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¿El riesgo crea adicción?: La vida al límite de Carlos Suárez

Otro de los lugares más visitados por el experimentado alpinista es la imponente cordillera del Himalaya, a la que ha ido en multitud de ocasiones y donde ha coronado los ocho mil metros. Allí, el peligro siempre está presente, especialmente en invierno, cuando el riesgo alcanza niveles impredecibles por encima de los 7000 metros. Recuerda una expedición en la que el destino fue implacable: tres alpinistas se aventuraron a hacer cima, mientras Álex Txikón y el propio Carlos Suárez decidieron no continuar debido a las condiciones climáticas. Estaban en el Gasherbrum 1 sobre los 7000 metros, y los tres que intentaron alcanzar la cumbre, nunca regresaron. En un entorno, que a veces es hostil, puedes encontrarte con grandes avalanchas, bloques de hielo o rocas desprendidas que acechan en cada esquina. En este escenario extremo, la toma de decisiones se convierte en algo vital.

Y una de las expediciones que más le ha hecho disfrutar tuvo lugar en la cordillera del Karakórum, donde tras escalar varios días, consiguió alcanzar la cima del Laila Peak (6096 metros), para después bajar volando en salto BASE. Una hazaña en una montaña que destaca por su increíble belleza, y que lograría junto a su compañero de aventuras Darío Barrio y el experimentado alpinista Ramón Portilla, los cuales tuvieron que afrontar el descenso sin Carlos. Ese mismo estilo de salto lo volvería a repetir, pero esta vez desde la Torre Sin Nombre (6251 metros), también en el Karakórum paquistaní. Tras tres duros días de escalada es su pared, hizo historia por ser la primera vez que se hacía salto BASE desde esa cumbre.

Claves de un alpinista extremo

Cuando reflexionamos con él sobre la importancia de tener una mente serena para realizar actividades que entrañen riesgo, coincide en que la sensatez y la templanza son cualidades esenciales “para sobrevivir seguro”. Por otro lado, comenta que ha visto a personas muy sensatas y también todo lo contrario “he visto accidentes muy injustos, que no tendrían que haberle pasado a una persona en un sitio o momento dado, pero imagino que esas respuestas nunca se pueden saber”.

Sin embargo, Carlos Suárez es conocido por ser un alpinista sensato, intuitivo y muy experimentado. Siempre ha mantenido una rutina de entrenamiento constante: “Normalmente entreno de forma habitual 4 o 5 días a la semana, con una intensidad de al menos un 70%, especialmente corro y escalo. Y cuando se acerca una expedición aprieto a tope”. Pero, para los deportistas que se aventuran en territorios donde el riesgo se convierte en compañero de viaje, se requiere algo más que entrenamiento, experiencia y fortaleza mental. Y eso es, como dice Carlos “sin duda, la trayectoria personal y de familia, en mi caso muy pequeña, tiene mucho que ver, yo siempre he necesitado salir a conocer el mundo con un impulso que iba más allá de lo normal”. Para él, el riesgo no es solo una parte de su vida, es una forma de entender y experimentar el mundo. Y es este impulso, esta necesidad insaciable de desafiar lo convencional, lo que distingue a estos deportistas extremos del resto.

La fina línea del riesgo

Consciente de que el riesgo puede generar adicción, argumenta que “muchos estudios dicen que el riesgo genera mucha dopamina que te lleva a un estado de bienestar ficticio, que aparenta ser una realidad y puede ser el mayor peligro”. Carlos prefiere “hablar más de un estilo de vida”. Siempre ha sentido que sus aventuras le “aportaban más que la pura actividad simplemente deportiva. La aventura tiene mucho que ver con deporte, pero hay mucho más”.

Un punto de inflexión en la vida del alpinista fue la muerte de su buen amigo Darío Barrio: “creo que nos marcó mucho, también a mi amigo Armando del Rey, pues veníamos de una época en la que ya habían muerto varios amigos seguidos haciendo salto BASE. Fue un momento muy difícil para entender todo lo que hacíamos y porque lo hacíamos”. Un duro golpe, ya que el famoso cocinero falleció en el Festival Internacional del Aire El Yelmo, en Segura de la Sierra (Jaén), mientras participaba en el espectáculo de apertura con la modalidad del paracaidismo conocida como wingsuit; una disciplina que se ejercita con un traje con alas que permite planear y alcanzar una velocidad media de 160 kilómetros por hora. Esta pérdida le llevó a cuestionar sus propios límites y a replantearse sus objetivos en la montaña.

Inspiración para nuevos alpinistas

Y entre sus pasiones: “me apasiona todo lo que tiene que ver con compartir mis aventuras. Cuando tenía quince años leía mucho a los clásicos y te das cuenta que los mejores alpinistas siempre han compartido sus inquietudes y miedos. Salvando las diferencias, todo lo que yo pueda aportar a alguien con esas mismas inquietudes creo que es muy bonito”. Carlos Suárez no solo es un deportista extremo, sino también un comunicador comprometido. A través de sus libros, conferencias y redes sociales, comparte sus experiencias y lecciones aprendidas en la montaña, inspirando a nuevas generaciones de aventureros.

Con ese afán por compartir experiencias, nos cuenta que se trae entre manos un nuevo proyecto, el que sería su quinto libro. No hemos podido evitar preguntarle que nos vamos a encontrar al abrirlo: “mis últimas aventuras y como siempre intentando desgranar esa contradicción que existe entre la búsqueda de la felicidad en la montaña y todo el peligro que esconde que puede acabar con todo de un plumazo”.



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