El aperitivo es mucho más recomendable que las palomitas porque la hora invita más a abrir unas latas y unos refrescos que a llenarse la tripa a base de maíz. Y hasta les da la opción a los muy locos, casi fanáticos, del ciclismo a desayunar mientras Mathieu Van der Poel, Tadej Pogacar y compañía se preparan para afrontar los 280 kilómetros que conducen este sábado desde Pavía a San Remo para decidir el ganador de una carrera llamada Milán-San Remo, pero que los italianos denominan la ‘classicissima’, algo así como una puerta que abre la primavera y con ello las clásicas de marzo y abril.
Desgraciadamente la nómina de ciclistas españoles que disputan la prueba otorga nulas esperanzas de éxito más allá de que los muy madrugadores, mientras desayunan o piensan en el aperitivo a degustar, contemplen una de las habituales fugas que normalmente no van a ninguna otra parte que no sea mostrar la publicidad de los ‘maillots’ de forma gratuita a través de las imágenes de televisión (Eurosport, de 9.50 a 17.30 horas).
Se trata de la primera gran clásica primaveral, o mejor dicho a las puertas de la primavera que oficialmente comienza el miércoles día 21, y del primero de los cinco ‘monumentos’ ciclistas que siempre han tenido un punto extra de emoción con relación al resto de carreras de un día programadas a lo largo del año: aparte de la ‘classicissima’, el Tour de Flandes (31 de marzo), la París-Roubaix (7 de abril), La Lieja-Bastoña-Lieja (21 de abril) y Lombardía (12 de octubre).
La cita con el Poggio de San Remo
Es la clásica que siempre ha interesado más a los velocistas, los que creen que apretando el culo al sillín y dando lo máximo en la corta pero explosiva subida al Poggio de San Remo será capaces de apuntarse el mejor esprint de su vida, mucho mejor que ganar una etapa con llegada masiva en el Tour, la Vuelta o el Giro.
Pero son conscientes, también, que los ‘elegidos’, las glorias del pelotón no llevan precisamente ruedines en sus bicicletas y un cambio de ritmo en el Poggio puede acabar con sus ilusiones de levantar los brazos como ganadores de la Milán-San Remo.
Y es aquí donde surgen dos nombres por encima del resto, los de Van der Poel y Pogacar, el maestro de las clásicas y el ciclista más completo, el dúo que mantendrá en vilo a todos los aficionados. ¿Será capaz Van der Poel de ganar por segunda vez consecutiva en San Remo? ¿Podrá Pogacar con un demarraje en el Poggio o hasta con un ataque lejano, por ejemplo, en la Cipressa, presentarse en solitario a la meta y anotarse el triunfo?
Van der Poel en este 2024 se ha apuntado a todas las clásicas, incluida la Lieja-Bastoña-Lieja. Pogacar, en cambio, ha renunciado a los adoquines de Flandes y sólo afrontará el reto de Lieja después de la Volta (del 18 al 24 de marzo) ya que quiere centrarse en la preparación del Giro (del 4 al 26 de mayo). Sin embargo, después de haber hecho quinto y cuarto los dos últimos años, el fenómeno de Eslovenia no renuncia a la victoria en San Remo. Es, además, el único ser humano que monta en bicicleta capaz de destrozar la prueba en la distancia, aunque sabe que muy mal se le tienen que poner las cosas a Van der Poel para que no pueda seguirlo.
El abuelo Pou-Pou
Van der Poel ganó hace un año en honor a su abuelo Raymond Poulidor, vencedor en 1961, segundo en 1964 y quinto en 1968. Lo hizo para mejorar los registros de su padre Adrie, que fue dos veces séptimo en las calles de San Remo, y sabedor que con la casaca arcoíris como campeón del mundo tendrá un doble honor si supera al resto de contrincantes.
Ambos, sin embargo, deberán mirar por el rabillo del ojo a velocistas de la calidad de Mads Pedersen o Jonathan Milan, enrolados ambos en el Lidl, o de eternos aspirantes a la ‘classicissima’ como Filippo Ganna, o de Christophe Laporte, que correrá con la jefatura del Visma a cuestas, lo que es un punto extra de motivación. Y hasta Van der Poel, si ve que no va todo lo fino que desearía, puede permitirse el lujo de ayudar a ganar a su compañero Jasper Philipsen, tal como hizo el año pasado en los esprints del Tour.
Hay más aspirantes, claro, pero no caben todos en este artículo, sobre todo si se desean recordar las siete victorias de Eddy Merckx, entre 1966 y 1976; los tres triunfos de Óscar Freire (2004, 2007 y 2010) o la épica de Miquel Poblet, ganador en San Remo los años 1957 y 1959. Así que lo más aconsejable es preparar un buen aperitivo (con o sin cerveza ya depende de los intereses personales) y enchufarse ante el televisor para no perderse la magia de la ‘classicissima’.