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Estadio Olímpico de Berlín, el último delirio de grandeza de Hitler

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El 1 de agosto de 1935, a las cinco de la tarde, Adolf Hitler pronunció el discurso más intrascendente de la historia de los Juegos Olímpicos: “Proclamo abiertos los Juegos de Berlín que celebran la undécima olimpiada de la era moderna”. Había acordado con el COI no hacer ninguna declaración política y cumplió. Pero no hacía falta, su puesta en escena fue calificada como una “declaración de guerra marcialmente estilizada desde una zona de despliegue cuasi militar”.

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