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María Antonieta y el pie del verdugo

Cuenta la leyenda que ya sobre el cadalso en el que estaba la guillotina destinada a rebanar su cabeza, María Antonieta se permitió el lujo de pisarle el pie a su verdugo para, con sorna, presentarle luego excusas formales. Y eso es lo que este Valencia parece empeñado en hacer esta temporada, ir pisando verdugos por doquier cuando todo apuntaba que se encaminaba a una muerte segura. Su racha de partidos ligueros en lo que va de 2024 está entre las más memorables desde hace muchos años, hundiendo en el barro al Villarreal primero para recuperar el trono de la Comunitat, desarbolando por completo a un Cádiz que en época reciente había dado disgusto tras disgusto y jugando de tú a tú, para terminar sometiendo, al equipo con el fútbol más excitante a día de hoy, el resurgido Athletic de Bilbao.

Este Valencia que fue capaz de superar al Athletic robándole la fórmula mágica de los extremos vertiginosos, pivotes serios y rocosos y una defensa sin grandes figuras pero engrasada como un reloj, no se parece en nada a cualquiera de esos trampantojos que hemos tenido que aguantar los últimos diez o quince años. Con el valor añadido, por si las similitudes con los bilbaínos fueran pocas, que la mayoría de los chavales son de la casa y no tienen ningún complejo porque, entre otras cosas, ni siquiera habían nacido cuando el Valencia dejó de ganar Ligas y cosas así. No parece descabellado decir que ahí aparece una generación especial a la que Guerra dará nombre pero donde hoy destaca, de nuevo, Guillamón, uno de esos tipos que no llora cuando se le rompe el isquiotibial echando un sprint y miraría a los ojos a los integrantes de su pelotón de fusilamiento. La recuperación de Guillamón, milagrosa, dice tanto del chico como de su entrenador, que no se empecinó en marginar a un futbolista que valía entonces y juega como nunca ahora.

La plantilla, claro, no da para más. De hecho, en manos de luminarias tipo Celades, Nuno o Gracia daría para bastante menos. Y cualquier pequeño invento, como el de Yarek en varios partidos, se acaba pagando. Ante el Celta, lástima de Copa, se perdió porque el Valencia salió lastrado por los cambios mientras su rival puso en liza a futbolistas bastante más peligrosos que los que juegan habitualmente, como Aspas, que parece un prejubilado de astillero, o Larssen, que necesita trescientas ocasiones para marcar un gol. Le dio a Benítez, otro ilustre integrante de los lunes al sol, por poner a los buenos, que para él son los malos, justo contra el Valencia el día que menos necesario era y encima le acompañó la chamba de aquella final contra el Milán. Un borrón del que con justicia los López y compañía se han rehecho en el partido siguiente.

Habrá que ver hasta dónde les alcanza la gasolina a estos chicos. Ahora mismo, ni Real Sociedad ni mucho menos Betis tienen un juego tan intenso y vertiginoso como el Valencia y habrá que ver si consigue aguantar el tirón el Girona, equipo que le ha quitado, de momento y con un fútbol excelente, la etiqueta de revelación de la temporada. Pero esto aún no ha terminado. A nadie le puede extrañar que Mestalla disfrute como en los mejores tiempos pensando en volver, sí, a Europa



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