El bajo volumen de negociación frente a otros parqués europeos o la esacas diversidad de los sectores económicos representados son solo algunos de los lastres que siempre han acompañado a la Bolsa española. Sin embargo, el mercado nacional ha logrado atraer un interés cada vez mayor del capital extranjero, que recientemente se ha materializado en una firme apuesta de los fondos soberanos por las empresas que cotizan en el país.
El empuje de estos inversores -que son el brazo inversor de los Estados- tiene mucho que ver en que el capital internacional sea el dueño del 50,3% de las acciones españolas, con datos a cierre de 2022 publicados por BME, el gestor de los mercados españoles.
La cifra implica un nuevo máximo histórico que bate el anterior récord registrado en 2019, cuando el peso de los extranjeros fue del 50,2%. Si se toma como referencia el año 2007 -previo al estallido de la crisis financiero mundial- este grupo de inversores ha aumentado su presencia en el parqué nacional en más de 13,5 puntos, cuando representaban el 36,8% del total.
Desde entonces, el porcentaje se ha mantenido en constante crecimiento pese a sucesos posteriores, y muy negativos para la confianza del mercado, como la crisis de de deuda soberana o la más reciente derivada de la pandemia, la inflación y la crisis energética. «La internacionalización de la actividad de un contingente importante de compañías españolas ha sido una constante ya desde la década de los 90 del siglo pasado», explican desde BME para justificar esa resistencia.
«En paralelo, la financiación de esas mismas empresas también se ha diversificado de la mano de los inversores extranjeros y de un mercado bursátil español que ha satisfecho ampliamente los requerimientos de los inversores más exigentes en términos de tecnología y transparencia», añaden.
Los principales inversores dentro del grupo de los extranjeros son los denominados institucionales. Es decir, gestoras de fondos de inversión y de pensiones, fondos soberanos, compañías de seguros, fondos de capital riesgo o incluso bancos de inversión e intermediarios que mantienen carteras de acciones.
Nombres como los de BlackRock, Vanguard, Fidelity o JP Morgan son desde hace tiempo habituales en la operativa del mercado, con participaciones en grandes empresas del país a través de los fondos que gestionan. BlackRock, por ejemplo, es el mayor inversor privado del mundo ahora mismo y primer accionista de muchas grandes empresas españolas. Entre ellas, y según los datos recopilados por BME, destacan BBVA (5,91%), ACS (5,83%), Enagás (5,56%), Repsol (5,47%), Santander (5,42%), Iberdrola (5,39%), Amadeus (5,24%), Cellnex (5,19%), CaixaBank (5,01%), y hasta una docena más en las que controlan entre el 3% y el 5%.
Pero además de estos gigantes de la inversión, en los últimos tiempos han ganado peso -dentro de los institucionales- los denominados fondos soberanos. El noruego NorgesBank es uno de los más activos, con participaciones de entre el 3% y el 3,25% en Repsol, Solaria, Iberdrola, Cellnex y Banco Santander. También manteniene entre el 2,5% y el 2,99% en valores como Unicaja, Sabadell Redeia, Amadeus, Ferrovial, Meliá, BBVA, Sacyr, Telefónica, ACS, Colonial y Acerinox, además de otras participaciones menores en muchas otras empresas.
Otro inversor de referencia en la Bolsa española es el Fondo Soberano de Qatar, que posee el 25,14% del capital de IAG, el 19,02% de la inmobiliaria Colonial y el 8,06% de Iberdrola. Y a todos ellos se sumará pronto la participación que logrará el fondo soberano de Arabia Saudí en Telefónica, a través de su participación en el grupo STC, tras la reciente compra del 9,9% del capital de la operadora.
En total, y según un reciente informe elaborado por ICEX-Invest in Spain y el IE Center for the Governance of Change, estos vehículos movieron en España un récord de 2.900 millones de euros en 2022, el volumen más elevado desde 2009, cuando Mubada, el fondo soberano de Abu Dhabi, entonces IPIC, desembarcó en Cepsa.
Menor peso de las familias
Con este telón de fondo, el capital extranjero ha ido comiendo terreno al inversor particular en la Bolsa española. En concreto, la participación de las familias españolas en las cotizadas del país se ha vuelto a reducir, en casi un punto porcentual, hasta le 16,2%. El dato implica prácticamente volver a los niveles mínimos históricos de 2019, previos a la pandemia.
«La elevada presencia de inversores individuales o familias ha sido históricamente uno de los rasgos diferenciales de la Bolsa Española y se llegaron a alcanzar máximos del 33,6% en 1999 en plena eclosión de las privatizaciones», recuerdan desde el gestor de los mercados.
BME achaca la baja cifra de 2022 a la caída de las cotizaciones, en un periodo muy complejo en el que el Ibex-35 acumuló caídas de más del 5%. Como ejemplo, citan la perdida de accionistas de las seis principales entidades bancarias españolas cotizadas que si ya fue de más de 200.000 titulares en 2021, alcanzó casi otros 110.000 accionistas menos en 2022.
La mayor regulación, el hecho de que muchas empresas prescindan directamente del tramo minorista en sus salidas a Bolsa o el mayor peso de los fondos de inversión frente a la inversión directa, también están detrás de ese menor ‘poder’ de los hogares en el mercado.
También hay que tener en cuenta otros factores, como la propia concentración en los últimos años de sectores muy importantes como el bancario o las telecomunicaciones; así como la irrupción de alternativas de inversión -que han calado especialmente entre los más jóvenes- como los criptoactivos.