Julián Calero no es un hombre, es el hombre que actualmente lleva al levantinismo a aspirar a lo máximo, a ser positivos y optimistas. Además, el entrenador madrileño está siempre muy comprometido con la causa vaya donde vaya, y sobre todo, sabe cuándo acaban sus ciclos, todo por el bien del club. Siempre que ha dirigido a un equipo siempre le ha hecho ir a mejor, ser más competitivo e incluso luchar por puestos que estaban fuera de lo preestablecido al inicio de las temporadas, como con el Burgos CF. Sus números no son exageradamente buenos, no es el entrenador que ha inventado la fórmula secreta para ganarlo todo, pero, desde luego, sin su carácter y filosofía del positivismo extrapolado al fútbol, nada de lo que ha conseguido y está consiguiendo con el Levante sería posible. En el año 2018 comenzó su andadura por los banquillos como entrenador principal con el Navalcarnero en la antigua 2ª B. Descendió de categoría, pero el Rayo Majadahonda sabía de su potencial transformador de la mentalidad de sus jugadores. En la temporada 19/20 llega al club para devolver al Rayo a Segunda tras su ascenso en 2018. En sus primeros cinco partidos con ellos consiguió 10 puntos de quince posibles, su mejor registro hasta la fecha. Viajó a Burgos para entrenar durante tres años al club de la ciudad, su primer proyecto a largo plazo, pues estuvo tres temporadas. Siguió en 2ª B, pero su buen hacer les llevó a ganar la liga y tras una fase de grupos y unos play-off de ascenso logró la gesta que llevó al Burgos CF a ascender a la Segunda División. Aquel año consiguió 9 puntos en sus primeros cinco partidos.
Su segundo año en segunda división y último con el Burgos CF fue un completo despropósito, pero para bien. Por primera vez en la trayectoria de Calero su conjunto se mantuvo invicto durante las primeras once jornadas de liga. Nueve puntos de quince posibles tras dos victorias y tres empates le colocan como el mejor inicio en particular sin derrotas en los primeros cinco partidos.