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El museo de los errores

Penelope Fitzgerald crea adicción. Y las adicciones literarias son muy sanas y nutritivas. A los 24 años de su muerte, su obra se mantiene tan viva como el primer día. Ningún lector exigente debería dejar pasar títulos como “La librería”, “A la deriva”, “Voces humanas” o su última obra, “La flor azul”. Palabras mayores de una autora que nunca toma caminos trillados. Su editorial española, Impedimenta, se ha empeñado en reivindicar a Fitzgerald (Lincoln, 1916-Londres, 2000) como figura imprescindible. Y para rematar la jugada maestra no podía faltar su debut en 1977: “El niño de oro”. Desde la primera página se percibe un talento excepcional para la creación de tramas sutiles con muchas honduras espolvoreadas por esa prosa exacta y evocadora que blinda la tensión narrativa.



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