Tiene que ser duro asimilarlo, muy duro. Xavi, el gran centrocampista culé, el ídolo, el campeón de todo, el defensor a ultranza del estilo, el que fue recibido como el gran salvador, el que iba a recuperar la gloria del club desde el banquillo…Ahora está más que señalado por casi todos. Casi ninguneado, como si fuera un don nadie. Xavi se ha equivocado en muchas cosas, es cierto. Demasiadas. Vendió una idea de fútbol imposible de ejecutar sin Messi, Iniesta y él mismo. Ha cambiado su discurso de un día para otro de forma constante. No ha sabido transmitir a sus jugadores una idea clara de juego, están más confundidos que nunca y todos parecen peores. Lo de la Supercopa ha sido el colmo para muchos culés. Ancelotti observó que Xavi ordenaba presionar arriba y mató a su rival aprovechando los espacios. Vio el cielo abierto, en otras palabras. Un auténtico desastre que pudo ser aún mayor si el Madrid hubiese querido hacer sangre. Pero Ancelotti es elegante hasta con el gran rival deportivo. La gran pregunta es qué debe hacer el Barça a partir de ahora.
La realidad: el equipo está vivo en tres competiciones. Lejos en la Liga, pero aún con opciones. En Champions, aunque parezca una quimera ahora mismo, todo es posible en eliminatorias a doble partido. Igual que en la Copa del Rey. La duda: ¿hay que echar a Xavi por caer goleado ante el Madrid en una Supercopa, por los últimos pinchazos en la Liga y por el mal juego del equipo? No. Laporta tiene que ser fuerte. Olvidarse de las presiones de algunos y del oportunismo de otros. Como Victor Font, el que cayó derrotado ante el propio Laporta, el que ahora critica, entre otras cosas, la estructura deportiva del club cuando él llevaba en su candidatura a Xavi como entrenador. El fútbol es caprichoso, ya lo sabemos. Igual ahora Xavi le devuelve los galones a Joao Félix. Igual da confianza de verdad a Lamine Yamal. Igual Araujo y Balde vuelven a ser los de antes. Igual Lewandowski recupera el olfato goleador. Igual, solo igual, Xavi acaba siendo un gran entrenador…en el Barça. De lo contrario, él será el primero en abrir la puerta y decir adiós.