Gary Lineker fue un estupendo charrán del gol y hoy es un reputado analista futbolero. Dejó una tonelada de goles y un aforismo universal: “El fútbol es un deporte en el que juegan once contra once y siempre gana Alemania”. Salvo que esta Eurocopa lo remedie es hora de que el exazulgrana afine su sentencia: “En el fútbol siguen jugando once contra once y nunca vence Inglaterra”. No hay mayor arcano en este juego.
¿Cómo explicar que en 152 años de vida a Inglaterra, embrión del fútbol, solo le luzca el Mundial doméstico de 1966? ¿Cómo concebir el barbecho de la representante de la liga más célebre y ricachona del planeta? Su triunfo ante Serbia, reducido a un asalto de Bellingham y la nada oscura, fue decepcionante. Futbolistas no le faltan, pero tampoco en etapas anteriores, de chasco en chasco hasta el infinito.
Tras el presunto gol de Hurst en la final de Wembley en el 66, cabía esperar un reinado inglés. Banks, Moore, los hermanos Charlton, Ball, Stiles, Greaves y Hurst no pasaron de semifinales en la Eurocopa de 1968. Entre 1977 y 1984, el Liverpool, el Nottingham y el Aston Villa se apuntaron todas las Copas de Europa menos la lograda por el Hamburgo ante la Juve en 1983. Los tiempos de Shilton, Viv Anderson, Hoodle, Robson, Francis, Keegan, McDermott… Más bajonazos. Todos juntos no sumaron.
Para aliviar el trauma, Inglaterra importó la Eurocopa de 1996 –“el fútbol vuelve a casa”, era la proclama-. Seis años antes, en el Mundial de Italia de 1990, con Waddle, Lineker, Barnes, Beardsley y Gascoigne, los ‘Three Lions’ se habían quedado a un metro de la final. Con el mismo cesto y el abrigo de todo el país la Euro iba a ser la catapulta. Un espejismo. Otra semifinal y punto. En la segunda edición en su patio particular, la de 2021, al menos alcanzó la final, pero Italia la fulminó en los penaltis, suerte que se les atraganta (siete derrotas en nueve ruletas entre Mundiales y Eurocopas). En lo que va de siglo se alistaron Owen, Beckham, Scholes, Gerrard, Lampard… Otro patinazo.
No ha habido pócima mágica. Inglaterra tampoco dio con la tecla cuando matriculó a técnicos extranjeros, casos del sueco Sven-Goran Eriksson y el italiano Fabio Capello. Otro fiasco. Ya no es casual que ningún entrenador inglés haya conquistado la Premier desde que es Premier (92-93). Ni que ninguno triunfe a lo grande por el continente.
Ni antes ni después del aperturismo de la ley Bosman. Inglaterra sigue sin despegar. Un fútbol muy viciado por sus atávicas rutinas, sostenían algunos expertos. La influencia externa (Wenger, Pellegrini, Pochettino, Mourinho, Klopp, Guardiola…) tampoco ha supuesto una enmienda por ahora. Ni los chorros financieros desde Estados Unidos y Oriente Próximo.
No faltan quienes argumentan que en Inglaterra el fútbol lo vertebran los clubes, que desde 1968 a 2023 lucen tantas Copas de Europa como el Real Madrid (15). ¿Entonces, por qué esas mareas -a veces tan indeseables- de seguidores de los ‘pross’ y la máxima cobertura mediática inglesa a los grandes torneos internacionales?
Ahora, en Alemania, es el turno de Kane, Foden y, sobre todo, el voraz Bellingham. El estreno inglés fue un bostezo, con un equipo confuso y medroso tras el tanto del madridista. Un futbolista total, de suela desgastada, ubicuo donde los haya. Un jugador al que a nueve días de los 21 años no parece abatirle cargar con la abrumadora mochila inglesa: una final en 22 Mundiales y otra en 16 Eurocopas. Con otro siniestro en esta Euro, a Inglaterra siempre le quedaría recurrir a quien no ha ocultado su deseo de dirigir una selección: Pep Guardiola.