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El día que Bob Dylan inventó el folk rock en Newport


Son muchos los rockeros de pro que abominan de los grandes festivales de verano y reivindican el dedicado trabajo diario de las salas de conciertos. Melómanos que echan pestes de las aglomeraciones, de los precios de las consumiciones, de la calidad del sonido, de la potenciación del ocio puro y duro por encima de la más genuina expresión artística. Quizá los festivales tampoco sean ya exactamente lo que una vez fueron (aunque siga habiendo algunos con una oferta musical excelente), pero durante décadas supusieron un escaparate de primer orden para la escenificación de cambios de paradigma en la historia del rock, sin los que seguramente no lo entenderíamos como lo que es hoy en día. Pasarelas de excepción en las que ocurrían cosas que fueron determinantes para el curso de la música de nuestro tiempo.



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