Mateo nació en el hospital Puerta de Hierro de Majadahonda en junio de 2012 y en 2015, cuando sus padres decidieron cambiar ese municipio por el de Hoyo de Manzanares, La Pedriza hizo el resto del trabajo. Mateo Gil, ahora tiene 11 años, va al colegio, le gusta jugar al fútbol y a los videojuegos, aunque su pasión y día a día se lo lleva la escalada. Actualmente forma parte del PROTES (Programa de Tecnificación Escalada de la Federación Madrileña ) y el año pasado saltó a la ‘fama’ por haberse hecho el ‘Mater Misericordia’ (8a) de la Pedri con tan sólo 10 años. Es un caso aparte del éxito de la escalada entre los más pequeños de la casa.
“No fuimos ese día a la Pedriza con la intención de intentar la Mater, habíamos hablado medio en broma sobre esa posibilidad y Mateo me había dicho en más de una ocasión que él quería hacerla. Hablábamos por hablar, pero los dos sabíamos que era perfectamente posible. Ese día estaba escalando bien y quiso meterse a vista a poner cintas… Dudé un segundo y le dejé. Cayó estando de pie encima del invertido -ya muy arriba-. Al final fueron 5 pegues y significó su primer octavo con 10 años y un cambio radical en su actitud a la hora de afrontar vías duras. Ese día comprobó que podía y ahora tiene 11 años y una decena de octavos y hablamos medio en serio medio en broma de hacer la segunda de Territorio Comanche… Ya veremos , es una excusa como otra cualquiera para ir juntos con los amigos a la Pedriza que es lo que de verdad nos gusta”, explica Joaquín, su padre.
Joaquín y Sabina, su madre, no son escaladores de siempre. Mateo no lo llevaba en la sangre desde el vientre, sino que el gusanillo se le metió a toda la familia por igual -incluyendo a su hermana, Vega-. “Acabábamos de empezar una vida nueva en un pueblo con bastante roca a mano -Hoyo de Manzanares- y donde había escaladores potentes y nos pareció un deporte perfecto para practicar en familia, tranquilos y en el campo”, explica Joaquín, que reconoce que a los meses ellos también comenzaron a engancharse a este deporte.
El “yo sí puedo” de la escalada para los peques
“Es un niño feliz que hace feliz a los que le rodean… bueno, esto habría que preguntárselo también a Vega”, indica Joaquín entre risas. Él y Sabina apostaron por la escalada como desarrollo de sus pequeños porque es un deporte en el que, entre otras cosas se desarrolla el “yo sí puedo. La escalada ayuda como pocos deportes a los niños a creer en sus posibilidades y en sus capacidades. A creer en sí mismos, en definitiva. Aprenden que por donde parecía imposible subir, con ganas, esfuerzo y constancia al final se sube. Y son ellos solitos los que se enfrentan a esa pared imposible y la consiguen encadenar”.
Entonces, ¿recomiendas a otras madres y padres que lleven a sus hijos a un rocódromo? “Más que llevar a sus hijos les recomendaría que fueran ellos mismos a trepar y, por supuesto, que también se llevasen a sus hijos para que aprendan con ellos. Es muy divertido aprender a escalar a la vez que tus hijos y ver cómo progresan mucho más rápido que tú… Y comprobar cómo, por mucho que te esfuerces, te adelantan antes de lo que creías”.
El complejo tema de la competición
A partir de aquí, Mateo es un alumno aventajado que no debe ser comparado con otros peques, su caso ha sido una excepción que le ha llevado a la vía de la competición de una manera prematura. Y, en este sentido, se abre un nuevo melón para Joaquín y Sabina a la hora de gestionar todo lo que ello conlleva para quien en este junio cumplirá sólo 12 años. “La verdad es que soy muy novato en este sentido y sinceramente lo gestiono como puedo. Es cierto que los niños tienen sus entrenadores y, a veces, lo único que tenemos que hacer es dejarles tranquilos… Pero no es tan fácil: primero tienes que creerte lo que le quieres transmitir a tu hijo porque si no a él no le vas a convencer”.
Joaquín no rehúye de que disfrute también de esa parte competitiva que ofrece el deporte. Es la más dura por la presión que puede generar, pero también muy gratificante cuando llega un éxito. “Yo le digo que es el mejor escalador del mundo porque me lo creo y porque pienso que para ganar es fundamental creérselo. Al mismo tiempo sé que hay escaladores iguales y mejores que él y es importante que él también lo sepa. La competición son sólo resultados, ahora hay que aprender a ganar y a perder y ser feliz cada día trabajando. Eso sí, si no eres capaz… no compitas”. Joaquín ve este lado de la competición también como parte del camino del desarrollo y la felicidad y aplica de manera natural que si ese camino no gusta, es mejor no forzar e ir por otro.
En cuanto a Mateo, con sus casi 12 años, expresa que “la escalada es todo para mí. Aprendí a escalar casi a la vez que a andar y me siento muy afortunado de que mis padres decidieran eso para mí. Me encanta escalar vías con buen patio, el hecho de estar en mitad de una vía… Sólo tú y la roca, genera en mí una sensación de paz y tranquilidad, de armonía y al mismo tiempo un sentimiento de superación personal para lograr encadenar y no caer. Todo esto hace que me guste tanto la escalada”.
No parece que el que se expresa así sea un niño de 11 años, aunque el padre admite que su madurez parece desarrollarse con todo lo relativo a la escalada, y sin los pies de gato vuelve a ser más un pequeño con sueños. “Me encantaría dedicarme a escalar, pero creo que no es fácil vivir de la escalada así que mi ‘plan B’ es el GERA (Grupo Especial de Rescate en Altura), que tampoco es fácil, pero te permite seguir en contacto con la montaña y tener tiempo para escalar”. Mateo apunta alto.