El líder de Nirvana, Kurt Cobain, murió en Seattle (EEUU) el 5 de abril de 1994. El cadáver del cantante no fue hallado hasta tres días después. La fecha de la muerte la determinó el forense, el mismo que zanjó el caso como un suicidio. Cumplidas tres décadas, el mito en torno a su figura no ha dejado de agigantarse, pero tampoco se han disipado las dudas sobre su trágico final, que algunos atribuyen a un asesinato.
Cobain, adicto a la heroína, se había fugado del centro de desintoxicación de Los Ángeles en el que había ingresado a regañadientes, empujado por su círculo más íntimo. Su desaparición hizo temer lo peor, y su esposa, Courtney Love, contrató a un detective privado para encontrarlo.
Tras coger un avión en el que se encontró a Duff McKagan, bajista de Guns N’ Roses, Cobain llegó a la villa que compartía con Courtney Love en el 171 de Lake Washington Boulevard East, en Seattle. Allí se voló la cabeza con una escopeta Remington que había adquirido a nombre de su amigo Dylan Carlson.
“Le había rogado que no lo hiciera, pero por desgracia también él ha querido apuntarse al club de los estúpidos”, dijo la madre del cantante, Wendy O’Connor, al enterarse de la noticia. Se refería al tristemente famoso “club de los 27”, al que pertenecen estrellas del rock muertas con esos años, como Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison o Brian Jones.
Los datos de este relato se incluyen en el libro de reciente aparición ‘Amor, muerte & rock ‘n’ roll’, en el que el veterano periodista musical italiano Ezio Guaitamacchi narra las últimas horas de 50 estrellas del rock, con sus intrigas y misterios. En él alude a los puntos oscuros que rodean a este caso. Entre ellos, que la sangre de Cobain contenía una cantidad de heroína tres veces superior a la dosis considerada letal para el ser humano, lo que le hubiera llevado al coma e impedido empuñar la escopeta. También, que no se hallaron huellas digitales en el arma ni en el bolígrafo con el que redactó la nota que dejó. El texto parecía escrito por dos personas, según algunos expertos,. La escopeta contenía tres cartuchos, cuando hubiera bastado uno solo. Por si fuera poco, alguien intentó usar las tarjetas de crédito del músico tras su muerte.
Cobain quería divorciarse de Courtney Love, con la que mantenía continuas peleas. Una abogada, Rosemary Carroll, declaró que Cobain le había pedido que excluyera a su mujer del testamento. El investigador que había contratado Love, Tom Grant, siguió investigando sin permiso de la cantante de Hole porque no le cuadraba la versión oficial.
Al margen de teorías alternativas, parece que la idea del suicidio llevaba tiempo en la atormentada mente de Cobain. Un mes antes, en un hotel de Roma, ya lo habría intentado con una mezcla de fármacos y champán. Y el 15 de febrero de ese año, en su última sesión de fotos en París, insistió en ser fotografiado empuñando una pistola simulada que había llevado al estudio.
Su nota final incluyó un verso de una canción de Neil Young (‘Hey Hey, My My’) que dice que “es mejor quemarse que desvanecerse”. Su prematura muerte, dice Ezio Guaitamacchi, ha transformado a Cobain en “una especie de Cristo punk muerto para redimir los pecados de la industria del espectáculo”. Se puede decir que no lo logró: la imagen de Nirvana ha devenido en un producto de consumo más, hasta el punto de que sus camisetas se venden en Zara.
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