Zorra es una palabra muy citada en los talleres de igualdad que se imparten en los centros escolares y en las charlas con perspectiva de género que se ofrecen en organismos de todo tipo como parte de la estrategia pública para reducir la violencia machista a través de la prevención. “Es una bandera roja, una señal de aviso. A las chicas les explicamos que si se la oyen decir a sus parejas, significa que esa relación no es buena y que corren peligro”, explica Ana de Blas, activista del Movimiento Feminista, de Madrid que ha participado en infinidad de sesiones de este tipo con mujeres de edades variadas, y que hoy se pregunta preocupada: “¿Cómo les decimos ahora que esa palabra ya no es grave, si sabemos que es la última que oyen las víctimas de la violencia machista antes de recibir la paliza del maltratador?”.
El “ahora” que refiere De Blas son los días que han seguido al triunfo de Nebulossa en el reciente Benidorm Fest. La elección de su canción para representar a España en Eurovisión ha situado a la palabra que le da título, y que aparece 40 veces en su letra, en el centro de una intensa controversia a cuento de la lectura que partidarios y detractores del tema han hecho de su uso.
La euforia de quienes han visto un ejercicio de autoafirmación feminista en el hecho de que la cantante -María Bas, una mujer de 56 años- la reivindique como desquite contra quienes le gritaron zorra en el pasado para denigrarla –eso, en resumen, cuenta la letra-, contrasta con la llamada de alarma que han lanzado diversos colectivos feministas y voces expertas en lenguaje no sexista, que advierten de la “banalización” que la canción hace de una expresión que aparece en hasta 15.000 sentencias judiciales sobre violencia machista puesta en la boca de otros tantos agresores.
Karaokes
Sea cual sea el destino de la canción en el festival de Eurovisión, que se celebrará en mayo, a estas alturas del calendario es fácil prever que el próximo verano, en infinidad de verbenas, veremos plazas enteras gritándole “¡zorra!” a la cantante hasta quedarse sin voz, una escena que, con toda probabilidad, se repetirá en bodas, karaokes y salas de fiesta de distinto tipo. La psicología enseña que no hay mejor forma de conjurar un tabú que invocarlo. ¿Repetir un insulto hasta la saciedad puede acabar desmontándolo?
“Los insultos no se resignifican, se censuran. No por repetir la palabra zorra hasta el agotamiento va a perder su significado, ni va a dejar de ser usada por quien la usa para lo que la usa, que es para agredirnos a las mujeres”, responde María Martín Barranco, formadora en igualdad y autora de varios libros sobre el sexismo que se esconde en el lenguaje.
Quienes defienden la eficacia del tema de Nebulossa para eliminar el agravio que contiene la palabra que le da título, apelan al recorrido que ha experimentado la expresión “¡maricón!”, que en tiempos recientes ha sido reapropiada con orgullo por el colectivo gay. Martín Barranco niega la mayor: “Puede que algunos gays la usen entre ellos de manera coloquial, pero hoy, en la calle y en los patios de los colegios, maricón sigue siendo un insulto que se grita para menospreciar al otro”, advierte la experta, y añade a modo de ejemplo: “Acabamos de reformar la Constitución para eliminar la palabra disminuido porque nos parecía ofensiva, pero a nadie se le ocurrió intentar resignificarla. Porque es imposible, significa lo que significa, igual que zorra”.
Una de las paradojas más llamativas del debate suscitado por la canción de marras es que las voces a favor y en contra coinciden en perseguir “el empoderamiento de la mujer”. Otra cosa es bajo qué preceptos lo hacen unas y otras. La “zorra de postal” que reivindica la cantante de Nebulossa, que sale “sola”, se divierte hasta el amanecer y se sabe “oveja negra”, es vista por algunos colectivos feministas como una expresión del arquetipo machista que cosifica las mujeres, cargada de connotaciones sexuales, tanto por la letra como por la puesta en escena de la canción.