Competitividad. Individualismo. Superación constante. Ocho horas de entreno diario. Presión mediática. Jugarse cuatro años de entrenamiento en 90 segundos. Padres exigentes. Soledad. Autoexigencia sin límite. Este es el cóctel psicológico en el que viven los deportistas de élite. Las consecuencias han sido y siguen siendo inevitables: crisis de salud mental con resultados fatales como el que llevaron al suicidio a la esquiadora Blanca Fernández Ochoa. Sus hermanos han recogido el testimonio de su caso y, de la mano de otros deportistas de primer nivel, reclaman en un documental (El viaje: la medalla de la salud mental) una mayor y mejor atención psicológica para este tipo de líderes deportivos de los que a menudo no vemos la cara B.
“Estamos sometidos a muchísima presión, y sin embargo a veces no somos capaces con la vida”. Así resume Pedro García Aguado el sentimiento interno del deportista, esa contradicción aparente de fuerza y debilidad. Aguado fue waterpolista de éxito y conoció de cerca la decisión del portero y leyenda de su deporte Jesús Rollán de acabar con su vida, dos años después de la retirada.
Una chica “rara”
En el documental sobre el caso de Blanca se explica con sinceridad el desconocimiento existente sobre los trastornos mentales, incluso entre los hermanos de la deportista, que fue diagnosticada de un trastorno bipolar después de años en los que en su familia se la considerara “rara”, o de temperamento cambiante. Se quitó la vida en el bosque después de haber dejado de estar en el centro de los focos mediáticos.
“No conseguí quitarme la vida”
Edurne Pasabán, escaladora, es muy explícita sobre las consecuencias más duras de estos desequilibrios: “intento quitarme la vida y no lo consigo, soy de las personas afortunadas que no lo ha conseguido”.
También Rafa Muñoz, plusmarquista de 50 metros en natación, llegó al límite tras una vida de éxitos y récords inesperados. “Empiezas a estar en un estado destructivo, para ti y para tu entorno, te escondes en el alcohol, y llega un punto en el que quieres ponerle remedio y la forma más fácil es quitándote de enmedio. Vivía en un quinto piso, me quería tirar, pero luego me di cuenta de que todo tiene otro final, un sentido mucho más prometedor cuando te pones en manos de un profesional”.
La falta de psicólogos
Hoy la presencia de un psicólogo es algo habitual en el deporte de élite. Pero no hace tanto tiempo que eso era algo extraño. Lo describe a la perfección la patinadora Sara Hurtado: “Tienes todo el kit a tu disposición, cirujanos, doctores, fisioterapeutas, preparadores físicos… pero en el momento en que planteas un problema psicológico les cuesta muchísimo entender que es parte del trabajo”.
Los “bajones” de Mengual
Gemma Mengual, la gran referencia de la natación sincronizada, confiesa que durante su carrera sufrió “bajones”. Pero fue una vez retirada que decidió pedir apoyo de una psicóloga. “Me ayuda a gestionar cosas, porque a veces en la vida nos cuesta decidir o nos sentimos como más perdidos, y desde hace dos años sentí la necesidad de buscar a alguien que me ayudara, también después de una separación, no fue después de dejar de nadar”.
Carla Suárez, tenista, advierte: “Cuando menos te lo esperas, la vida te puede dar un vuelco, a nivel educativo tenemos una asignatura pendiente”.
Maltrato psicológico
Probablemente la reflexión más aguda, la que incluso pone en cuestión todo este escenario de élite, no la hace ningún deportista (cuyos testimonios en el documental basculan entre las necesidades psicológicas y una defensa cerrada de la competitividad del deporte de élite) sino la periodista de Teledeporte Paloma del Río: “Una niña de 15 años tiene que estar en otras historias, es una manera de maltrato psicológico, especialmente con las deportistas y con las patinadoras“.
Y es que la exigencia a tempranas edades llega no sólo de los padres y madres sino del propio deportista, como confiesa Hurtado: “Por encima de ir al cine o al cumpleaños de tus primos, la prioridad era ir a entrenar por la mañana”. O Edurne Pasabán: “Dicen que arriesgamos la vida, pero eso era nuestra vida y eso nos daba la vida”.
Y un mensaje final del piloto Carlos Sainz a los cómplices desconocidos de este tipo de estrés, los padres de los deportistas: “Marcad líneas rojas; no puedes convertir un sueño tuyo en el de tu hijo”. Esta actitud de los progenitores, bienintencionada pero exigente, la describe Carla Suárez: “Mi madre me inculcó la exigencia, la disciplina y no bajar los brazos”. Exigencia, disciplina y una ambición sin límites… elementos de riesgo, sin duda, en la salud mental de cualquiera.