Según los datos que maneja la Federación Española de Parkinson unas 160.000 personas en España sufren la enfermedad de Parkinson. Pero como indican los especialistas, esta patología ha experimentado un notable auge en el mundo occidental en los últimos años.
Tal es así, que según señala la Sociedad Española de Neurología (SEN), “el número de afectados se triplicará en 2050”. Además, los expertos estiman que, a día de hoy, la mitad de las personas con párkinson todavía no han sido diagnosticadas, a pesar de haber comenzado a sufrir alguno de sus síntomas.
Más allá de los problemas motores
Cuando hablamos de párkinson nos viene a la cabeza la imagen de una persona que sufre temblores, dificultades para moverse y rigidez. Pero hay otras muchas manifestaciones menos conocidas de esta dolencia neurológica que, en muchas ocasiones afectan más a la calidad de vida de los pacientes que los síntomas motores. Entre estos síntomas hay que destacar:
- El enlentecimiento en el pensamiento.
- La depresión.
- Trastornos comportamentales.
- Problemas de deglución.
- Trastornos del sueño.
- Problemas olfativos.
- Alteraciones en los esfínteres.
- Apatía.
- Astenia.
- Disfunción sexual.
Y es que, aunque hablamos de una enfermedad que afecta fundamentalmente a las personas de más edad, no hay que olvidar que un porcentaje importante de enfermos de Parkinson, un 15% según los datos de la SEN, son menores de 50 años.
Tratamiento adaptado a cada etapa de la enfermedad
Hasta el momento no se ha encontrado una cura contra el Parkinson. Solo se disponen de tratamientos adaptados a los distintos estadios de esta enfermedad.
“Inicialmente, el manejo del Parkinson es más sencillo, con distintos fármacos que se toman vía oral o transcutánea”, explica el doctor Ventura Anciones, neurólogo de la Unidad de Trastornos del Movimiento del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Sanitas La Zarzuela.
Pero según progresa la enfermedad y “se produce la pérdida de neuronas dopaminérgicas el control se hace cada vez más desafiante, debido a que ya no basta con administrar de forma pulsada la dopamina y esto conlleva efectos secundarios en muchas ocasiones discapacitantes”, añade el especialista.
En este punto, y en función de la edad del paciente y sus características individuales, los especialistas disponen de dos alternativas de tratamiento.
- La estimulación cerebral profunda. Se trata de una intervención quirúrgica mediante la que se introducen unos electrodos en el cerebro de forma mínimamente invasiva, estimulando en la mayoría de las ocasiones una región profunda llamada núcleo subtalámico.
Con esta terapia lo que se consigue es simular la estimulación dopaminérgica del cerebro, con el fin de mejorar síntomas como la rigidez o el temblor de forma continuada. Además, permite la reducción de la terapia oral pulsada que provoca esos efectos secundarios y que a veces pueden resultar molestos.
- Terapias con bombas de infusión. Este tipo de tratamiento se basa en la administración de distintos fármacos de forma continuada, bien a través del tejido celular subcutáneo (de forma similar a las bombas de insulina), o bien directamente a través del intestino mediante una pequeña intervención.
El único problema que presenta este tipo de terapia es que requiere el compromiso por parte de la familia o los cuidadores y la educación de estos para poder no sólo realizar la colocación del dispositivo, sino también administrar los cuidados básicos que estos tratamientos reclaman.
“Sin olvidar nunca que el paciente es un ser holístico, el eje de nuestro quehacer, al que aplicamos estas alternativas terapéuticas que van aumentando en complejidad a medida que la enfermedad progresa, adaptándolas a las necesidades particulares de los pacientes y siempre teniendo en cuenta la mejor opción posible”, concluye el doctor Anciones.