El británico Joe Thomas (1977) llegó en 2001 a São Paulo y trabajó durante diez años en la ciudad brasileña como profesor en un colegio de élite. Vivía al lado de la mayor favela, Paraisópolis, pero en una urbanización cerrada y con vigilancia (que no evitaba los robos y secuestros, constata). No fue hasta que volvió a Londres con su familia cuando intentó responder a través de la novela negra “por qué allí la violencia y la delincuencia están tan arraigadas”. El resultado fue el cuarteto de São Paulo, cuatro títulos independientes cuyo cierre, ‘Brazilian Psycho’ (Salamandra), es su carta de presentación en España.
De esta radiografía de un país corroído por la corrupción y el racismo, desde la miseria de las favelas hasta los exclusivos barrios ricos, habla estos días en el marco del festival BCNegra y, aunque el psicópata del título bien podría ser, admite, el expresidente Jair Bolsonaro, en realidad apela a muchos del centenar de personajes, reales y ficticios -policías honestos y podridos, delincuentes, políticos, periodistas, empresarios sin escrúpulos, exagentes de la CIA, chaperos…- con los que entreteje un mar de tramas y subtramas.
Thomas asegura a este diario que no intentó poner el dedo en la llaga de la violencia que azota São Paulo, sino escribir “una carta de amor a una ciudad que te abre sus puertas, a su alegría, la calidez de su gente…”. Algo difícil de creer ante ‘Brazilian Psycho’, donde intenta “comprender cómo las estructuras de poder permiten que la desigualdad se perpetúe”. La novela pivota en distintos tiempos. Uno empieza el 1 de enero de 2003 (el mismo día en que Lula da Silva es elegido presidente), cuando el director de la elitista British School es hallado asesinado en su casa; una muerte inspirada en la de un antiguo director del centro donde el autor dio clases. “Era muy respetado e hizo mucho por la escuela, pero se descubrió que tenía una doble vida”.
El otro marco temporal se sitúa en 2018, cuando tres adolescentes, “movidos por el discurso misógeno, racista y homófobo de Bolsonaro”, entonces candidato a presidente, matan en un parque a un homosexual y le graban la uve de la victoria y la cruz gamada en el pecho, en otro caso similar a uno real. “Las opiniones extremas de políticos como él, Trump o Boris Johnson, hacen que la gente se sienta legitimada a cometer crímenes de odio. Por un lado, la brasileña es una sociedad inclusiva, tolerante y floreciente, con el segundo desfile gay más grande del mundo tras Sydney, pero, por otro, es increíblemente conservadora y la homofobia está normalizada”, afirma Thomas, tras documentar que Brasil tiene las cifras más altas del mundo de violencia contra las mujeres y la comunidad LGTBIQ.
El 100% de la temida Policía Militar, criticada por su violencia y abuso de autoridad, estaba a favor de Bolsonaro, escribe. “Porque creía que el único delincuente bueno era el delincuente muerto”, afirma antes de contar una anécdota: todos los ricos alumnos de su colegio, como un hijo de Mick Jagger, llevaban guardaespaldas y uno de ellos mató al ladrón de un banco. “El comentario de todo el mundo fue: ‘uno menos’. La gente lo aplaudía”.
Recuerda también el novelista la intimidante y omnipresente Policía Militar, y la ola de violencia que en mayo de 2006 asoló São Paulo, con más de 500 muertos, entre miembros de las fuerzas de seguridad, de bandas criminales e inocentes, que recoge el libro. “Las bandas criminales atacaron a la Policía Militar y pararon la ciudad porque querían televisores planos en las cárceles para ver el Mundial de Fútbol. Vi autobuses incendiados y escuché disparos. En mi barrio todo el mundo se quedó en casa. Cuando salí, la ciudad estaba desierta. Corrió el rumor de que los policías disparaban contra su propio cuartel para cobrar la prima de peligro que recibían si eran víctimas de violencia”. Frente a ellos, la Policía Civil -a la que pertenece el ficticio inspector Mário Leme-, “menos abierta a la corrupción”.
Lula ante la corrupción
Corrupción que en la novela reflejan escándalos reales como el de Mensalão (mensualidades) o la operación Lava Jato (Lavado de Autos… y dinero), que oscurecieron las presidencias de Lula y Dilma Rousseff y el Partido de los Trabajadores. “Es el dilema entre hacer el bien y tener una cara oculta: el gobierno de Lula hizo programas sociales muy positivos que mejoraron la vida de los brasileños pobres, como el Bolsa Familia y Hambre Zero, y que se tradujeron en el auge económico, el Mundial de fútbol y los JJOO, pero a la vez estuvieron implicados en esos escándalos donde tantos parlamentarios cobraron sobornos por aprobar leyes. Aquello hizo que muchas personas de clase media y de izquierdas dejaran de confiar en el Partido de los Trabajadores y acabaran votando a Bolsonaro…”. Ahora, con el regreso de Lula, ve “una brizna de esperanza para el país”.