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La espectacular ruta del Gollizno en Granada entre puentes colgantes y pasarelas de madera en la montaña


Entre todos los lugares de expansión de la provincia de Granada, y desde luego abundan, uno de los más entretenidos es la Ruta del Gollizno, en la localidad de Moclín, que tiene poco más de 1.700 habitantes y está en la comarca del Poniente, a unos 50 kilómetros de la capital.

El adjetivo de entretenido se lo gana a pulso porque es un sendero donde el viajero se lo pasa bien. Tiene su puntito de aventura, que le proporcionan sus puentes colgantes y sus pasarelas de madera, pero a la vez es apto para todos los públicos, no es en absoluto peligroso. Y además, el sendero permite a quien lo hace estar en contacto directo con la naturaleza y con unos paisajes realmente bonitos.

Se trata de un sendero circular y llegar al punto de inicio es fácil porque está bien indicado. Desde el centro del pueblo se baja por la calle Esperanza y pronto aparecen los carteles que indican la cercanía del PR-A 84, que así se llama oficialmente. Y llegados al punto de partida, se puede tirar en una dirección o en la contraria, porque como ya se ha dicho es circular.

Su longitud total es de unos ocho kilómetros y los más presurosos lo hacen en un santiamén, pero lo suyo es pararse a oler las flores, como se suele decir. Tomárselo con calma, observar los detalles y ese tipo de cosas. Así, el recorrido puede hacerse en tres o cuatro horas.

No faltan alicientes. En el tramo inicial, que baja hasta la pedanía de Olivares, se disfruta de la calma del valle del Río Velillos, de los olivos que observan a los caminantes y de monumentos como la ermita de las Angustias.


Uno de los puentes colgantes que hay que atravesar; aunque pueda parecerlo, no es nada peligroso


ideal

Como casi todos los senderos, tiene subidas y bajadas. Lo de ascender no es del gusto de todos, pero a lo mejor recompensa saber que, llegado al mirador de Olivares, las vistas son magníficas. Se divisa Sierra Nevada, que hasta que en mayo o junio llega el deshielo hace honor a su nombre, y un poco más adelante hay un área recreativa donde se puede parar y recuperar fuerzas.

El recorrido continúa y para proseguir hay que cruzar un puente colgante de madera, nada peligroso, por el que se llega a la garganta conocida como los Tajos de la Hoz. Se verá con claridad que la vegetación, ahí, es bastante distinta. Los olivos ceden el paso a especies más frondosas como los chopos.

Después se llega a una de las mencionadas pasarelas, también de madera, que discurre sobre el río Velillos. Es un paraje siempre espectacular pero desde luego mucho más en primavera, porque en verano está más seco, el caudal es mínimo y, para qué negarlo, hace calor.

La siguiente parada, después de un ascenso potente pero llevadero, es la Fuente de la Corcuela. Cerca de allí hay unas cuevas donde se han encontrado pinturas rupestres, en concreto del periodo neolítico, lo que indica que los antiguos ya sabían que era un buen sitio para vivir. Se pueden visitar, aunque eso implica desviarse.

Tanto si se hace como si no, después toca volver a la vereda principal y afrontar la última parte del trayecto, que permite ver el castillo de Moclín y los restos de sus murallas. Junto a ellas está la Iglesia de la Encarnación, donde se guarda la principal reliquia del pueblo: el cuadro del Santísimo Cristo del Paño.



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