Ya es verano, o casi, en los trópicos, y el Primavera Sound de Sao Paulo, como el de Barcelona, ejerce el rol de pórtico de la bonanza estacional, con temperaturas de 32º grados, este sábado, acompañando el regreso del festival a Brasil tras su rotundo estreno en 2022. Algarabía en el ambiente, trapos ‘trendy’ que llevaban meses esperando su hora y mucho apetito por zamparse decenas de bandas en una jornada más diurna que nocturna, con formas de gigantesco picnic ‘cool’.
Lo del Primavera en Sao Paulo parece que haya sido coser y cantar, vista la naturalidad con la que se ha incorporado a la agenda local. Lo confirman las cifras, esos 50.000 asistentes largos tanto del sábado como del domingo. En Sao Paulo, que es una de esas hermosas urbes desparramadas (22 millones de habitantes) de las que cuando vuelves a Barcelona te parece que estás en un pueblecito suizo, campa el gigante global Lollapalooza, en el mismo recinto, el Autódromo de Interlagos (aunque en otro momento del año, en marzo). Pero la muestra ‘Created in Barcelona’, que bautiza con el nombre de la capital catalana a uno de los escenarios, señorea como si hubiera estado aquí de toda la vida.
Última noche en la Tierra
Culminando la jornada había dos pesos pesados, The Killers y Pet Shop Boys. Los primeros, que no actúan en Barcelona desde 2009, fueron al grano desde el minuto uno con ‘Mr. Brighside’, despachando éxitos con su conocido ‘punch’. Cita última de su gira de 2023, “como si fuera la última noche en el planeta Tierra”, anunció un fogoso Brandon Flowers, abanderando su arena-rock con actitud (y el refuerzo de tres coristas). El 8 de diciembre publican antología, ‘Rebel diamonds’.
Pet Shop Boys estrecharon lazos con un público con el que conectan desde que en 1994 incluyeran Brasil en el reducido ‘Discovery tour’ (que no pasó por Europa). Show parejo el del pasado mayo en Barcelona, de elegante estética cibernética, del blanco y negro al color. Botes y brincos en la llanura a golpe de ‘Suburbia’, ‘Domino dancing’ y ‘It’s a sin’, hasta el melancólico fundido con ‘Being boring’.
Aunque el relato automovilístico le imprima épica, el Autódromo resulta ser un lugar acogedor y de circulación cómoda (con distancias internas menores que en el Fòrum). Público joven, pero no tanto, quizá por el perfil veterano de los cabezas de cartel de este año. La facción Z se manifestó en el ‘set’ de MC Bin Laden, rapero malote paulista, coreográfico y con pegada tribal, afín a la corriente conocida como ‘funk ostentaçao’.
Diva plateada
Y un alta mención para la estrella autóctona, Marisa Monte, que apareció con un largo vestido plateado, tocada por una diadema, y brindó un concierto suculento a través de toda su obra, con una banda que incluía sección de metales. Magnética, esplendorosa, deleitó a la encandilada multitud con ‘Maria de verdade’, ‘Infinito particular’, ‘Amor I love you’… y un guiño a Rita Lee con ‘Doce vampiro’, y la propina de ‘Já sei namorar’, del club Tribalistas.
Otras brasileñas, Cansai de Ser Sexy, causaron cierto alboroto al revivir con simpatía y motivación los ‘hits’ de su primera era. En el campo más rock, consignables convulsiones ‘arty’ a cargo de Black Midi, la densidad de Slowdive y el punk-rock todavía peleón de The Hives. Y en otra liga, o tal vez en otro plano cuántico, la catalana Marina Herlop, sola con sus máquinas, sus teclados y su peinado de Princesa Leia, intrigó con los enigmas de ‘Nekkuja’, mágicos y primitivos, se diría que conectados a una fuerza ancestral más grande que ella.