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Los jóvenes y la cultura en Europa: de la ópera de pie a 13 euros en Viena al bono cultural alemán de 200 euros

Por falta de posibilidades de desarrollar el amor a la música no quedará: en Alemania hay 934 escuelas superiores públicas de música, a las que acuden unos 1,5 millones de menores de 16 años. El número de las privadas se sitúa en 4.500. En la escuela primaria se aprende a escala básica el manejo de un instrumento y uno de cada cinco menores consolidará ese aprendizaje más allá de la secundaria. Pero apenas un 17 % de los visitantes a la ópera o el teatro entran en la categoría de los U30 -o ”unter 30”, denominación que abarca a quienes están por debajo de los 30 años. El grueso del público lo forman los jubilados, con un 28 %.

El principal obstáculo para romper ese techo de cristal son, obviamente, los precios de las entradas. Pero hay que decir también que la demografía no ayuda a desplazar el porcentaje. Un 23 % de la población alemana -con alrededor de 83 millones de habitantes- está entre los 40 y los 59 años, mientras que el porcentaje de los mayores de 60 sobrepasa el 25 %.

“El gobierno alemán está determinado a impulsar el acceso a la cultura de los jóvenes, porque de ellos dependerá el futuro de la vida cultural del país”, afirmaba la ministra de Cultura, la verde Claudia Roth, al presentar el pasado verano su “KulturPass” o “Pasaporte cultural”. Una especie de cheque regalo por 200 euros que recibe todo aquel que este 2023 cumplió o cumplirá los 18 años y que el beneficiario –unas 200.000 personas este año– puede destinar a comprar libros, visitar teatros, óperas o cualquier otra actividad cultural. Es una experiencia piloto, que Roth pretende perpetuar año a año. Como casi todo, se presentaba en formato app -aplicación-, puesto que ese es el instrumento esencial en cualquiera actividad actual.

Federalismo aplicado a la Cultura

En Alemania todo funciona de acuerdo a su modelo federal y eso afecta directamente a la Cultura, competencia directa de los “Länder” -estados federados-. La ministra de Cultura tiene, en rigor, rango de secretaria de Estado. Las iniciativas nacionales como su pasaporte cultural son ejemplos aislados, ya que corresponde a cada uno de los 16 Land gestionar su oferta cultural. Pero hay rasgos comunes o incluso cierta competencia por destacar entre, por ejemplo, la ciudad-estado de Berlín y Múnich, capital del “Land” más identificado con la prosperidad y el poderío económico.

Berlín lucha contra su condición de ciudad deficitaria y trata de que ello no invada su tejido cultural, fundamento de su atractivo. En lo que a ofertas a los U30 se refiere, tiene el llamado “ClassicCard”. Se trata de una aplicación que permite al usuario ubicar y acceder a las entradas más económicas de cualquier ópera o teatro públicos, a precios que se sitúan entre los 15 y los 13 euros. Hay que pagar una cuota anual, que para los usuarios de 18 años significa 18 euros, mientras que se sube un euro por cada año que pasa, hasta llegar a los 30. Es decir, a más joven, más barato.

Todas las grandes instituciones públicas de Berlín -incluidas las tres óperas nacionales que conviven en la capital alemana, la Staatsoper Unter den Linden, la Deutsche Oper y la Komische Oper- ofrecen entradas con descuentos de hasta el 50 % -aunque no siempre para todas sus funciones- para los U30. Y la posibilidad de comprar las llamadas entrada “último minuto” a 10 o 15 euros, que en general salen a la venta entre una hora y dos horas antes de la función. También ahí es de gran ayuda la aplicación del “ClassicCard”, puesto que ayuda a ubicar esas localidades.

La fórmula de las tarjetas jóvenes se extienden al resto del país y obviamente también en Múnich, ciudad que compite con Berlín y también Dresde en cuanto a óperas y teatros públicos de primer rango. En cualquier caso, incluido ahí donde las autoridades no han impulsado estas tarjetas o aplicaciones facilitadoras del acceso de los U30 a las entradas más baratas, la fórmula de las localidades rebajadas para estudiantes, menores, así como desempleados, refugiados u otros ciudadanos con bajos niveles de ingresos funciona de forma casi generalizada en todo el país, aunque con porcentajes variables.

Simplemente de pie

Al final, sin embargo, la fórmula que acaba rompiendo el techo de cristal de los precios es la tecnológicamente más sencilla y hasta legendaria: las entradas para asistir a conciertos de pie o con visibilidad reducida. Existen no solo en Alemania, sino también en la vecina Austria y permiten al menos escuchar óperas a precios que van de los 13 a los 18 euros, incluida en la Staatsoper de Viena. También en Austria se ha implantado la fórmula de la U, aunque en este caso para menores de 27 -es decir, U27-.

Otros, como la Pierre Boulez Saal fundada por Daniel Barenboim en el corazón de Berlín, ampliaron, en cambio, el concepto de entradas rebajadas hasta los U35. Este auditorio, vecino a la Staatsoper Unter den Linden, forma parte de la academia impulsada por el argentino-israelí Barenboim y su amigo del alma, el fallecido intelectual palestino Edward Said, en apoyo de la formación de jóvenes músicos árabes e israelíes de Oriente Medio.



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