A los 38 segundos del Real Madrid-Manchester City (3-3), Carlo Ancelotti, en su partido número 200 en la Champions, era poco menos que un inconsciente. Había avisado en la previa que no sorprendería a nadie con su alineación y, por una cuestión de hombres, así fue. La única duda radicaba en si colocaría a Nacho como central o elegiría a Tchouaméni, la apuesta de casi toda la prensa especializada, pese a que el propio Carletto definió su presencia en la defensa como una cuestión reservada para emergencias.
Pero a los 38 segundos, escrito queda, el francés dejó desnudo a su entrenador ante los ojos del mundo. Su entrada a Grealish, excesiva por su contundencia, llevó al árbitro Letexier a sacar la primera amarilla del partido antes siquiera de que los asientos del Bernabéu se llenaran. Una tarjeta que, además, motiva que Tchouaméni se pierda la vuelta en Manchester por acumulación (será el único sancionado) y que desembocó en el tempranero gol de Bernardo Silva de falta directa, tras una intervención muy deficiente de Lunin.
Pero, ay el fútbol, resultó que a los 13 minutos y 45 segundos del partido, Ancelotti era un genio. El Real Madrid le dio la vuelta a la situación en un minuto y medio, otra de esas escenas que solo se producen cuando el escenario es el Bernabéu y el contexto es la Champions. Y en ambos goles, el marcado al alimón entre Camavinga y Rúben Dias y el de Rodrygo, llevaban a fuego el sello del italiano.
Camavinga y Rodrygo
Porque, volviendo a hacer tres párrafos, Ancelotti había anticipado que su alineación sería de manual, pero se guardaba un par de movimientos en la chistera que lo cambiaron todo. El doble pivote era Kroos-Camavinga, sí, pero era el francés quien ocupaba el sector derecho, pese a ser zurdo y su acompañante diestro. Seguramente, para compensar la menor velocidad de Tchouaméni como central derecho frente a su compañero Rüdiger. Pues arrancando desde la izquierda y ganando el centro motivó Camavinga el gol del momentáneo empate, cumpliendo el encargo de su entrenador de que dispare más a puerta.
Y qué decir de Rodrygo, que hace 10 días ante el Athletic había brillado acostado en el carril izquierdo del ataque. Tomó nota Ancelotti y decidió repetir jugada, aunque eso conllevara colocar a Vinicius como delantero centro. Había sido tema de conversación en Manchester estos días cómo Guardiola respondería a la baja de Walker, el futbolista más dotado física y tácticamente para frenar a ‘Vini‘. Y Ancelotti decidió cambiarle las cartas a Pep cuando el tapete ya estaba colocado. “Ellos no lo esperaban y ha salido bien, aunque el resultado no haya acompañado”, decía el delantero brasileño después.
Marcó ese gol Rodrygo arrancando desde la posición de extremo izquierdo y gozó de otras dos ocasiones en la primera mitad desde idéntico punto de partida, desarbolando la estructura defensiva de Guardiola, rompiendo las costuras a un Akanji poco acostumbrado a cubrir ese perfil y dejando a Vinicius frente a Dias y Stones, dos hombres mucho más lentos que él.
La respuesta del City
“Jamás podré pensar que Ancelotti es mal entrenador táctico, porque alguien que ha puesto a Pirlo de mediocentro o a Kroos ha demostrado su inteligencia táctica. No puede tener tanto éxito si no es brillante en ese aspecto”, había dejado dicho en la previa Guardiola sobre esa cantinela recurrente que define a Carletto como un gran gestor de grupos para resumir su indudable éxito en los banquillos.
El problema para Ancelotti fue que se le acabó el repertorio de trucos en la segunda mitad y que el City le fue ganando terreno al Madrid. El partido fue virando de una batalla táctica a un sinsentido maravilloso, una batalla para la colección de clásicos de la Champions. Y un anticipo de la resolución que espera dentro de ocho días en el Etihad mancuniano.