José Manuel Sánchez Miguel, pastor, cuarenta y cuatro años, contesta al teléfono con los cencerros de sus ovejas y los balidos como sonidos de fondo. Son 1.550 ovejas merinas que avanzan lentamente de Huertas de Ánimas (Cáceres) a Valverde de la Sierra (León), seiscientos kilómetros en total al ritmo de veinte kilómetros al día en busca de pastos abundantes donde pasar el verano. José Manuel silba a algún elemento díscolo de su rebaño, y entonces continúa la conversación, el relato de una aventura que parece corresponder a otra época.
Este es el segundo año de José Manuel en el camino. En otras épocas lo hicieron su padre y su abuelo, pastores a sueldo con rebaños de cinco mil ovejas o más. Hasta que llegó su turno. El comienzo de 2023 fue rematadamente malo en su pueblo. El campo estaba seco, sin una brizna de hierba. Dice que ese fue el motivo principal para reunir a su familia y a sus ovejas y poner rumbo al norte. «No quedaba otra, no había comida», explica. «Este año no ha sido tan malo, digamos que el viaje no era imprescindible, pero en el norte comen lo que quieren y están más frescas».
José Manuel viaja con su padre, de 72 años; con su tío Luis, de 68, y su tía Mari, que se encarga de la cocina; Paco, también de la familia, y Ricardo, un voluntario de la provincia de Guadalajara que se apuntó a la ‘fiesta’. Les acompaña también un burro, que carga con el agua y con los bocadillos de media mañana. El grupo salió de Huertas de Ánimas el 15 de mayo, y este miércoles día 12 tenían previsto pasar por Medina de Rioseco, ya en la provincia de Valladolid. No les queda mucho para Riaño, donde esperan llegar el 21 de junio.
Este pastor extremeño tiene 2.000 ovejas (quinientas se han quedado en el pueblo), esposa, que viene a verle los fines de semana, y dos hijos, niño y niña, de doce y catorce años, que irán a León en vacaciones. «Esto se pierde, esto no lo quiere nadie -afirma-. No encuentras a nadie que entienda, y la gente solo quiere librar el fin de semana. Cuando en la ciudad se quieran dar cuanta de que no hay despensa será demasiado tarde». De momento, este verano se quedará con sus ovejas, en una cabaña en la montaña, hasta mediados de octubre, cuando volverá a casa otra vez a pie. Intentará contratar a alguien para que le dé un respiro, pero no lo ve fácil. «El año pasado no falté ni un día, fui como un mastín».
En diciembre de 2023, la Unesco declaró la trashumancia Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Era una candidatura internacional liderada por España e incluía a Albania, Andorra, Croacia, Francia, Luxemburgo y Rumanía, además de Austria, Grecia e Italia, que tenían un reconocimiento previo. España cuenta con 125.000 kilómetros de vías pecuarias que cubren la península y las islas. En la candidatura se decía que «el desplazamiento estacional de rebaños sigue siendo un patrimonio vivo que ha originado un rico patrimonio cultural y etnográfico, reflejado en fiestas y tradiciones, en la toponimia, la gastronomía y la arquitectura relacionada con esta actividad».
José Manuel opina en cambio que hay muchas vías pecuarias en mal estado o sucias, que a veces tiene que dar rodeos, y que en España hay pocos pastores que sigan viajando en busca de mejores pastos. «Los hay que llevan a sus ovejas en camiones, y también algún rebaño más pequeño que va de Córdoba a Teruel. No queda mucho más», señala. «Yo prefiero llevarlas todas juntas. Lo cierto es que no compensa venir andando, pero tengo una familia que me ayuda, y además me gusta y así defendemos la tradición».
«La trashumancia es una práctica milenaria, quizá la práctica ganadera más ligada a la naturaleza por todos sus beneficios medioambientales, socioculturales, territoriales y económicos, como el transporte de semillas o la fertilización de la tierra de forma natural, la prevención de incendios ya que el ganado consume materia seca que es un gran combustible forestal y, además, favorece la economía rural, es un claro ejemplo de sistema de producción de agricultura familiar, resiliente y modelo de un sistema alimentario sostenible», afirman desde la Interprofesional Agroalimentaria del Ovino y el Caprino de Carne (Inerovic), que apoya al ganadero extremeño en su viaje por la Cañada Leonesa Occidental, una ruta que se extiende a lo largo de 700 kilómetros, desde León hasta Badajoz y pasa por las provincias de Valladolid, Ávila, Toledo y Cáceres.
De sol a sol
Los componentes del grupo amanecen a las 7.30, caminan hasta las 12.30, comen y descansan hasta las cinco y vuelven a ponerse en marcha hasta cerca de las nueve, cuando buscan un terreno en barbecho en el que pasar la noche. José Manuel y su familia se asean en algún regato que encuentran en el camino, y tienen un coche de apoyo. Compran en los pueblos por los que pasan, donde los vecinos asisten con curiosidad al espectáculo. «La mayoría nos apoya, incluso nos traen chorizo, aunque siempre hay alguno que se queja».
Valverde de la Sierra, la meta de esta ruta, es un pequeño pueblo de la Montaña de Riaño, en la provincia de León, protegido por el Pico Espigüete (2.450 m), en la Montaña Palentina. Un paraíso de pastos verdes y frescos, donde también hay cabañas que utilizan los pastores. Dice José Manuel que el año pasado el verano de 2023 pasó sin percances, aunque los lobos sí atacaron a unos potros de un vecino del pueblo. Este año la aventura acaba de empezar.