Jesús Carmona (Badalona, 1985) es uno de los mejores bailarines del flamenco actual. Tal afirmación viene respaldada por el Premio Nacional de Danza en 2020, el Benois de la Danse 2021 y dos Max como mejor intérprete masculino de danza y mejor espectáculo de danza en 2022 por Baile de bestias.
¿Qué es este ‘Baile de bestias’?
Es un espectáculo que tiene un recorrido muy amplio, hemos estado ya en muchas plazas y tenemos la certeza de que realmente conecta con el público, que de alguna forma, no solo invita, sino que casi fuerza a vivir un viaje interno junto con nosotros. Principalmente, es un espectáculo en el que el flamenco es el impulso creador y la base en la que nos sostenemos, pero tanto Manu Masaedo como yo, que somos los dos intérpretes, los creadores, abarcamos otras muchas danzas y disciplinas, al igual que otras muchas músicas. Hay una mezcolanza de músicas, de estilos, de sentimientos que ha creado un lenguaje propio.
¿Qué son esas bestias?
Esas bestias son emociones, son situaciones, son momentos en los que al ser humano se le complica la vida por decirlo de alguna forma llana y en este espectáculo mostramos la forma que nosotros hemos tenido de gestionar todas esas situaciones a las que llamamos nuestras bestias y cómo trasladarlas a un espectáculo de danza en el que no hay palabra. Y esto es lo más bonito de todo porque tenemos un feedback superpositivo.
Además de la actuación, ofrecerá una clase magistral. ¿Qué quiere inculcar a los alumnos?
Cuando doy una masterclass, al ser un trabajo tan exprés, intento aportar una forma de entender y una forma de trabajar, más que pasos, porque al final, los pasos, pasos son. Lo que me gusta es que se lleven un consejo, una forma de entender cómo hacer cierta técnica o movimiento, o cómo llegar a esa emoción, me parece que eso es mucho más valioso que los pasos en sí.
Es de los que dedica horas y horas a trabajar, poniéndose a prueba…
Aquí estoy ahora mismo en mi estudio metido, estirando [la entrevista es telefónica]… El estudio, la escucha, el echar horas y horas me ayuda a concentrarme en mi día a día y a entender mi danza. De alguna forma, el ir entendiendo esos cambios que se van conformando dentro de mi danza a medida que voy creciendo yo como persona.
¿Siente que no se conoce? ¿Se sorprende a sí mismo todavía?
Obvio y el día que no lo haga será un desastre. Entiendo la vida como una evolución, entiendo que ni la personalidad, ni los sentimientos ni las emociones son estancos, que todo cambia, fluctúa y varía. Cada día descubro algo nuevo de mí y eso se traslada a mi danza, mi forma de bailar está muy conectada a mi forma de ser.
Sus inicios en la danza
¿De dónde le viene la vena flamenca? Porque en su familia no hay artistas…
No hay ningún antecedente flamenco ni nadie que se dedique… No tengo ni idea, no sabemos de dónde viene, la verdad. Desde muy pequeño fui el que forzó a mi padre a llevarme a una peña de mi barrio a aprender flamenco, porque yo lo que quería era bailar flamenco.
O sea, generación espontánea…
Totalmente, porque, además, en mi casa tampoco son aficionados al flamenco… Mis padres son andaluces y tienen costumbres andaluzas, pero no ha sido una casa flamenca nunca.
¿Y le costó que le dieran apoyo?
No, yo soy el pequeño de cinco hijos y hemos tenido la suerte de que nuestros padres, en todo lo que nos hemos querido embarcar, nos han apoyado. Eso se lo tengo que agradecer, nunca hubo un no dentro de las posibilidades económicas de las que ellos disponían.
Da la sensación de que su carrera ha sido meteórica y llena de éxitos. ¿La ve así?
No ha sido fácil. Para tener éxito hay que fracasar muchas veces, hay que empujar mucho la pared para que al final se haga un huequito. Llevo toda mi vida bailando, a los 25 años cree mi primer espectáculo y empecé con este proyecto y para nada ha sido fácil hacerme un hueco en los festivales y con los programadores… Creo que la constancia, el trabajo, la calidad, el amor, en ocasiones, dan su fruto y me siento muy bendecido de que actualmente esté recogiendo esos frutos. Aunque yo sigo trabajando y sigo teniendo errores, fracasos, eso es algo constante y con lo que me acostumbro a vivir, porque así va a ser siempre.
Musical con Nacho Cano y Ballet Español de Madrid
Con compañía propia y varios espectáculos, ¿le cuesta ponerse a las órdenes de otros?
Como coreógrafo, lo más grande y reciente que he hecho es Malinche, el musical de Nacho Cano. Y también para el Ballet Nacional he creado una pieza, para la que me dieron una carta blanca y puede hacer lo que sentía junto con la intérprete. En Malinche sí que fue trabajar bajo las ideas de un director artístico general, y aunque Nacho es una persona que escucha mucho y se deja aconsejar y que ve todos los puntos de vista de las personas que estábamos allí como creativos, mi posición fue ponerle movimientos y pasos a ideas que no eran mías. Es verdad que tuve un proceso de aprendizaje, que me ha hecho crecer y entender muchas más posturas. La magnitud de Malinche me ha hecho aprender muchas otras disciplinas. No es que me cueste, pero he necesitado un aprendizaje para entender cuál era mi papel.
Hace pocos meses se anunció que estaría al frente del nuevo Ballet Español de Madrid. ¿Ha comenzado a darle forma?
Sí, llevo desde marzo del año pasado trabajando. Es una nueva institución, estamos a la espera de que se constituya de forma legal para poder iniciar el proceso de audiciones y esperando el pistoletazo de salida para todo ese trabajo previo.
¿Trabajará sobre obras que conozcamos?
Todavía no lo puedo contar. Obviamente tengo un proyecto de cuatro años en el que tienen cabida diferentes formatos y van a pasar muchas cosas.
¿Tiene algún sueño por cumplir profesionalmente?
Es que todos los sueños que me vienen son de regalo, es que siento que todo va pasando… No me gusta soñar, me gusta trabajar para que me sigan llegando los sueños que no me esperaba. Mi sueño de infancia era poder estar con mi propia compañía en Nueva York. Eso lo hice con 27 años, y todo lo que me ha ido viniendo después lo siento como un regalo y un reconocimiento a mi trabajo.
¿Se imagina bailando algo que no sea flamenco?
Para mí es impensable, pero a saber cómo me despierto mañana, porque tengo la suerte de ser artista… No lo veo porque no concibo mi danza sin zapatos. A día de hoy no lo veo, pero sí es verdad que me gusta llegar a un límite muy límite.