El fútbol sin intriga, deshuesado, es como el champán sin burbujas. No hay garrafón en una Eurocopa, pero sin drama a la vista, una España de teloneros cumplió sin más con el trámite ante una Albania sin dictado, pacata y muy llana hasta el bajonazo español en el segundo acto. Entonces, una España llagada le dio una sobredosis de optimismo, aunque de nada le sirvió y acabó en la cuneta. A la España B se le hizo muy largo el partido. Y al grupo de Sylvinho muy corto. La Roja, aupada por un gol de Ferran y con algo de cháchara al comienzo, se volvió borrosa. Su adversario, repleto de nómadas con ciertas raíces patrias, se sintió cerca del paraíso tras haber competido con determinación con Italia y Croacia. Eso sí, España, como en la Euro de 2008: tres de tres.
De la Fuente solo dio carrete a Laporte. El resto, los teóricos secundarios dispuestos al grito de ¡presente! Una España con menos vértigo. Resulta difícil de ensartar de golpe a un pelotón de suplentes. Otro volumen, sin Nico Williams y Lamine, para los que no hay gemelos. Ferran, por la derecha, y Oyarzabal por la otra orilla, no tienen las turbinas de los titulares. La profundidad, a pies de dos laterales como ventiladores, casos del infinito Navas -38 años y 216 días, el más veterano en un duelo oficial de los españoles- y Grimaldo.
Por ahí debía remar la Roja, sostenida sin atolladeros por los intendentes Zubimendi y Merino, con Dani Olmo como subsidio de los atacantes. El jugador del Leipzig tiene catálogo para cualquier puesto de vanguardia. Tiene velocidad, pie clínico para asistir y mala uva ante el gol. Lo sabe Laporte, que con su buen tino se saltó varias escalas de la trinchera albanesa y conectó con Olmo. El catalán citó a Ferran Torres, que picó al espacio del lateral zurdo contrario y ejecutó un disparo con la izquierda que resultó terminal para el meta Strakosha. Ferran siempre fue capaz de intimar con el gol. Juegue poco o mucho, sus promedios le distinguen.
No hubo réplica de Albania, con mucho miramiento, pese a que la posible clasificación para octavos no era una opción marciana. Sin grandes alardes, la Roja, firme pero menos mucho menos cosmética que en las dos jornadas precedentes, llevaba el partido por la pechera. El grupo de De la Fuente avivaba bien el juego, pero le sobraba fogueo. Sin una pizca de Oyarzabal, al que le faltan recursos para el extremo, donde resulta elemental, el picante se reducía a Olmo, Joselu y Ferran, asistidos una y otra vez por Navas y Grimaldo. Enfrente, un remate lejano de Asllani a un paso del intermedio, fue el único pellizco albanés cerca de David Raya durante el primer periodo. Más convincente en la parada que minutos antes con los pies, tras una carambola con Laporte que casi le cuesta una condena. El creciente Vivian evitó cualquier otro asombro albanés hasta el último estirón de los de Sylvinho.
En un partido sin mayores flechazos, Joselu estuvo cerca del gol del campeonato. El madridista armó un remate de trapecista que se le fue por una pulgada. Para entonces, De la Fuente había relevado a Laporte, al que conviene abrigar, por Le Normand, con el riesgo de que el realista ya cargaba con una tarjeta.
A la hora también tuvo pista Fermín, el jugador de campo que faltaba por pisar la Eurocopa. Al barcelonista le tocaron los minutos más deslustrados de España. Albania metió otra marcha, con la Roja cada vez más ambulante. Raya tuvo que esmerarse de nuevo, esta vez ante una tralla de Broja. Ante el declive, De la Fuente alistó a Morata y Lamine, piernas frescas para un arreón definitivo. A España ya le faltaba la pelota, dispuesta a un encuentro de trazo largo, con ida y vuelta. En ocasiones para bien, a esta selección le cuesta más sedar el juego. Lamine amenazó en un par de oportunidades, pero no dio con el picotazo final y Albania, con lo que tiene, que no es mucho, le puso mordida. Broja tuvo angustiado a Raya con disparo cuando caía el telón. Insuficiente ante una España que va como un tiro, que suma hasta en su noche más pedestre.