Search
Close this search box.

La voz de la democracia

Los años de la primera mitad del siglo pasado resultaron críticos en la evolución política de Europa. Los acontecimientos de aquel tiempo han permanecido vivos desde entonces en la memoria colectiva y aún en la actualidad son traídos a colación con frecuencia en el debate público. Cada día se comprueba que los españoles no somos ajenos al hecho. Pero, por otro lado, nuestro caso es una excepción. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, en todos los países del occidente europeo situados más allá de los Pirineos tomaron derroteros democráticos, por una u otra razón, mientras que la sociedad española concluyó su última guerra civil sometida a una dictadura, de la que solo consiguió liberarse casi cuatro décadas después, cuando en 1978 aprobó en referéndum la Constitución vigente. El golpe de estado de Primo de Rivera ya había apartado a España de la senda democrática en 1923. El régimen franquista supuso el fracaso definitivo de todos los intentos de democratizar el sistema político que se sucedieron antes, incluido, con las debidas objeciones, el de la II República. La crisis de la Restauración se saldó con la derrota sin paliativos de los demócratas. Fue un momento crucial de la historia de España. La democracia no pudo ser y los españoles iniciaron una larga espera entre dos dictaduras, una guerra y fuertes convulsiones.

La trayectoria vital y política de Melquíades Álvarez atraviesa la coyuntura histórica referida de principio a fin. Fue protagonista principal y víctima de la causa por la democracia de una manera ejemplar. Dedicó sus mayores esfuerzos a convertir el régimen fraudulento de la Restauración en una democracia liberal auténtica, murió preso, tiroteado sin compasión por milicianos a las pocas semanas del 18 de julio y luego quedó sepultado en el olvido por el repudio de las izquierdas y las derechas. Este es el resumen de la vida y la suerte que corrieron muchos demócratas. Melquíades Álvarez forjó su personalidad política en las filas del republicanismo histórico, bajo la influencia de la Institución Libre de Enseñanza, que recibió a través de Gumersindo de Azcárate, Giner de los Ríos y de los profesores liberales del Grupo de Oviedo. Reunió a la generación del 14, la de Ortega, en torno al Partido Reformista, del que fue líder indiscutible hasta su disolución. Levantó grandes expectativas, que nunca se cumplieron. El Rey lo llamó a consultas varias veces, pero no llegó a formar parte de ningún gobierno. En realidad, sus fuerzas eran muy limitadas. Su partido solo estaba bien implantado en Asturias, donde conseguía la mayoría de los escaños de su grupo, que en total osciló entre 5 y 20 diputados. Cierto es que él mismo adoptó algunas prácticas de caciquismo clientelar que denunció en Alejandro Pidal, su primer gran adversario en la región, y que penduleó formando alianzas con los liberales, las izquierdas y hasta la derecha católica ya en la II República, pero siempre afirmó la primacía de los valores y las instituciones de la democracia liberal y representativa. Siendo republicano, pero pragmático y posibilista, no dudó en explorar la opción de una monarquía democrática, lo que provocó una rotunda amonestación de Azaña.

El nombre de Melquíades Álvarez evoca la oratoria política en su máxima expresión. Clarín, que lo apadrinó, Galdós y Azorín se rindieron a su maestría en el uso de la palabra hablada, de la que no tenemos registro sonoro. Apenas dejó obra escrita. Pero más que por el embeleso que causaba en la audiencia con sus vehementes declamaciones, Melquíades Álvarez merece ser recordado, sin ambages, como un firme precursor de la democracia en España, en tiempos muy difíciles, que acabó frustrado, como tantos, inclinándose hacia posiciones conservadoras, pero sin dejar de ser un demócrata. Es lo que se desprende del libro del historiador Francisco Balado, que ha rastreado hemerotecas y archivos para componer la biografía personal y política más completa y documentada de las numerosas publicadas hasta la fecha sobre el jurista y político asturiano.

cultura


Melquíades Alvarez

Francisco M. Balado Insunza 

Marcial Pons, 522 páginas, 33 euros



Source link