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Fortalezas y debilidades de las canciones del Benidorm Fest: tres podrían encumbrar a España en Eurovisión

“Spain you have received five points”. El televoto fue demoledor: Blanca Paloma tuvo que conformarse con el puesto 17 en un Eurovisión que coronó a Suecia por séptima ocasión. Los 95 puntos que el jurado le otorgó no fueron suficientes para contrarrestar los cinco que el público le dedicó. De nuevo, España volvía a ser la gran incomprendida en el festival. Sin embargo, a pesar del desconsuelo, por primera vez el orgullo no quedó ensombrecido por la derrota. El buen trabajo desarrollado por la delegación, con una puesta en escena a la altura de la calidad vocal de la intérprete, pesó más que el veredicto del Viejo Continente. Sólo hay que ver los resultados: Eaea, sin ser una canción de corte comercial, acumula 17 millones de reproducciones entre Spotify y YouTube. Un año después, los 16 proyectos que participan en el Benidorm Fest 2024 deberían plantearse su candidatura, al menos, con la misma exigencia de calidad. Material hay.

Almácor, Angy, Dellacruz, Jorge Gónzalez, Lérica, Mantra, María Peláe, Marlena, Miss Caffeina, Nebulossa, Noan, Quique Niza, Roger Padrós, Sofia Coll, st. Pedro y Yoly Saa tienen el reto de hacer crecer sus temas sobre el escenario. Queda un mes justo para ello: el 3 de febrero se celebrará la final en la que ocho competirán por el Micrófono de Bronce, el pasaporte a Malmö. A ciegas, estas son las fortalezas y las debilidades de cada una. Es cierto que todo puede cambiar de cara al directo… pero, como en Europa, las primeras impresiones cuentan. Y mucho. Por el momento, tres tienen carácter para (re)enamorar a Europa.

‘Brillos platino’, de Almácor

Almácor tiene entre manos la canción que podría sacar a España de la zona de confort. O la amas o la odias. Un dualidad clave para no provocar indiferencia frente a otras 36 banderas. De base electrónica y alma callejera, Brillos platino resulta demoledora a la primera escucha: el síntoma que catapultó, en su momento, a Heroes (Suecia, 2015), Soldi (Italia, 2019) y Cha cha cha (Finlandia, 2023). Ahora bien, el autotune no está permitido. Por lo que, sólo si consigue producir el mismo éxtasis sin esta herramienta, lo tendría hecho. Magnético es. Que ya es bastante.

‘Sé quién soy’, de Angy

La propuesta de Angy no es novedosa, pero tampoco defrauda. Este grito de liberación ha sido una constante en Eurovisión desde que Suecia lo convirtiese, prácticamente, en una insignia: ahí están Kärleken är (1998), It Hurts (2004) e Invencible (2006) abanderando un género que, con más gloria que pena, ha engatusado a los oyentes con frecuencia. Enérgica y poderosa, la artista amasa una bomba que, bien atornillada, podría reventar las tablas. Eso sí, necesita una escenografía con genio para terminar de armar su proyectil.

‘Beso en la mañana’, de Dellacruz

Pop urbano de tintes latinos. Se trata de un estilo tan saturado que Dellacruz precisa un extra para lucir un latido propio. Imaginación no le falta, vistos sus últimos lanzamientos. Aún así, ha de ajustar al tiro. En un certamen tan feroz no arrasa la mejor canción, sino el mejor paquete. Para ejemplos: I Wanna (Letonia, 2002), Hard Rock Hallelujah (Finlandia, 2006) y Toy (Israel, 2018). Propuestas muy distintas entre sí, pero igual de bien encauzadas. Tanto por las imágenes que evoca como por los sonidos que mezcla, Beso en la mañana podría dar juego.

‘Caliente’, de Jorge González

En Caliente hay tantas referencias eurovisivas que resulta complejo imaginarla sin tirar hacia ellas: el espíritu de Ninanajna (Macedonia del Norte, 2006), el zumbido de Solayoh (Bielorrusia, 2013) y la seducción de El diablo (Chipre, 2021). Esto no tiene por qué restarle mérito, al revés. Dar un enfoque particular a aquello que ya ha funcionado es un riesgo que, aunque poco innovador, suele calar bien en la masa. Si Jorge arbitra un paisaje sugerente, cuenta con grandes posibilidades de llevarse el premio. Sudor habrá, seguro.

‘Astronauta’, de Lérica

14 discos de platino y nueve de oro respaldan a Juan Carlos y Tony. Acostumbrados a crear pelotazos desde 2015, han reunido en Astronauta las piezas que les lanzaron al número 1: letras livianas, notas efervescentes y bailes asequibles. Es un fórmula trillada que ya ha dado sus frutos en el festival: Allez ola olé (Francia, 2010), La La Love (Chipre, 2012), Zaleilah (Rumanía, 2012). En cualquier caso, es lo suficientemente comercial como para aprovechar el tirón y, tal vez, aguantar hasta el verano. Los chiringuitos hablarán.

‘Me vas a ver’, de Mantra

Pegajosa, pero no empalagosa. Esa es la gran baza de la apuesta de Carlos, Paula y Charly: como un chicle se estira su Me vas a ver, a medio camino entre Boogaloo (Suecia, 1987), Rock Me (Yugoslavia, 1989) y Who The Hell Is Edgar? (Austria, 2023). El gran hándicap de ellas, como quizá le suceda a Mantra, es la puesta en escena. Es difícil trazar un relato en torno a una melodía que busca, sobre todo, levantarnos de la silla. Lo vimos la temporada pasada con Nochentera: perfecta para bailar, complicada de ver.

‘Remitente’, de María Peláe

El pellizco de Ela e ela (Portugal, 1966), el nervio de Crno i belo (Macedonia del Norte, 2012) y la mirada de L’amore è femmina (Italia, 2012) confluyen en una María Peláe en estado de gracia. Dada su experiencia, no hay duda de que montará un espectáculo a la altura de su carrera. Rebosa atributos: porte, voz y duende para un concurso deseoso de entrañas. El motivo es sencillo: son las que conquistan a la audiencia. Tiene papeletas para repetir la hazaña de Blanca Paloma. ¿Flamenco otra vez? Sí, ¿y qué?

‘Amor de verano’, de Marlena

Una de las grandes cualidades de Amor de verano es ser fiel a la esencia de Marlena. Entra a degüello con un adictivo estribillo que no exige traducción. El amor al que cantan es universal y su sonido, si bien propio, también. Sus gestos y guiños son marca de la casa. Sin olvidar su estética. Tener tan marcadas las aristas beneficia en estos formatos: Carolina y Ana deberían aislarse de cualquier expectativa para hacer lo que sienten. Como, en antaño, lograron (con éxito) Un, Deux, Trois (Francia, 1976), Sanomi (Bélgica, 2003) y Brividi (Italia, 2022).

‘Bla, bla, bla’, de Miss Caffeina

No nos vamos a engañar: hubiese sido un puntazo ver a Miss Caffeina tocando un Song 1 (Rusia, 2007), un Soldiers Of Love (Dinamarca, 2016) o un My Lucky Day (Moldavia, 2018). Agallas les sobran, pero su Bla, bla, bla (por suerte) envejecerá mejor. Aunque en las antípodas, la canción tiene la capacidad de despertar el mismo fervor. O más. No obstante, es tal su identidad que, por mucho que lo intentasen los tríos mencionados, sería imposible disfrutarla en otra boca. Es tan icónica que sólo a Alberto, Toni y Sergio le sienta bien. Nos hará bailar, por supuesto. Posee la chispa que les ha hecho brillar durante 18 años.

‘Zorra’, de Nebulossa

La joya de esta hornada. De verso reivindicativo y médula ochentera, María y Mark han confeccionado el último hit saliente del Benidorm Fest. A pesar del furor que aquí están causando, en parte por resignificar la palabra zorra, habría que plantearse si fuera de nuestras fronteras su mensaje podría calar igual. Sí, es el dilema que surgió con Rigoberta Bandini. Y, de nuevo, todo va a depender de lo inteligente que sea su escenografía. Le sentaría de fábula, en este sentido, el carisma de Ruslana (Ucrania, 2003), Conan Osiris (Portugal, 2019) y The Roof (Lituania, 2021).

‘Te echo de -’, de Noan

Te echo de – es más que necesaria en una plataforma así: pop de radiofórmula que, aunque resobado, siempre aporta el puntito desengrasante del que carecen estos concursos. Es fresco, puntilloso… y, por momentos, hasta interesante. No vencerá. A veces, estar es más valioso que ganar. Que se lo digan a Kate Ryan (Bélgica, 2006), Verka Serduchka (Ucrania, 2007) y Rosa Linn (Armenia, 2022), que triunfaron sin agarrar la medalla de oro. El quid está en hacer una melodía memorable y eso, afortunadamente, no depende del puesto.

‘Prisionero’, de Quique Niza

La afinación es fundamental en propuestas en las que, como ésta, la emoción es el eje vertebral. No valen medias tintas, de lo contrario podría venirse abajo. Su trayectoria en el teatro le avala, pero Eurovisión es otra cosa: para triunfar, debe contar una historia que haga justicia a su Prisionero. No hay que olvidar que el festival además es televisión y, como tal, requiere una ejecución que vaya más allá de la perfección técnica. Tres buenos ejemplos son Vuelve conmigo (España, 1995), Not Alone (Armenia, 2014) y Arcade (Países Bajos, 2019).

‘Els temps’, de Roger Padrós

Uno tiene que hacer lo que le sale del corazón. Pues, si no, corre el peligro de ofrecer un artificio que, en estas citas, poco recorrido tienen. Se recompensa la autenticidad y, como Viver senza tei (Suiza, 1989), Kinek mondjam el vétkeimet (Hungría, 1994) y Kuula (Estonia, 2012), Els temps es un soplo de vida. Roger ha sacado de sí justo lo que el tema demandaba: una verdad artística y sentimental que es su principal as. El hecho de que esté escrito en una lengua cooficial ya no produce el impacto de antes, alberga tantas virtudes que éste es sólo un detalle más.

‘Here To Stay’, de Sofia Coll

Sofia podría hacer un gran papel en Malmö. Su paso por el programa Eufòria lo dejó patente: tiene el descaro, el brío y la osadía que España necesita tras dos ediciones de vértigo. Y lo más importante: su canción es competitiva. En forma y en fondo: hay una intención y eso, frente a un mar de opciones, la vuelve única. Con una coreografía capaz de acentuar sus aptitudes, podría articular un show de la talla de Fuego (Chipre, 2018), She Got Me (Suiza, 2019) y SloMo (España, 2022). Al manto noventero que la distingue, hay que sumar el fraseo catalán y el silencio inglés que tanta personalidad le dan. Un petardo.

‘Dos extraños’, de st. Pedro

Delicioso. Elegante. Nostálgico. El bolero que st. Pedro defiende es una declaración de intenciones frente al ruido que suele imperar en la industria. Sin demasiado ornamento, el artista se desvincula de la música urbana para cantarle al amor sin prisas, con madurez. Está fuera del circuito por el que transitan, habitualmente, los favoritos del público. Por ello, resulta tan especial. Cada cierto tiempo, se descubren perlas como ésta: Ce soir-là (Mónaco, 1960), Calm After The Storm (Países Bajos, 2014) y Amar pelos dois (Portugal, 2017). Puestos a arriesgar, si logra abrir su pecho en directo, estamos ante la candidatura ideal.

‘No se me olvida’, de Yoly Saa

El tacto con el que Yoly Saa destapa sus sentimientos en No se me olvida bien merece nuestra atención. Su folk atlántico de eco ancestral no requiere florituras: es frío, claro y efímero, de ahí que haya que degustarse sin parafernalias que interrumpan la conexión que genera. Es un gancho directo al esternón. Sin anestesia. Se parece, en este sentido, a las hipnóticas En lille melodi (Dinamarca, 1987), Rijeka bez imena (Bosnia, 2007) y Saudade, saudade (Portugal, 2022). Ninguna ganó, pero su recuerdo ha perdurado en la memoria. ¿Qué premio hay mejor que ese?



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