En una surrealista y caótica tarde, digna del viejo Barça nuñista, (con periodistas montando guardia en la sedes de las reuniones) Joan Laporta selló ayer la continuidad de Xavi hasta 2025 en una cumbre que se celebró en su domicilio particular.
Caótica porque el entrenador estaba fuera del club durante algunas horas, tal y como deseaban ciertos sectores de la directiva, pero, al final, se quedó gracias a la decisiva intervención de Alejandro Echevarría, que no tiene cargo alguno en la entidad, pero sí una influencia cada vez más grande.
Y surrealista porque el presidente, que tenía planeado un recambio de fuera, al margen de la vía Márquez, se desdijo en el último momento para avalar a Xavi, el único técnico que se despidió a sí mismo en la historia contemporánea del Barça.
Los cinco del 27 de enero
Anunció en enero que se iba porque era “cruel” ejercer de entrenador del Barça. Pero luego, coincidiendo con la recuperación del equipo que no se concretó en ningún título, entendió que había argumentos para continuar en el cargo.
Cuando dijo que se marchaba (“todos estamos más tranquilos al saber que tengo fecha de caducidad y ¡yo también!,” argumentó no hace ni dos semanas), renunciaba al salario del año de contrato que le quedaba. Y eso ha sido también un factor determinante a la hora de madurar el cambio de decisión, unido a la posibilidad de pilotar a esa generación de jóvenes que impulsó.
En la casa del presidente
Un cambio aceptado por el club, quien había trabajado en la búsqueda de otros entrenadores desde el pasado mes de enero, aunque la terna se reducía a Rafa Márquez y Hansi Flick, el primer nombre que surgió. Pero todo se aceleró en un miércoles que emparentó al Barça con los tiempos de Núñez.
Antes, las negociaciones se realizaban en el despacho profesional del entonces presidente (1978-2000), situado en la calle Urgell. Ahora, todo sucedió en el domicilio particular de Laporta, ubicado en la zona alta de Barcelona. Aunque, en realidad, empezó en la ciudad deportiva de Sant Joan Despí.
Allí se habían citado Xavi, que había dado libre en la plantilla, con Deco, director deportivo y su jefe directo. Poco más de una hora de reunión y después, cada uno por separado, abandonaron el recinto para encontrarse en la casa del presidente. Allí estaban ya Rafa Yuste, vicepresidente deportivo, y Alejandro Echevarría.
O sea, volvían a coincidir las cinco mismas personas que estuvieron en el vestuario de Montjuïc el pasado 27 de enero cuando el entrenador anunció que se iba porque era necesario “un cambio de dinámica” en el club, con el objetivo de liberar a los jugadores.
Vivir al día
En esa cita, que se alargó hasta la cena, con la llegada de forma escalonada de los otros tres miembros de la comisión deportiva que faltaban (Joan Soler, Bojan Krkic y Enric Masip). Todos ellos citados de forma urgente para asistir a la primera gran cumbre en que se celebró la noticia y se diseñaba la planificación deportiva de la próxima temporada. Aunque un sector de la junta, que se reunió también ayer, pensó que eran las horas finales de Xavi. Erraron todos.
Erraron todos porque en un improvisado ejercicio de supervivencia Laporta renunció a uno de sus principios básicos. “Perder en el Barça trae consecuencias”, solía decir el presidente. Pero no ha sido así. El equipo ha cerrado el curso en blanco tras dejarse la Supercopa con el Madrid (4-1 en Riad), la Copa con el Athletic (4-2 en San Mamés), la Champions con el PSG (1-4 en Montjuïc) y la Liga con el Madrid (3-2 en el Bernabéu). Y tres días más tarde de despedirse de todo, Laporta avalaba a Xavi porque las opciones que tenía a su alrededor no le satisfacían.
Y el técnico que dimitió en enero para irse en junio seguirá, sin embargo, una temporada más completando una trama nunca vista en el club, obviando ese entorno “tóxico” que le hacía, según él, la vida imposible. Xavi quería continuar. Y se sale con la suya en un caótico Barça que vive al día, improvisando sin parar.