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Luis Ybarra y José Luis Rodríguez Ojeda resaltan en la Feria del Libro la trascendencia de la poesía en el flamenco

‘Poesía y flamenco’ es el nombre del coloquio que la editorial Anantes ha organizado este viernes en la Feria del Libro de Sevilla. En esta charla presentada por Ismael Rojas han intervenido dos voces muy autorizadas: el director de la Bienal de Flamenco de Sevilla, Luis Ybarra, y el poeta José Luis Rodríguez Ojeda. ABC ha hablado con ellos y han dejado sus impresiones sobre un tema que daría paso a muchos coloquios.

Respecto a la gran importancia que tradicionalmente la poesía ha tenido para el flamenco, Luis Ybarra ha señalado que esto es así porque «se canta a lo que se pierde. Y porque cantando la pena, la pena se olvida, como escribió Machado. El cante es, ante todo, palabra, aunque haya letras del flamenco que incluso desafían el propio lenguaje: ‘Dijo a la lengua el suspiro/échate a buscar palabras/que digan lo que yo digo’».

Rodríguez Ojeda indica que «la poesía del cante, es decir, la copla flamenca es fundamental, pues expresa el mensaje inmediato y preciso que requiere cada palo y estilo con sus distintos matices. Sin embargo, la poesía ‘culta’ -para entendernos- de reconocidos poetas ha sido menos interpretada. Es a partir de los años setenta del pasado siglo cuando, gracias a la inquietud de ciertos cantaores y cantaoras, empieza a entrar más de lleno en el corpus de los cantes flamencos».

Destacados poetas como Federico García Lorca y Félix Grande elevaron la simbiosis entre poesía y flamenco a su máxima expresión. ¿Qué opinión le merecen? Ante esta cuestión, Ybarra dice que «son caminos diferentes. La simbiosis de Lorca se produce, digamos, en dos momentos. Primero, él acude al flamenco como fuente de inspiración, a cantaores como Manuel Torre, y crea obras como su ‘Romancero gitano’ o la teoría del duende. La segunda simbiosis, sin embargo, ocurre a posteriori, cuando los flamencos profundizan en esa tradición de adaptar poemas a las estructuras del cante de los 70 en adelante. En cuanto a Félix Grande… tiene una obra puramente de inspiración flamenca. Bellezas como ‘Una gotera’, a Paco de Lucía. Hizo trabajos muy destacados para ser cantados, como ‘Persecución’, con El Lebrijano, pero siempre reconoció la dificultad de escribir letras en la tradición de la llamada ‘poesía popular’. A ellos les debo mi entrada en la poesía, que viene a través del flamenco».

José Luis Rodríguez Ojeda añade que «no sólo Lorca y Félix Grande. El interés por la copla flamenca viene del siglo XIX con Bécquer y Ferrán. Y en el siglo XX la nómina de poetas que destacan el valor literario de las coplas flamencas es muy amplia: los hermanos Machado (influidos por su padre, el folclorista Demófilo. Manuel Machado escribe ‘Cante Hondo’, verdaderas letras o coplas para el cante). Por nombrar algunos más: Bergamín, Rosales, Ricardo Molina, Quiñones, Caballero Bonald, Velázquez- Gaztelu… Y, naturalmente, los referidos en la pregunta: Lorca y Félix Grande que, cada uno en su época, dedicaron conferencias, ensayos e, incluso, poemas o libros de poemas (caso de Lorca: ‘Poema del Cante Jondo’) al flamenco en general, o a la copla -texto cantado- en particular».

Cernuda, «uno de los grandes olvidados del flamenco»

Ahora que se celebra el sesenta aniversario de la muerte de Luis Cernuda es paradójico que un poeta tan importante dentro de historia de la poesía española no haya tenido apenas repercusión en el arte cabal. Sobre este asunto, el director de la Bienal de Flamenco señala que «Luis Cernuda es uno de los grandes olvidados de los flamencos. Morente grabó algo de él: ‘Donde habite el olvido’, ese verso becqueriano. Jóvenes como José Luis Pérez-Vera también lo han recuperado, pero artistas como Carmen Linares, que han acudido a la lírica de Borges y tantísimos otros poetas, no tienen nada de Cernuda en su repertorio. El gran poeta sevillano no se lo puso fácil a los flamencos. Su forma de escribir, más que su temática, queda lejos de lo que requiere el cante. Al contrario de Lorca, que escribe a compás».

También opina sobre este asunto Rodríguez Ojeda, que señala que «los cantaores, al tratarse de tradición oral, seguían cantando letras que escuchaban a sus maestros; letras que estaban bien asentadas y que, en cierto modo, les servían de partitura. Además, en épocas pasadas, los artistas flamencos no gozaban de las posibilidades culturales de estos últimos años, y muchos de ellos -no por propia voluntad- no tenían acceso a la cultura; mucho menos a determinados poetas, cuya obra requiere un conocimiento literario de cierta profundidad». Añade que «sí se han cantado a poetas sobresalientes, no siendo lo más habitual. En el caso de Cernuda, es difícil adaptarlo al cante por forma y contenido, poco acorde con la expresión flamenca. No obstante, yo adapté para un espectáculo algunos fragmentos de Cernuda pertenecientes a ‘Primeras poesías’, libro más próximo al flamenco al usar el octosílabo con repeticiones con aire de estribillo».

Respecto a los cantaores que mejor han entendido esa relación tan esencial que existe entre poesía y flamenco a la hora de expresarse, Ybarra sostiene «en los grandes intérpretes clásicos apenas hay letras malas. Casi todo lo que graba Antonio Chacón tiene un peso literario específico. La Niña de los Peines, Vallejo, Mairena, Tomás Pavón… Las letras clásicas del flamenco presumen de enjundia. Las llamadas populares, aunque bien podrían clasificarse mejor como ‘de autor desconocido’. Todos los que siguen la base que marca Demófilo entienden bien esa relación. Cantaores como La Serneta, con esa letra que inspiró un ensayo de Valente: ‘Fui piera y perdí mi centro/y me arrojaron al mar/y a fuerza de tanto tiempo/mi centro vine a encontrar’. Es filosofía».

«En cuanto a la llamada poesía de autor -prosigue este flamencólogo-, habría que mencionar a Enrique Morente, Camarón, Carmen Linares, El Lebrijano, Vicente Soto Sordera, Calixto Sánchez y algunos otros. La relación entre José Menese y Francisco Moreno Galván, Lole Manuel y Juan Manuel Flores… En fin, a José Luis y a mí tendrán que echarnos de la feria como abramos tantísimos temas: ‘Quien tenga aguante que aguante/que yo como no lo tengo/salgo a la calle a buscarte’».

Por su parte, el poeta carmonense dice que «no son pocos los cantaores y cantaoras que han cantado y cantan poemas de los grandes poetas de nuestra literatura. Daré algunos nombres, pero seguro que son más. De una generación anterior: Morente, Camarón, Menese, Vicente Soto (disco con poemas del poeta portugués Pesoa, aparte de otros autores españoles), Calixto Sánchez, Lebrijano, Carmen Linares, Tina Pavón, El Cabrero, José Parrondo… Y de la generación actual: Esperanza Fernández, Poveda, Arcángel, José Valencia, Pedro El Granaíno…».

Preguntados por los cantaores que han escrito textos propios con mejor nivel poético, Ybarra sostiene que «con mayor o menor fortuna, siempre lo ha habido y los sigue habiendo. Lole y Manuel creó un nuevo paraíso sonoro propio. Gente como José de la Tomasa canta en primera primerísima persona. Fernanda improvisó cientos de letras… Muchos tuvieron gran envergadura, pero la mayoría tuvieron la humildad de no tomarse demasiado en serio a sí mismos».

Rodríguez Ojeda asegura que «de los que yo conozco, por la amistad que me une con ellos, me atrevo a nombrar a tres de la generación anterior: Diego Clavel, José El de La Tomasa y Calixto Sánchez. Creo que es un valor añadido el que hagan sus letras, que expresen con sus propias palabras sus emociones. Encima, con el conocimiento que poseen, saben mejor que nadie cómo encajarlas». También se refiere al nivel poético como algo «subjetivo». «El tiempo, como siempre, dictaminará. Si pasados unos años, se llegan a escuchar sus letras en voces nuevas, será señal de calidad; al menos darán testimonio de esa faceta de autor en dichos cantaores, universalizando y trascendiendo, no sólo su forma de cantar, sino su formar de escribir».

Por último, los intervinientes en el coloquio también se han pronunciado sobre si los jóvenes cantaores del momento se inspiran más o menos en la poesía que en épocas pasadas. Dice al respecto Luis Ybarra que «hay escasa producción de poesía flamenca nueva. Se graban menos discos de cante que antaño. La tendencia de adaptar poetas sigue vigente: Lorca, Miguel Hérnandez, los Machado y Juan Ramón Jiménez siguen siendo los más interpretados. También se siguen abriendo nuevos universos: desde Saramago hasta la generación Beat, a la que por ejemplo se acerca La Tremendita, o la poesía escrita por mujer que hemos disfrutados en obras como ‘A oscuras’. Es el oficio de letrista flamenco, ese poeta que escribe en forma de soleá y de seguirilla, de milonga, de fandango…, el que escasea, aunque los haya. Es un universo que tiene unos referentes establecidos, desde Moreno Galván a Antonio Murciano o el propio José Luis Rodríguez Ojeda, que no se entere. En José Luis vemos a la perfección al letrista y al poeta, al autor de libros. No son el mismo, pero veo que se llevan bien».

Rodríguez Ojeda señala que «sin duda hoy la interpretación de nuevos repertorios de letras nuevas, donde entran poemas de poetas reconocidos, es más frecuente; aunque se siguen cantando las tradicionales, por su calidad contrastada y por servir de molde en el aprendizaje de los que se inician en el cante. Y está ocurriendo un fenómeno muy interesante: el reinterpretar letras de autores paradigmáticos, como Francisco Moreno Galván, autor de las letras de José Menese y de Miguel Vargas. Por ejemplo, una mariana de Moreno Galván, entre otras composiciones, ha trascendido extraordinariamente en varias voces de jóvenes que la cantan con frecuencia en sus actuaciones», concluye.



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