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Eva Díaz Pérez: «Quiero que esta novela sea un hermoso y sanador homenaje a mi madre»

Eva Díaz Pérez (Sevilla, 1971) retrata en su nueva novela, ‘Los viajeros del continente’ (Galaxia Gutenberg), una historia sobre la vida y la muerte protagonizada por Hugh de Galard, escritor de libros de viaje que recorre Europa en la que será su última travesía. Se trata de un itinerario que realiza junto a su esposa, Violet Archer, y en el que rememora su vida en Londres mientras atraviesan un continente que parece vagar en la incertidumbre. La escritora y periodista ha presentado su obre este sábado en la Feria del Libro de Sevilla.

-¿Cómo surgió la idea de esta nueva novela?

– La obra forma parte de mis novelas dedicadas a la memoria europea y que inicié con ‘El sonámbulo de Verdún’ y ‘Adriático’, donde intento contar Europa a través de la literatura. Están mis novelas dedicadas a la memoria española, a la historia que pudo ser y que no fue, como ‘Memoria de cenizas’, ‘Hijos del Mediodía’ y ‘El club de la memoria’; y las novelas centradas en personajes históricos como ‘El color de los ángeles’, que rescata la figura de Murillo, y ‘El sueño del gramático’, sobre Nebrija. ‘Los viajeros del continente’ surgió como un artefacto literario con el que intentaba comprender hacia dónde camina Europa. Creo que nuestro continente vaga sonámbulo por su Historia, porque se encuentra en un momento-encrucijada.

-La novela retrata a sus dos protagonistas en pleno viaje por Europa, contrastando los recuerdos londinenses de Hugh de Galard con esa Europa decadente que se encuentran durante la travesía.

– Sí, la novela es un viaje, una obra en marcha en la que el lector acompaña a los dos personajes en su itinerario europeo: Hugh de Galard, un escritor de libros de viaje, y su esposa Violet Archer, violinista. Los acompañamos en esta travesía, que será la última de Hugh porque es también un viaje hacia el final de la vida. Un hombre moribundo que en realidad es el reflejo de Europa, un lugar de ruinas prematuras por haber olvidado su pasado. En la novela caminamos por metáforas de una Europa llena de desechos de última generación: edificaciones modernas en medio de la nada, aeropuertos desiertos, macrorresidencias vacías, campos de golf sin concluir, parques acuáticos agonizando bajo malezas silvestres. Y también lugares desolados como balnearios olvidados, museos solitarios, estaciones de tren abandonadas, cementerios clausurados y urbanizaciones habitadas por fantasmas. Postales de una Europa en ruinas donde además surge como contradictoria referencia un Londres apocalíptico y fantasmagórico que devora a sus hijos. Esa Inglaterra que quiso salir de Europa negando su verdadera naturaleza histórica en un absurdo ejercicio de memoricidio.

-Hugh y Violet van buscando la memoria de Europa. ¿Qué queda de esa Europa que actualmente sangra por guerras como la de Ucrania?

– Los protagonistas buscan esa memoria sintiendo el dolor por Europa que ahora estamos sufriendo con la guerra de Ucrania. Vivimos en un continente lleno de pesadillas del pasado que aún continúan. Cuando paseamos por cualquier calle de una ciudad europea, sentimos esa fatiga de la Historia. Y en este viaje descubrimos la compasión por este hermoso y terrible lugar que tantas veces ha caído, se ha desangrado y ha vuelto a revivir.

-¿Esa Europa dista mucho de la que retratabas en ‘Adriático’ y ‘El sonámbulo de Verdún’?

-No demasiado, es una continuación. En ‘Adriático’ me centraba en Italia como símbolo de nuestra cultura mediterránea. Mientras que en ‘El sonámbulo de Verdún’ intenté contar la historia del siglo XX en Europa partiendo de la Primera Guerra Mundial. En esa ocasión, desde el corazón de Europa, la Mitteleuropa de la que habla Claudio Magris. En ‘Los viajeros del continente’ nos detenemos en el ahora mismo para contemplar ese deambular incierto de Europa, porque el continente de la belleza y también del horror parece haber perdido su lugar en el mundo. Europa debería ser maestra de historia por sus lecciones del pasado, ser la referencia del mundo de derechos sociales y libertades que construimos después de la Segunda Guerra Mundial, pero no es así. Mandan potencias sin democracia y en las que impera la economía y la crueldad. Europa olvidó su pasado, de ahí esa idea de ruinas prematuras que flota en toda la novela.

-La novela supone también una reflexión sobre la vida y la muerte digna, además de meditar sobre cómo la literatura puede llegar a ser una vía de salvación.

-Sí, de alguna forma es como uno de esos libros medievales del Ars Moriendi, del arte de morir. La enfermedad de Hugh de Galard está presente en la novela, pero ese horror queda desactivado por dos cosas: el humor y la cultura. Por su naturaleza de hombre culto y fabulador ironiza constantemente sobre la enfermedad y la muerte. Y es la literatura la que logra salvarnos. La novela también aborda el tema de la muerte digna, cómo enfrentarnos al final de forma civilizada.

-Lamentablemente ha vivido recientemente la muerte de tu madre. ¿Esto hace que su nueva novela cobre más sentido que nunca?

– Ha sido una experiencia pavorosa porque en realidad esta novela yo comencé a escribirla hace diez años, precisamente porque me obsesionaba el dolor de la enfermedad y el debate sobre la muerte digna. El libro quedó guardado, madurando y esperando su momento todos estos años en los que fui intercalando otras novelas. Cuando Galaxia Gutenberg me propuso publicarla no imaginé que me coincidiría con estos terribles momentos. Al releerla para la promoción, me di cuenta de que, sin saberlo, en realidad me había narrado a mí misma, porque lo que le ocurría a Hugh de Galard era exactamente lo que estaba pasando en mi vida. Ha sido estremecedor descubrir que lo que hace años intuí con la ficción me iba a suceder en la realidad. Por eso quiero que esta novela sea un hermoso y sanador homenaje a mi madre.



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