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La ambigüedad de la máquina

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La tecnología da, pero también quita. Resuelve unos problemas y crea otros. El ejemplo perfecto es el automóvil. Acorta las distancias y procura un viaje más confortable, pero genera polución e impone el diseño de las ciudades. Las creaciones tecnológicas no son solo nuevas unidades artificiales que vienen a poblar sin más un espacio en el planeta, sino que consumen, se relacionan con los humanos y desprenden el efecto de cambiar la vida y el mundo de las personas. Conviene, por tanto, andar con cuidado para no ceder al imperio de la tecnocracia y advertir a los papanatas que profesan una fe ciega en la tecnología de los peligros que cabalgan a lomos de las máquinas. El reto consiste en doblegar a todo invento para ponerlo al servicio de la humanidad y evitar que suceda al revés. Y esto exige plantarse ante la cascada de tecnologías que se nos está viniendo encima, tomar el control y con actitud analítica aprovechar lo benéfico y rechazar lo malicioso, como hicieron los japoneses durante siglos con las armas de fuego.

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