Search
Close this search box.

Innsbruck, el refugio de Europa


Conocidos por todos es que Austria alberga una de las joyas más aclamadas de las capitales europeas: Viena. También, que en sus tierras podemos seguir el rastro del celebérrimo Mozart. Pero, ¿y si nos desviamos de la ruta más transitada y hacemos una escala en Innsbruck, la capital del Tirol? El resultado será asombroso.

Eso sí, absténganse de seguir leyendo todo aquel que busque un destino de moda, aglomeraciones o bufets libres por doquier. Innsbruck se presenta ante nosotros como un paréntesis en medio del ajetreo; una excepción en catálogos atestados de complejos hoteleros a pie de playa; un oasis en el que respirar aire fresco. Y lo hace no sólo con un entorno natural de infarto, sino también con una oferta cultural y de ocio diferente que satisfará tanto a los amantes de las emociones fuertes como a aquellos que buscan la calma y la desconexión. El tirol más auténtico nos está esperando. Vamos allá.

  • La conexión con Innsbruck: La forma más rápida de llegar a la capital del Tirol desde Madrid o Barcelona es con vuelo directo a Múnich. Desde ahí, un transfer en tren nos lleva en 2,5 horas a Innsbruck con trasbordo en Munich Ost. Si quieres llegar desde Zúrich o Viena también puedes hacerlo en tren en un trayecto de unas 4,5 horas.

  • Conocer la ciudad: Una de las mejores opciones para conocer la ciudad es la Innsbruck Card. Con ella tienes acceso a 22 museos y lugares de interés, además de algunos transportes gratuitos. La Welcome Card también tiene descuentos y otras ventajas.

  • Hablar por hablar: El alemán es el idioma oficial, pero la mayoría también habla un buen inglés. No obstante, si solo dominas el español, ¡no te preocupes! Comunicarse con los insbruqueses es más fácil de lo que parece.

  • En la maleta: No olvides un paragüas, un chubasquero y calzado cómodo para la montaña. En verano suele refrescar por las noches.

  • Lugares imprescindibles: En Innsbruck hay mucho que ver, desde el centro de la ciudad a la cordillera del Nordkette, la estación salto de Bergisel, el altiplano Mieminger Plateau o los Mundos de Cristal de Swarovski.

  • Saborea Innsbruck: una buena forma de conocer la zona es hacerlo a través de sus productos típicos. Quesos, embutidos, licores y vinos y platos como el groestl o el Käsespätzle.

5 planes para refugiarte en Innsbruck

La ciudad construida en torno a un puente (bruck) sobre el río Inn se ha convertido en un referente para el turista que busca algo más. Este destino que el pasado año fue elegido por 1,2 millones de viajeros ofrece, cómo no, descanso y buena gastronomía; pero también, planes culturales con decenas de museos y teatros para las mentes inquietas; la oportunidad de conectar con la naturaleza para los que buscan recargar pilas; emociones fuertes para los que quieren experimentar la adrenalina y todo ello siendo un testigo de la historia europea de los últimos siglos que nos permite entender buena parte del mundo actual.

Considerada una de las ciudades imperiales de la Casa de los Habsburgo, Innsbruck se ubica en medio de las montañas, una situación que impide un crecimiento desmesurado de la ciudad. Quizás por eso haya podido preservar sus encantos y mantenerse como ese refugio europeo que nos brinda abrigo tanto en la temporada invernal (no hay que olvidar que es un referente para la práctica de deportes de nieve y cuenta con hasta 13 estaciones de esquí) como para la temporada estival.

Sin sus nevadas y sus temperaturas en negativo, Innsbruck nos ofrece una cara diferente, quizás, más amable, y un catálogo de actividades para todos los gustos. Asomémonos a algunos de ellos.

1


Maria Theresien Strasse es una de las principales vías de la ciudad


Christof-Lackner

Un paseo por la antigua Innsbruck

Lo primero que debemos hacer al llegar a la ciudad es dar un paseo. El centro de la ciudad tiene un tamaño idóneo para ser recorrido a pie. Podemos comenzar en el Arco del Triunfo y desde ahí transitar Maria-Theresien-Strasse, la calle principal de la ciudad, una vía peatonal en la que pueden verse establecimientos centenarios en edificios barrocos, negocios modernos y monumentos como la columna de Santa Ana o el Ayuntamiento. Desde esta calle llegas al centro histórico.

Éste mantiene el encanto de esas ciudades que no se han dejado avasallar por las nuevas construcciones mastodónticas. Puede observarse el mismo trazado de antaño y seguir sin problema el rastro de la historia en sus edificios y en sus calles adoquinadas. Desde sus características casas de color a orillas del río Inn, que nos indican las antiguas profesiones de quienes vivían allí, hasta los establecimientos de restauración que aún conservan su estructura original o los edificios construidos en la época imperial.

En la plaza principal nos encontramos con numerosas tiendas y cafés en los que poder tomar un tentempié. Si sólo queremos refrescarnos, una enorme fuente con agua fresca de las montañas calmará nuestra sed y nuestro calor. No olvides que, en todos los establecimientos de Innsbruck podemos rellenar nuestras botellas. Desde esa plaza también podemos observar uno de los emblemas de Innsbruck: el Tejadillo de Oro.

Si nos alejamos un poco y llegamos al Puente de Innsbruck, Innbrücke, vemos una de las esculturas más polémicas de la ciudad: la figura en bronce de un Cristo crucificado desnudo, cuya silueta destaca sobre el paisaje urbano alpino. No puedes alejarte de la zona sin asomarte al río. Impresiona el caudal que tiene y la velocidad a la que se mueven sus aguas.

2


El mercado de Innsbruck es una buena manera de conocer la gastronomía de la zona


E.F.

Recorrido gastronómico

En Innsbruck se come bien. Tanto si buscas tentempiés saludables como si quieres comida casera no tendrás problema en encontrarlo. Es más, en Innsbruck se come bien y saludable. Porque en toda esta zona del Tirol se ha apostado por una gastronomía basada en productos de cercanía, en pequeñas producciones ecológicas y en platos que respetan el sabor de los ingredientes naturales. Sin olvidar, cómo no, las tradicionales recetas tirolesas.

Por eso, una buena forma de entender el pasado y el presente de esta ciudad y entrever quizás hacia dónde va, es hacerlo con rutas gastronómicas que nos permitan saborear Innsbruck.

Una primera aproximación podemos hacerla cruzando las puertas del Markthalle, el Mercado de Innsbruck, donde encontraremos puestos de fruta (con las famosas manzanas del Tirol), de verduras, embutidos, panaderías, quesos, etc.

La Bäckerei Kröll, la panadería más antigua de Innsbruck, es un buen lugar para descubrir los tipos de panes típicos de la zona, de la misma manera que el Café Munding, la cafetería más antigua del Tirol, es el sitio idóneo para tomar un chocolate caliente y una típica Apfel-Strudel que aquí roba el protagonismo a la tarta Sacher, tan aclamada en Viena.

Para el almuerzo o la cena, lugares como el Weissels Rossl nos ofrece platos típicos tiroleses como los Käsespätzle o el Tiroler Gröstl, además de una bonita terraza en su azotea. Si además de cenar, quieres saborear licores y destilados, el recién reformado mariatheresian es la opción idónea.

Descubrir los sabores de Innsbruck también es asomarse al Mieminger Plateau, un altiplano donde podemos ver cómo funcionan las granjas de la zona e, incluso, alojarnos en una de ellas. Comprar productos autóctonos es sencillo gracias a las pequeñas tiendas diseminadas por el monte que funcionan con un original sistema de autoservicio: tú mismo coges el producto y apuntas la transacción con boli en un papel. A veces, se puede pagar con tarjeta. Si sólo es en efectivo, pones el dinero en una hucha y tomas libremente tu cambio. Cero engaños. Recargar energía en esta zona es fácil en Stöttlalm, un refugio que mira a la montaña donde sirven platos reconfortantes y cervezas y vinos.

3


El Tejadillo de Oro, emblema de Innsbruck


Sarah-Dawalibi

La ciudad imperial y su tejado de doce kilos de oro

¿Te imaginas que te declaran amor regalándote un tejado? No uno cualquiera, sino uno bañado en oro. Pues ese es el obsequio que el emperador Maximiliano I le hizo a su esposa allá por el 1500. Hoy el Tejadillo de Oro se ha convertido en todo un emblema de la ciudad. No es para menos. Ubicado en un tradicional edificio tirolés, consta de 2.657 tejas de bronce bañadas en doce kilos de oro que reflejan la luz del sol de una manera asombrosa. Inevitable no posar la vista en él.

El edificio, que hoy alberga un museo y el registro civil, tiene murales y relieves, así como unas originales y divertidas figuras en la zona inferior conocidas como «los culos de Innsbruck».

Además de este tejado, Maximiliano I, padre de Felipe El Hermoso, fue el artícife de la transformación de Innsbruck, desde una pequeña villa con algunas casitas de madera a la capital de un imperio, promoviendo la construcción de edificios de piedra, algo poco común en la época, que aún hoy podemos ver.

Años antes de la construcción de ese tejado, se levantó la Torre de la Ciudad. Servía de vigía y de cárcel. Hoy es un mirador al que llegamos tras subir 133 escalones. Desde ahí podemos contemplar los tejados de todo el casco antiguo y parte del paisaje alpino.

El Palacio Imperial o la Iglesia de la Corte (conocida como Iglesia de los Hombres negros) forman parte también de ese catálogo de edificaciones con las que Maximiliano quería dejar claro que Innsbruck era capital imperial.

Junto a la Iglesia de la Corte, en lo que fuera un antiguo monasterio franciscano se encuentra el Museo de Arte Popular, con, entre otras muchas cosas, una curiosa muestra de miniaturas del Evangelio y Portales de Belén de todas las épocas. La Catedral de Santiago es otro de los emblemas de Innsbruck.

En las afueras nos encontramos con el Castillo de Ambras, un lugar de cuento tanto por sus jardines como por su interior. Gracias a sus colecciones se considera el museo más antiguo de Europa Central con objetos como un retrato de Drácula o el «Tödlein», un esqueleto de madera tallado con filigrana en una pose insólita.

4


El funicular es la mejor forma de subir al Nordkette


Christof Lackner

La cordillera Nordkette

Prepárate para coger aire. Solo subir a la cordillera del Nordkette ya puede hacer que el viaje a Innsbruck merezca la pena. Y sólo está a 25 minutos del centro de la ciudad. Lo habitual es subir en funicular, una manera sencilla y rápida de que el ascenso a la montaña esté al alcance de todos. Las cuatro estaciones de este funicular fueron diseñadas por la conocida arquitecta Zaha Hadid, así que los amantes de la arquitectura tendrán una motivación extra para subirse a él.

Aunque se pueden hacer diversas paradas a medio camino, lo idóneo es llegar a la cima, al Top of Innsbruck, a 2.300 metros de altitud. Desde allí puedes contemplar una vista asombrosa de la ciudad y vislumbrar a lo lejos las montañas que limitan con la frontera alemana. Incluso en verano puede haber algo de nieve, por eso es recomendable calzado de montaña.

En los diferentes establecimientos dispuestos en las estaciones, puedes encargar un picnic y tomarlo en la montaña. Merece la pena una parada en el zoo alpino.

Cuenta con numerosas rutas de senderismo y bicicleta.

5


Bergisel nos permite disfrutar de la ciudad desde las alturas


Christof Lackner

La adrenalina en el trampolín de salto de esquí Bergisel

Velocidad, altura y ¿vértigo? Sin lugar a dudas, una de las experiencias más emocionantes que puedes vivir en Innsbruck es asomarte al trampolín de Bergisel, donde se celebran las competiciones de saltos de esquí desde 1927, y sede de la llama olímpica en tres ocasiones.

Con un estadio con capacidad para 26.000 espectadores, en verano también pueden disfrutarse de los saltos de esquí. Con una altura total de 134 metros, los saltadores alcanzan más de 90 kilómetros por hora: un auténtico espectáculo.

Pueden reservarse experiencias para grupos para ver el salto desde la propia torre e, incluso, dejar de ser espectador para convertirse en protagonista al poder sentarse donde lo hacen los saltadores antes de lanzarse. En la última planta hay un café con unas bonitas vistas de Innsbruck y de las montañas tirolesas.



Source link