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Las historias criminales de Carlos Quílez

Carlos Quílez (Barcelona, 1966) ha publicado “Condenados relatos (Más mala vida)”, tercera parte de una saga iniciada en 2008 con “Mala vida”, Premio Rodolfo Walsh, y que continuó en 2016 con “Sigue la mala vida”. Tal vez los títulos de estos textos obedezcan a que él siempre se ha considerado “un periodista de la mala vida”, pues ha pasado más de treinta años pegado a víctimas, policías, delincuentes, jueces, fiscales y abogados. Actualmente coordina la sección de sucesos del programa “Y ahora Sonsoles” en Antena 3, pero antes estuvo al frente de la sección de tribunales y policías de la Cadena Ser, para pasar a ser director de análisis de la Oficina Antifraude de Cataluña.

En “Condenados relatos” prosigue la línea marcada por las dos entregas anteriores y nos narra historias que ha conocido –y en ocasiones sufrido– de primera mano. El volumen lo componen 18 relatos de no ficción, unos son vivencias personales y en otros cede página y palabra al protagonista para que relate su experiencia vital, carcelaria, criminal o procesal. El objetivo de Quílez es triple. Por un lado, sigue desgranando todas las posibles facetas de ese poliédrico fenómeno que es el crimen. Por el otro, pretende comprender situaciones y protagonistas, para responder por qué esos individuos emprendieron un camino sin retorno. Y, por último, es un libro denuncia, pues plantea que “el sistema represivo, sobre todo el penitenciario, no funciona”. De ahí que el libro arranque con una frase del personaje que interpreta Morgan Freeman en “Cadena perpetua”: “¿Si estoy rehabilitado? Para serle sincero no tengo la menor idea de los que eso significa. Para mí solo es una palabra inventada, inventada por políticos para que jóvenes como usted tengan trabajo y lleven corbata”.

Quílez ha querido que algunos de sus protagonistas tengan voz: así, leeremos declaraciones de Sandro Rosell, después de pasar dos años en prisión y ser absuelto por los tribunales; de Rosa Peral, la protagonista del llamado “crimen de la Guardia Urbana”, clamando por su inocencia tras ser condenada a 25 años; o de Jesús Contreras, llamado “el atracador del chándal”, que confiesa que su película favorita es “El precio del poder”, protagonizada su admirado Al Pacino. También cede espacio a Emmanuel, un antiguo dirigente de la Mara Salvatrucha, que cuenta sus vivencias desde su ingreso en una de las bandas más peligrosas del mundo, para llegar a la conclusión de que la Mara “siempre se come y absorbe a los que somos débiles de la mente” (p. 216). De la peligrosidad de esta mafia tatuada ya supimos por la pluma de Rafael Ramírez Heredia en “La Mara”, premio Dashiell Hammett 2005. Lo anterior es un ejemplo de cómo la literatura se adelantó al poder y analizó el fenómeno de las maras, en concreto de la M-13, antes de que un presidente como Nayib Bukele declarase la guerra a esas peligrosas pandillas.

En los libros de Carlos Quílez hay mucha información, pero también hay un hueco para las emociones y sentimientos. Así, nos ilustra sobre las otras víctimas del crimen: la vida de las madres corajes, como Ángela, luchando contra los elementos, o cómo el amor y la desdicha ha seguido en la vida de Mercedes, desde que se unió de niña al “atracador del chándal”. Esa es la razón por la que retoma lo sucedido en el tardofranquismo con Salvador Puig Antich en un juicio sin garantías por el que se le condenó a muerte, o nos facilita una serie de detalles desconocidos sobre el secuestro de la farmacéutica de Olot.

En las 18 historias que nos presenta, planea como una radiación de fondo la posibilidad de la reinserción; la heroína, la cocaína y las adicciones en general; el momento en el que un individuo decide dar un paso, con pistola o sin ella, en un camino sin retorno al infierno; también veremos “las arrugas en rostros quemados por el sol, y ajado por la mala vida, que nos informan de que una existencia terrible, marcada por la cárcel, la muerte, la droga y el fracaso” (p. 179) y, por último, la eterna pregunta sin respuesta, “¿Somos sucios por naturaleza o es la sociedad la que nos embrutece?” (p. 13).

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Condenados relatos

Carlos Quílez

Alrevés, 242 páginas, 20 euros 



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