“Saluton, kiel vi fartas?”, se presenta Fabián Jiménez. Frente al asombro habitual de descubrir una lengua nueva, hay algo en ella que resulta familiar. Recuerda al catalán, al italiano, al polaco, al rumano… De hecho, poco y mucho tiene de ellas: se trata del esperanto, el idioma artificial que el oftalmólogo Ludwik Lejzer Zamenhof creó 1887 con el objetivo de que todo el mundo pudiera entenderse sin importar su procedencia. Sin embargo, pese a la ambición de este deseo, sólo dos millones de personas continúan utilizándolo. Fabián es una de ellas y, como buen apasionado, ha decidido transmitirla a sus alumnos.
Desde 2019, lidera una iniciativa singular en España: el IES Almenara de Vélez-Málaga es el único centro del país en ofrecerlo oficialmente en su oferta educativa. Aunque, ojo, ya hay otros interesados en incorporarlo a sus planes académicos. “El proceso no es complicado, el verdadero desafío es que alguien escoja esta asignatura”, sostiene. Él lo ha logrado. Y con éxito.
Primer apunte: “Por sus características, puede aprenderse en un periodo muy breve. Los hispanos tienen ventaja ya que existen similitudes en el vocabulario”. Y segundo: “El fin no es competir con el inglés o el francés. Tenemos que verlo como una ayuda al estudio de cualquier lengua. Vendría a ser algo así como un calentamiento antes de hacer deporte”. Sus beneficios pedagógicos fueron la base sobre la que Fabián sustentó esta optativa, pero antes debía convencer al equipo directivo: así que, a través del programa Erasmus+, concebido para fomentar el intercambio entre profesores, redactó un plan que le permitió viajar por Europa para formarse con otros docentes de esperanto.
En Polonia y Croacia, por ejemplo, ya está acreditada como Patrimonio Nacional Inmaterial. En Hungría, Brasil y China se enseña de modo usual. Y si bien no es oficial en ningún territorio, la Unesco recomienda su conocimiento. A su regreso, la prioridad fue elaborar el currículo educativo.
En la actualidad, está disponible tanto en ESO como en Bachillerato. Y, hasta hoy, 60 escolares ya han aprendido a decir Bonan matenon (Buenos días), Dankon (Gracias) o Mi amas vin (Te quiero). “Centramos nuestros esfuerzos en los mayores para que aprovechen mejor las oportunidades. Es curioso porque, por lo regular, quien prueba se queda un curso más”, relata Fabián, adscrito al departamento de Geografía e Historia. Junto a Belén Camacho, de Filosofía, son los únicos que dominan el esperanto. Ahora bien, sólo él lo imparte. Su interés despertó en la infancia, cuando fabulaba con una jerga universal que aún no sabía que existía.
“Por aquel entonces, no había internet y lo máximo que encontré fueron dos líneas en una enciclopedia. En la universidad, decidí indagar más sobre el tema y, por los datos que leí, pensaba que estaba investigando una doctrina muerta. El sobresalto llegó cuando localicé un manual de los 70 que subrayaba que, en algún lugar, debía haber más hablantes”, cuenta.
Dos horas a la semana
Ocho horas al mes disponen los jóvenes del Almenara para introducirse en el universo esperantista. Lo normal es que se hagan con la gramática en días, de ahí que las jornadas se centren en abrazar la cultura. Su léxico procede principalmente de Europa occidental, mientras que su sintaxis y morfología muestran fuertes influencias eslavas. Los morfemas son invariables y pueden combinarse de forma casi ilimitada para crear una gran variedad de palabras. Motivo por el cual comparten tanto con lenguas aislantes como el chino, el sango y el vietnamita.
En cambio, su estructura interna recuerda a lenguas aglutinantes como el japonés, el suajili y el turco. El alfabeto es fonético y se escribe con una versión modificada del latino. “Es una materia transversal cuya meta no es memorizarla sino usarla para otros fines: grabar vídeos, crear avatares, hacer memes, organizar congresos, viajar…”, explica.
¿Cuánto tiempo se necesita para comunicarse? Según Fabián, semanas: “En mi caso, con una lección diaria, en un mes ya era capaz de conversar. Respecto a los estudiantes, tal y como está diseñada la programación, lo común es que terminen con un B1. Los más brillantes alcanzan, incluso, un B2. Sin olvidar que los sistemas, las funciones y los conceptos que adquieren son extrapolables a sus clases de español, inglés, francés, latín… por pura analogía. Permite una comprensión más profunda de las lenguas nacionales al eliminar todos los elementos históricos y superfluos que existen en ellas”.
Es por ello que muchos han bautizado al esperanto como el yoga de los idiomas. Su historia, además, va ligada a los valores de pacifismo, diálogo, respeto y solidaridad. Siendo su actividad uno de los movimientos pioneros en la construcción europea y la promoción de la paz.
Centro de referencia
Julio Verne, León Tolstói, Miguel de Unamuno, Charles Chaplin y Juan Pablo II fueron algunos de los abanderados más célebres que tuvo el esperanto. No obstante, el proyecto no terminó de cuajar. En parte, por motivos políticos. “Hitler y Stalin internaron en campos de concentración a sus hablantes durante la Segunda Guerra Mundial, lo que supuso un golpe letal para este fenómeno. Asimismo, cuando la Sociedad de Naciones votó introducirla en las escuelas, Francia vetó la propuesta”, concluye Fabián, que ha ido armando en el instituto una interesante biblioteca repleta de libros, revistas y publicaciones especializadas.
El futuro pasa por mantener viva la asignatura y, en consecuencia, convertir al Almenara en el centro de referencia en España. “Ojalá más profesores se animaran a sacarla adelante, así podríamos crear una red educativa”. Hasta entonces, Fabián y los suyos seguirán siendo los únicos en hacer suya la lengua de la Tierra. O la Tero… que se entiende mejor.