Su irrupción en mundo olímpico ha situado la escalada en el panorama internacional de la alta competición. También ha hecho que un amplio público comience a interesarse por una modalidad que, aunque centenaria, se introdujo en el ámbito de la competición hace tan solo unas pocas décadas. Actualmente muchas personas ajenas al mundo de la montaña saben que el muro oficial de velocidad se escala ya en menos de cinco segundos, que Alberto Ginés es campeón olímpico y diferencian un “boulder” de una “vía”.
En cambio, el mundo de la escalada deportiva en roca sigue siendo el gran desconocido y patrimonio exclusivo de sus asiduos y de unos pocos expertos que todas las mañanas consultan los medios especializados y las redes sociales para informarse de las novedades.
9c, la máxima cotación
Los escaladores miden la dificultad de los recorridos que consiguen “encadenar” (ascender sin sufrir una caída ni ayudarse de nada que no sea la roca pura) con un número, una letra y un signo. Así, un 6a es algo más fácil que un 6a+, mucho más sencillo que un 7b y una broma frente a, por ejemplo, un 9a+.
Actualmente lo máximo propuesto es 9c y solo hay tres líneas y tres escaladores en el mundo que puedan presumir de esta graduación. Una de ellas, bautizada por su “encadenador” (el francés Seb Bouin) como DNA, se encuentra en las gargantas del Verdón (Francia), y las otras dos comparten escenario en Flatanger (Noruega); se trata de Silence (resuelta por el checo Adam Ondra en septiembre de 2017) y de B.I.G., a cargo del austriaco Jakob Schubert.
No es fácil explicar lo que implica hacer un movimiento o sujetarse de un solo agarre de una de estas vías. Algunos datos: Adam Ondra, uno de los mejores escaladores de la historia, trabajó Silence milímetro a milímetro durante cinco años, replicó algunos movimientos en el rocódromo de su casa y trabajó junto a un osteópata los gestos de la sección clave; Seb Buin pasó casi 200 días ensayando los movimientos de DNA y falló en ella 250 veces antes de cantar victoria. Para tener una idea más clara, un vistazo al canal de Jakob Schubert, quien transmitió en directo algunos intentos y también la escalada definitiva a B.I.G.
Nadie ha conseguido repetir ninguna de estas tres vías.
Camino a Noruega
Jorge Díaz-Rullo es un escalador madrileño que ha dedicado los últimos cinco años a recorrer Europa en busca de las líneas extremas de la escalada deportiva. Viviendo en su furgoneta la mayor parte del tiempo, cuenta con una colección brutal de 90 vías de noveno grado, entre ellas siete de 9b y dos de 9b+ (ahora mismo no hay más de doce líneas de 9b+ y solo ocho escaladores han escalado alguna de ellas). La lógica matemática nos dice que el siguiente paso evidente debe ser el 9c para Jorge.
Teniendo en cuenta que el primer 9a data de 1991, ¿qué supone avanzar un simple signo en el límite de la dificultad?: “Siempre he dicho que la graduación en la escalada es como un videojuego, cada vez es más difícil avanzar”, comenta Jorge mientras prepara su equipaje para volar a Oslo. “Al principio, es cuestión de días subir de nivel, pero esto cambia según vas mejorando, cada vez requiere más entrenamiento, mejorar pequeños detalles y es por eso que avanzar más allá del 9º grado puede llevar años. En mi caso, con 20 años escalé mi primer 9b y luego fueron cinco años para pasar al 9b+”.
¿Objetivo 9c?
Mientras ordena su material en la casa de sus padres de Vallecas, le preguntamos a Jorge sobre sus objetivos en Flatanger (nunca resulta fácil sacar este tipo de información de un escalador antes de un viaje y hay que saber leer entre líneas…): “Sinceramente, no tengo nada planeado. Ir, probar todo y dejarme llevar hacia lo que más me guste y me motive. No sé cómo es el sector ni el estilo, no sé cómo se me va a dar. No quiero ir con una idea y luego que me dé la colleja. Voy sin viaje de vuelta así que tengo tiempo para pensar y decidir qué hacer, iré explicando todo en mis redes sociales para quien quiera seguir mis progresos”.
—¿Algún entrenamiento especial para Silence o B.I.G.?
—Junto a mis entrenadores, Pedro [Bergua] y Ekhiotz [Alsasua], he planificado un par de meses de entrenamiento específico para Flatanger, he entrenado un poco más para ese tipo de agarres en concreto, algo muy diferente a lo que vengo escalando estas últimas temporadas por España. Pero nada específico para estas dos rutas.
—¿Qué info tienes de esas vías? ¿Has hablado con Adam Ondra o Jakob Schubert?
—Tengo mucha información, no solo de los escaladores que la han probado, sino de todos los vídeos que hay de esas vías y que no he parado de ver estas últimas semanas. Silence se ve muy dura pero también muy rara, sin embargo, creo que B.I.G. puede tratarse de una vía más de mi estilo. ¡Qué ganas de comprobarlo!
—10a… ¿seremos testigos?
—Creo que actualmente no hay nadie que pueda escalar un 10a. El nivel físico de algunos atletas es estratosférico y esto es por pura genética (además de mucho entrenamiento). No sé si aparecerán deportistas mucho más fuertes de los que hay ahora, ni si seremos capaces de avanzar mucho más en la graduación. Pero ¡ojalá lo veamos!
Jorge Díaz-Rullo
Con solo 25 años, el nombre de Jorge Díaz-Rullo es ya habitual en las noticias internacionales de escalada. Metódico hasta el extremo (calcula el tiempo exacto de su entrenamiento y descansos, cuida la alimentación y mide la humedad de la piel para poder entrenar y escalar más horas), su historial es impresionante. Jorge viaja –y vive muchos meses su furgoneta– por las zonas de escalada de Europa para resolver las propuestas más duras de sus paredes.
Es un atleta profesional y uno de los pocos escaladores que puede vivir en España de su deporte. Hace poco entró a formar parte del Equipo Sputnik, un proyecto paralelo lanzado por la cadena de centros de escalada que se puso en marcha en 2022 con el objetivo de investigar y ahondar en el conocimiento de la escalada desde diferentes disciplinas, mejorar el conocimiento científico de su entrenamiento, dirigir un equipo de deportistas de alto rendimiento y exportar la experiencia al mundo de la escalada en todos sus ámbitos y niveles. Jorge, además de apoyo económico de Sputnik, cuenta con la supervisión diaria de su equipo técnico, formado por entrenadores, psicólogo deportivo y fisioterapeutas.
Junto a Jorge, a Noruega viaja un equipo de producción audiovisual para documentar su paso por Flatanger, sus intentos a las vías más duras y, ojalá, su encadenamiento de uno de los 8c.