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El lujo alumbra Casablanca con la apertura del hotel Royal Mansour


En la cúspide del lujo hotelero, por encima de las instalaciones y prestaciones más exquisitas, existen dos palancas que pueden marcar la diferencia para un huésped acostumbrado a tenerlo todo: el servicio humano y los pequeños y hasta inesperados detalles de hospitalidad y confort. Uno de los establecimientos que de ambas hace una clara seña de identidad es el Royal Mansour Casablanca, propiedad nada menos que del rey de Marruecos y que acaba de abrir sus puertas, este mismo mes, en la ciudad.

Para inaugurar un nuevo hotel, el primero después de su emblemático Royal Mansour Marrakech, donde las suites son auténticos riads dentro de una medina sin parangón, el lugar elegido no es casual. Todo lo contrario. Casablanca es una urbe pujante, cosmopolita y multicultural, la más poblada del país (casi 5 millones de habitantes) y su centro financiero. Está ubicada junto al Atlántico, por lo que además cuenta con playa y con un importante puerto.

Ajena a los circuitos turísticos habituales, que suelen proponer lugares más tradicionales en Marruecos, esta moderna ciudad constituye todo un descubrimiento para el viajero con inquietudes que quiere ser parte de la vida actual de este país del norte de África, con todos sus matices, y que busca poder disfrutar tanto de un mercado típico con sus bazares y tiendas como del joven arte callejero de sus murales, de los garitos de moda o de su singular arquitectura nacida de la mezcla del estilo marroquí con el art decó y la marcada impronta francesa que se palpa en cada rincón de ella.

En pleno centro se levanta el edificio que alberga al flamante Royal Mansour. Los ciudadanos lo conocen bien el sitio: allí funcionó desde los años 50 el primer hotel de lujo de la ciudad, cerrado en 2015. Las reformas duraron nueve años, y dieron a luz una renovada torre con 149 habitaciones, suites y apartamentos privados junto con cuatro restaurantes, zona de spa y gimnasio, salón de baile y salas de reuniones, con la idea de reflejar en su planteamiento vanguardista la esencia de la propia Casablanca.


El lobby del Royal Mansour Casablanca

Cómo es por dentro el Royal Mansour Casablanca

Su soberbio lobby, al que se accede por una entrada en esquina, revela dos elegantes elementos que vertebran a partir de allí todo el establecimiento: las orquídeas y el mármol. Ambos, de gran variedad de colores, tamaños y formas, están presentes en todas las estancias estableciendo un juego entre entre la fría belleza de la piedra veteada -hay más de 70 clases en el hotel, todas traídas de las mejores canteras de Italia- y el exotismo de la planta.

Otro elemento característico del Royal Mansour Casablanca es la madera, presente en puertas, panelados y exquisito mobiliario de diseño. También sobresalen en la decoración los ricos textiles, de tonalidades tierra, rojos, dorados, azules y verdes, junto con las lámparas, las increíbles alfombras y el arte que lucen sus paredes.


Una de las suites del Royal Mansour Casablanca

Con diversas categorías de habitaciones (desde 550 euros la noche), de estilo que recuerda a los años 50, en todas ellas destacan los acabados, las buenas dimensiones, el baño blanco compartimentado con unas originales puertas de cristal y la colocación de funcionalidades como enchufes dentro de la mesilla de noche o un secador de pelo Dyson, por ejemplo. Las superiores añaden un amplio vestidor y, nuevamente, profusión de detalles: desde contar con impresora y destructora de papel en el escritorio, hasta añadir un enrollador de relojes.

Aún así, por encima de todo ello, lo que se luce en el mantenimiento y la atención a las habitaciones y en las áreas comunes del Royal Mansour Casablanca, es el servicio atento, discreto y refinado de su personal. Tanta importancia le da el hotel al factor humano que fue la propia Marie-Claude Métrot, una referencia internacional en etiqueta y protocolo, quien dio formación previa a los trabajadores.

Bienestar y gastronomía

El Royal Mansour Casablanca cuenta con un spa que ocupa dos plantas, en el que hay cabinas de tratamientos corporales y faciales, baño hammam, gimnasio (más detalles extras allí: además de un equipamiento muy completo, cuenta con una báscula de grasa corporal y muscular) y una sala exclusiva para yoga con todos los elementos específicos de esta actividad (hasta cuencos tibetanos).

Imagen principal - Los restaurantes Le Sushi Bar y La Brasserie y uno de los baños de las suites del hotel Royal Mansour Casablanca.
Imagen secundaria 1 - Los restaurantes Le Sushi Bar y La Brasserie y uno de los baños de las suites del hotel Royal Mansour Casablanca.
Imagen secundaria 2 - Los restaurantes Le Sushi Bar y La Brasserie y uno de los baños de las suites del hotel Royal Mansour Casablanca.
Los restaurantes Le Sushi Bar y La Brasserie y uno de los baños de las suites del hotel Royal Mansour Casablanca.

La parte gastronómica del hotel es uno de sus grandes atractivos. Con el francés Ronan Cadorel como chef ejecutivo, incluye cuatro restaurantes de categoría aunque muy distinta propuesta. Por un lado está su japonés, Le Sushi Bar, con menú omasake o a la carta, en planta baja, y por otro, en la 23, La Grande Table Marocaine, el marroquí tradicional de soberbia ambientación -que incluye música en directo- y vistas al ‘skyline’ de la ciudad con el oceáno y la Gran Mezquita de fondo.

Las propuestas se completan con La Brasserie también abajo, con las propuestas del chef francés con tres estrellas Michelin Erin Fréchon, que se pueden tomar en sus mesas de la sala o en la terraza, junto al jardín interior diseñado por el paisajista español Luis Vallejo, y, nuevamente en lo alto del hotel, con Le Rooftop, donde sobresalen las tapas y los cócteles (allí se toma, por la mañana, el desayuno, que combina platos y bebidas calientes a la carta con buffet de su acertada pastelería, frutas, yogur y demás).

A tono con la ciudad

A través del hotel, si lo desea el huésped puede acceder a tours para ver sus mercados de alimentación -hay uno solo de aceitunas y encurtidos- o bazares en la llamada ‘nueva medina’, probar su comida callejera y pastelerías, descubrir su circuito de arquitectura art decó y brutalista o, entre muchos otros planes posibles, visitar la Gran Mezquita (fue levantada en 1993, en terreno ganado al mar, tras siete años de construcción y del trabajo de miles de los mejores artesanos, y tiene 80 mil metros cuadrados). También, a recomendaciones para conocer la vibrante noche de Casablanca -con pubs y discotecas al nivel de las mejores de Europa-.

Y es que por esta antigua ciudad pasaron fenicios y romanos, sobre cuyo rastro borrado se asientan las evidente herencias árabe-musulmana y de la época colonial de portugueses primero y franceses después. Se superpone a ello, como broche, el recuerdo del escritor Antoine Saint-Exupéry, el de ‘El Principito’, que fue residente lcoal tras la Segunda Guerra Mundial, y aún más el que le endosó la famosa película de Hollywood ‘Casablanca’, protagonizada por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman aunque nunca rodada allí.

Hay que pasear por sus calles para entender esa mezcla y su efervescente presente. Con sus torres de negocios, sus palmeras, sus barrios residenciales que entonces eran por nacionalidad de sus ocupantes (así, hay un barrio francés, otro español, otro judío o el californiano) y su zona costera y de playas, bautizada La Corniche, cargada de restaurantes y cafés, constituye una escapada poco convencional para quienes buscan estímulos.



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