ayudar a llevar a cabo la alimentación consciente o ‘mindful eating’.
- Debemos reconocer las señales que nos manda nuestro organismo (apetito y saciedad) y no comer según la hora que marca el reloj.
- No hay que olvidar que también es fundamental comer despacio, para apreciar las texturas y sabores de cada alimento.
De hecho, un reciente estudio confirma que comer deprisa aumenta el riesgo de obesidad.
Así lo recoge una investigación del CIBER de Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBEROBN), publicado en la revista The Journal of Pediatrics, que ha evaluado la asociación entre la velocidad al comer y el riesgo a desarrollar sobrepeso y otros factores de riesgo cardiometabólico en menores.
Y se ha demostrado que aquellos niños con mayor velocidad de ingesta presentaban:
- Menor adherencia a la dieta mediterránea.
- Mayor riesgo de presentar sobrepeso y/u obesidad.
- Incremento en los niveles de grasa corporal, tensión arterial y glucosa en sangre.
Esto indica que el comer más rápido podría estar asociado con el consumo de alimentos menos saludables como aquellos con mayor contenido energético y que pueden resultar más atractivos al gusto de los niños. Son alimentos que suelen tener una textura más suave y un sabor intenso.