La princesa ‘pin-up’, la primera ‘it girl’ de la historia, la cocreadora de la marca Marbella y del concepto de la jet set, la mejor relaciones públicas del mundo… Ira von Fürstenberg fue, sin duda, la socialité definitiva. Fue porque la también actriz y diseñadora de joyas falleció ayer a los 83 años, dejando atrás una vida de lujo y oropel marcada por el escándalo, los flashes y las sombras.
Nació en Roma en 1940 como Virginia Carolina Theresa Pancrazia Galdina zu Fürstenberg, hija del príncipe alemán Tassilo von Fürstenberg y de Clara Agnelli, hermana del poderoso industrial Gianni Agnelli. Se pueden imaginar que con ese pedigrí se crió con la ‘creme de la creme’ de la sociedad y la cultura internacionales. A sus sólo 15 años, rebelde e inconformista, y algo hastiada de las convenciones dictadas por su aristocrática familia, cambió el internado británico en que estudiaba por la casa príncipe hispanoalemán Alfonso de Hohenlohe-Langenburg, un playboy bávaro con quien se casó: la boda se celebró a todo trapo en Venecia, con la novia, cómo no, llegando el góndola al enlace.
En uno de sus viajes, la joven pareja (ella bastante más que él, claro: 20 años de diferencia de edad había entre ambos) fue a Marbella y se detuvo para un picnic. Entonces, Alfonso tuvo una idea: hacer de aquel pueblo de pescadores una noche sin final para ellos y los suyos, los más pudientes, por supuesto, para los ‘happy few’, como Ira prefería llamarse a sí misma y sus compañías en vez del término jet set que terminaría pasando a la historia del cuché.
El comienzo de Marbella
Él, ahijado de Alfonso XIII, promotor inmobiliario, compró un terreno por 14.000 pesetas de la época y terminó creando el legendario hotel Marbella Club, de entonces sólo 20 habitaciones, y ahí empezó el mito de la Costa del Sol, refugio excesivo y desorbitado, deslumbrante en su imposibilidad.
«Marbella entonces era una fiesta salvaje de la que entrabas y salías con personas distintas. Una noche podían ser los Franco o los Bismarck. Otra Cayetana de Alba», recordó para Vanity Fair sobre esa época dorada.
Alfonso, el príncipe ole ole (así le llamaban los marbellíes de la época, incapaces de pronunciar su bávaro apellido), fue el ideólogo de todo aquella operación de lujo y de bonvivantismo al extremo; Ira, seductora por naturaleza, acostumbrada a los objetivos de Helmut Newton, entre otros, fue su relaciones públicas, la mujer que con su belleza y magnetismo atraía a otros ‘happy few’ a aquella villa que aún era un secreto.
El matrimonio Hohenlohe-Fürstenberg apenas duró dos años: ella fue infiel al príncipe con un rompecorazones brasileño, con quien se terminaría casando. Se llevó con ella a México a los dos hijos que tuvo con Hohenlohe, desatando un sonado escándalo (él se plantó allí para arrebatárselos; finalmente sólo se volvió con los papeles del divorcio).
No sería la última controversia de la vida de Ira von Fürstenberg; de hecho, está detrás de alguna forma de la relación entre Corinna y Juan Carlos I: la diseñadora creó el cristal de roca que Corinna zu Sayn Wittgenstein le regaló al Borbón y que éste dispuso de manera bien llamativa en su despacho en el mensaje en que comunicó su abdicación a todos los españoles.