La cascada de Cimbarra, en Aldeaquemada (Jaén), ha tenido el fin de semana más espectacular desde hace muchos años. «El sábado había seiscientos coches en el aparcamiento», dicen en el Ayuntamiento. Y durante el fin de semana, por este pueblo de quinientos vecinos pasaron más de 2.000 visitantes.
El paraje natural de Cimbarra está a unos cien kilómetros al norte de la capital de la provincia, ya muy cerca de Castilla-La Mancha y del parque natural de Despeñaperros (Venta de Cárdenas está a 30 km). Se trata de una cascada de cuarenta metros de altura que en realidad tiene tres caídas: la grande o de Cimbarra y la del Negrillo, ambas alimentadas por el cauce del río Guarrizas, y la del Cimborrillo, que lleva agua de un afluente, el arroyo Martín Pérez.
Las grandes lluvias fueron el 30 de marzo, y el reventón de la cascada duró cuatro o cinco días. Una noche llegaron a caer 45 litros por metro cuadrado. Ya no está así, claro, aclaran en el pueblo, pero »la explosión de la primavera sigue siendo un espectáculo maravilloso». De hecho abril es habitualmente un gran mes para ver la Cimbarra, al margen de un hecho excepcional como el que ha ocurrido en esta ocasión.
En el Ayuntamiento confiesan que no estaban preparados para esta avalancha: «Estamos acostumbrados a recibir unas 150-200 personas los fines de semana, y no 2.000». También advierten que esa cantidad desacostumbrada de agua se va reduciendo a medida que pasan los días. «Pero, tal y como está, es preciosa. Puedes bajar al fondo y ver desde allí la altura que tiene y lo espectacular que es. Y también se puede visitar un antiguo molino restaurado y ponerte detrás del chorro», explica Sara.
Desde el pueblo de Aldeaquemada al Collado hay unos dos kilómetros. En este punto arranca una ruta circular de un kilómetro que lleva por este paisaje de piedra y jara en el que hay grupos de pinturas rupestres que forman parte del denominado Arte Rupestre del Arco Mediterráneo de la Península Ibérica, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1998.
Estos grupos de pinturas rupestres, situados en la mayoría de las ocasiones sobre abrigos de roca, fueron estudiados a principios del siglo XX por el Abate Brehuil y por M. Cabré, que catalogaron la gran mayoría de los grupos existentes en la zona, explican en el Ayuntamiento.
El paseo desde el pueblo hasta el mirador de la cascada no necesita guía. Las pinturas, en cambio, están fuera de los caminos marcados, de forma que sí suele ser necesario ir con algún guía, que suele cobrar entre 70 y 100 euros para grupos de diez personas como máximo. «La cascada está tremenda, y el campo, también», concluye uno de esos guías, de La Cimbarra Ecoturismo.