Demonizada y amada a partes iguales. La patata, un tubérculo muy nutritivo, despierta cierta controversia en cuanto a cómo afecta a la salud pese a que fue cultivada por primera vez hace más de 8.000 años en el sur de Perú, y lleva en el continente europeo desde 1537.
Estamos, sin duda, ante uno de los alimentos más versátiles de la cocina mediterránea, ya que se puede servir:
- Hervida
- Frita
- Como guarnición
- En ensalada
- En puré…
Y que, aunque muchos podían pensar lo contrario hasta ahora, cuenta con innumerables beneficios para nuestro organismo, como también ocurre con otros tubérculos de la misma familia, como la batata, el boniato y la yuca.
Sin embargo, un nuevo estudio del Centro de Investigación Biomédica de Pennington en Louisiana (Estados Unidos) desmiente una de las creencias más extendidas: que la patata es enemigo de las dietas saludables y que produce un mayor riesgo de diabetes tipo 2.
Propiedades de las patatas: ‘reina’ de la vitamina C
Según explica la Fundación Española de Nutrición (FEN), la patata es un alimento básico y fuente de nutrientes, como la vitamina C.
Pero “una parte considerable de la misma puede perderse durante el proceso de cocción. Para preservar su contenido, es recomendable cocinarlas al vapor o al horno (envueltas en papel de aluminio)”.
La cantidad de vitamina C que aporta equivale al 46% de las ingestas recomendadas para hombres y mujeres de 20 a 39 años con una actividad física moderada.
- “En la composición de la patata cabe destacar el contenido en hidratos de carbono, mayoritariamente en forma de almidón y una pequeña proporción como glucosa, fructosa y sacarosa“.
Y, pese a lo que muchos puedan pensar, no es especialmente calórico si se consume en crudo: 88 calorías por cada 100 gramos.
Y además, “la patata aporta minerales como el potasio. Este contribuye al funcionamiento normal del sistema nervioso y de los músculos”.
“No tienen un impacto negativo en la salud”
La investigación publicada en el ‘Journal of Medicinal Food’, y liderada por Candida Rebello, profesora en Pennington Biomedical, ha analizado a 36 participantes entre 18 y 60 años con sobrepeso, obesidad o resistencia a la insulina.
Las personas que participaron en nuestro estudio perdieron peso
La dieta, controlada por expertos, incluyó alimentos tales como carne, pescado, verduras, frutas, y, por supuesto, patatas. Y como resultado, como subraya la especialista, “demostramos que, contrariamente a la creencia común, las patatas no tienen un impacto negativo en los niveles de glucosa en la sangre“.
De hecho, resalta la investigación, “las personas que participaron en nuestro estudio perdieron peso”.
La forma en la que se incluyeron las patatas en la dieta fue hervidas, “para maximizar su contenido de fibra (2 gramos por cada 100)“. Y para ello, se hirvieron con piel y después se refrigeraron entre 12 y 24 horas.
- “La comida de cada participante se adaptó a sus necesidades calóricas, y una mayoría se sintió lleno, más rápido y, a menudo, ni siquiera terminaron su comida”.
Esto se debe a su alto contenido en hidratos de carbono complejos, que convierten a la patata en uno de los alimentos más saciantes y que puede ayudar a perder peso, se come menos cantidad sin necesidad de pasar hambre.
Un alimento “bastante económico” para incorporar a la dieta
La patata es un tubérculo que, de acuerdo a esta investigación, no se debe eliminar de una dieta equilibrada y saludable, muy económico, pero que se debe incorporar en nuestra alimentación de una determinada forma.
Se debe consumir, si se quiere mantener un peso óptimo, hervida y, sobre todo, sin quitar la piel, ya que es donde contiene la mayor cantidad de vitamina C.
- Este alimento “favorece la pérdida de peso en individuos con resistencia a la insulina” y ayuda a regular los niveles de glucosa en sangre.
- También aporta carotenoides, siendo la violaxantina, anteraxantina, luteína, los más abundantes, mientras que la neoxantina, beta-criptoxantina, zeaxantina y b-carotenos.
Nada tiene que ver con las propiedades, por ejemplo, de las patatas fritas en bolsa. Así lo recalca la Fundación Española de Nutrición. “Las patatas fritas comerciales suelen contener abundante sal por lo que debe realizarse un consumo moderado y ocasional de este alimento, sobre todo en personas que sigan dietas hiposódicas”.
Y con mayor aporte calórico, ya que al freírse absorbe mayor cantidad de grasas. En cualquier caso, se debe optar por patatas fritas en aceite de oliva o de semillas como el girasol, “por su contenido en ácidos grasos insaturados”.