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“Nuestro instinto es un animal salvaje”, asegura el suizo Joël Dicker (Ginebra, 1985), de visita en Barcelona, acerca del título de su nuevo ‘thriller’. “Lo llevamos dentro, pero en el mundo actual parece que nos olvidamos de él, ya sea porque hacemos lo que dictan las convenciones sociales, lo que los demás nos dicen que hagamos o lo que esperan de nosotros. El instinto es lo más importante que tenemos y nos alejamos de él en vez de hacerle caso, que es lo que deberíamos”. Viene su reflexión al caso, añade el escritor superventas, porque en ‘Un animal salvaje’ (Alfaguara / La Campana) “todos los personajes se debaten entre seguir su instinto o las expectativas que los demás tienen de ellos. Todos somos un animal salvaje”.
En 2012, Dicker se convirtió en un fenómeno editorial gracias a ‘La verdad sobre el caso Harry Quebert’ (Premio Goncourt des Lycéens y Gran Premio de Novela de la Academia Francesa), “un libro que estaba convencido de que no leería nadie”, pero al que, sin embargo, dedicó 12 horas diarias a escribirlo. Tras él, superó la dificultad “de cumplir las expectativas” y ya lleva ocho novelas, entre ellas, ‘El libro de los Baltimore’, ‘El caso de Alaska Sanders’ y ‘La desaparición de Stephanie Mailer’. En la última, ‘Un animal salvaje’, teje una red de relaciones, engaños, envidias, secretos, pasiones y obsesiones entre dos matrimonios, vecinos de una lujosa urbanización ginebrina, y un misterioso merodeador (o dos).
El escritor suizo Joël Dicker, este miércoles en Barcelona. / MARC ASENSIO CLUPES
Si sus anteriores ‘best-sellers’ solían girar en torno a muertes y desapariciones, este parte de un atraco, en julio de 2022, en una importante joyería de Ginebra. Un asalto que, cronómetro en mano, dura siete minutos, tanto para los atracadores como para los lectores. “El tiempo es muy importante, parece que nunca tenemos tiempo para leer. Quería una dinámica temporal que mostrara que el tiempo pasa muy rápido y es necesario atraparlo. De ahí que la intriga transcurra en cuatro horas, que es el tiempo real en que el lector lo lee”, explica Dicker, que controla los ‘tempos’ cual preciso reloj suizo.
“Todos tenemos un lado luminoso y un lado oscuro, tentaciones… -asume-. La clave no está en lo que los demás piensan de nosotros sino en cómo nosotros mismos nos aceptamos como somos”. En esas fronteras se mueven sus protagonistas. Sophie Braun, hija de un rico empresario, es una abogada de éxito de 40 años, casada con Arpad, agente de banca que le oculta un secreto. Son la envidia de la pareja vecina, compuesta por Greg, respetado policía que se obsesiona con ella hasta el punto de espiarla, y su esposa. Nadie es quien dice ser. Y alguien del pasado reaparecerá en la vida de Sophie y Arpad. “Ellos son la pareja perfecta, no porque se muestren así, sino porque así los perciben los demás, sus vecinos, lo cual dice más de los que juzgan y opinan que de Sophie y Arpad”, señala Dicker sobre el tema de las apariencias que sobrevuela la trama.
En Instagram y otras redes sociales proyectamos la imagen de una vida perfecta. ¿Por qué necesitamos tanto la mirada del otro?
Hay otro tipo de apariencias, añade: “lo que nosotros queremos mostrar, el personaje que construimos para impresionar y enseñar a los demás”. “En Instagram y otras redes sociales proyectamos la imagen de una vida perfecta. ¿Por qué necesitamos tanto la mirada del otro?”, se pregunta Dicker, que admite con una sonrisa que sí tiene Instagram, pero que lo usa profesionalmente: “Para hablar a los lectores y buscarlos allí donde están. Creo que a todo el mundo le gusta leer, solo que hay gente que aún no lo sabe”.
Desde ‘La verdad sobre el caso Harry Quebert’, llevada al cine por Jean-Jacques Annaud, había ambientado sus libros en Estados Unidos, donde vivió un tiempo. ‘Un animal salvaje’, como el anterior, ‘El enigma de la habitación 622’, transcurren en su Ginebra natal, donde reside. “Para hacer creíble una ficción debes conocer el entorno en el que la ambientas”, opina quien entiende la novela negra, como “un entretenimiento con voluntad de divertir al lector, algo a lo que otros géneros han renunciado”, y ve la novela como “un juego entre autor y lector”.
Intenta, asegura Dicker, ser él mismo para distanciarse del éxito que supone tener 22 millones de lectores. “Piensas que el siguiente libro puede ser un desastre absoluto. Escribir es superar las dudas permanentes que te asaltan cuando lo haces, si terminarás el libro, si los personajes no funcionan…”, explica antes de recordar cómo antes de ser un superventas escribió libros “que fueron rechazados por muchas editoriales”.
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