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El Tour pasa hoy por la cima del “¡vamos, Perico!”

“¡Vamos, Perico!”. Era una época en la que no existían los pinganillos que desde hace unos cuantos años llevan los ciclistas y donde los directores les van dictando la ruta, como si fuesen los copilotos de un rallye, hasta decirles cuándo han de atacar o mostrarse cautos. Perico era más decidido. Él maniobraba con libertad en unos tiempos en los que los corredores se movían más por sensaciones que por automatismo. Eran más libres, más locos quizás, aunque Tadej Pogacar, por mucho auricular que lleve en la oreja, al final ataca dónde y cómo le da la gana.



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