Una amplia selección de obras de Adolfo Manzano se expone en el singular espacio de la Galería Caicoya en Oviedo. Su distribución en las salas confiere al conjunto un marcado carácter instalativo que se ve acentuado por algunas piezas expandidas por las paredes. Somos conscientes de entrar en un lugar cargado de significados en el que la acumulación de obras potencia un discurso comprometido y reflexivo, como si diversas voces al unísono rescatasen del olvido tantos hechos históricos y a tantas personas.
Las piezas escultóricas están realizadas en madera de castaño, su hermosura natural, con vetas infinitas que enriquecen las superficies, se complementa, en algunas obras, con el color lechoso y la delicadeza de la loza, y con la incorporación de láminas de plata en detalles puntuales que aportan valores simbólicos muy significativos. Hay también obras bidimensionales: impresiones abstractas con tinta china y pan de plata de cuya presencia orgánica se desprende un canto a la imaginación y un cierto lirismo; entre ellas destaca “Naturaleza herida”, una obra de 230 cm. de altura que, a manera de poético estandarte, recibe al visitante en un juego de contrastes entre el gran formato y su frágil naturaleza, entre la sencillez del papel con su rugosa pátina del tiempo y los ricos efectos vibrantes de su cauce plateado.
Una primera aproximación a las obras lleva a un análisis puramente formal, atrapa su belleza constructiva (un aspecto siempre presente en su producción), pero también atrae la calidad de los materiales, su sencilla presencia como materia prima de la creación a pesar de la mano del artista y, sobre todo, el esencialismo, esa capacidad de síntesis que poseen algunas obras de arte y que las hace universales. Se produce una comunión con cada pieza que permite abstraernos del resto.
Sin embargo, tras está impresión estética, y gracias al apoyo de sus clarificadores títulos, advertimos intenciones ya adelantadas en el nombre de la muestra: “Una tesis, un poema y algunas huellas”. En el texto de presentación, María de la Llana lo resume con estas palabras: “A partir de una tesis de Walter Benjamin, un poema de Bertolt Brecht y las huellas y acontecimientos del pasado, las obras ofrecen una reflexión acerca del progreso y las historias no contadas”. Recurrir a unos referentes tan importantes como los mencionados, amplía nuestra mirada y permite profundizar conceptualmente en sus planteamientos. Obras como “Ángel de la historia”, pieza clave en esta exposición, llevan a las reflexiones de la Tesis IX del filósofo alemán en torno al cuadro “Angelus Novus” de Paul Klee, ahondando en una devastadora concepción de lo que entendemos como un progreso que entierra el pasado: “Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer tanta destrucción”. Y obras como “¿Quién construyó Tebas?”, que remite a “Preguntas de un obrero que lee”, uno de los poemas más conocidos de Bertolt Brecht en el que se reivindica a tantos y tantos trabajadores anónimos, auténticos artífices del desarrollo.
La muestra posee tal cantidad de referentes que resulta difícil sintetizarlos aquí, hay obras que transmiten serenidad formal, una especie de silencio contenido muy conmovedor; así ocurre con “Árbol de la vida” o “Frontera”, obras excelentes que llevan conceptualmente a la creadora Louise Bourgeois, o las piezas tituladas “Ascensión I” y “Ascensión II” que condensan lo esencial de esta muestra: la fragilidad humana oculta tras la apariencia del progreso. Son obras que cuentan con la solidez de un aparato escénico propio del teatro experimental constructivista, pero también con la débil tramoya de cuerda de la que pende, como de un hilo, el ser humano, y que remiten a alguna de las obras más existencialistas de Bill Viola.
Adolfo Manzano transgrede los límites de una belleza convencional, ahonda en nuestra psique, revolviéndola y activándola, transformando la obra de arte en una herramienta útil para la reflexión y concienciación. Su herencia constructivista permanece viva y la huella del surrealismo es recurso convincente en su trabajo. Como ocurre en “Nadie está seguro”, una de las escasas licencias a la figuración que remite al mito de Dafne, sus aportaciones plásticas van más allá de la apariencia de las formas, apuntando directamente al corazón.
Una tesis, un poema y algunas huellas
Adolfo Manzano
Galería Caicoya, c/ Principado ,11, Oviedo. Hasta el 17 de mayo
Suscríbete para seguir leyendo