“Recibo amenazas de muerte y he tenido que cancelar mi vuelo de regreso. Esto me ocurre desde que medios israelíes y alemanes calificaron absurdamente de antisemita mi discurso en la Berlinale”, escribía desde X -antes Twitter- el director de cine israelí Yuval Abraham, premiado en el festival de cine Berlín junto con su colega palestino Basel Adra por su documental ‘No other Land’. La película, un documental sobre la demolición de poblaciones palestinas en Cisjordania por excavadoras y ejército israelíes, ganó el premio al mejor documental de la Berlinale y el del público de la sección Panorama.
El palmarés ya es historia -el Oso de Oro fue para la franco-senegalesa ‘Dahomey’, centrado en la descolonización de los museos africanos-. Pero lo ocurrido en la gala de los premios ha levantado ampollas en Alemania, país que practica, por responsabilidad histórica, el apoyo incondicional a Israel. Abraham y otros galardonados -como la brasileña Juliana Rojas, premiada por ‘Cidade, campo’, en la sección Encounters- expresaron su apoyo a los palestinos o clamaron por un alto el fuego en Gaza. Adra pidió el fin de los suministros de armas a Israel, Abraham habló de „apartheid“ contra los palestinos y el estadounidense Ben Russell, premio al mejor filme de la sección Encounters por ‘Direct Action’, pronunció la palabra “genocidio”. Hubo ovaciones entre el público y apoyo por algún miembro del jurado.
Nada que no se haya visto en otras galas del cine, incluida la entrega de los Goya. Pero suficiente para desatar una tempestad en Alemania. Además del peso de la responsabilidad por el Holocausto, se teme tanto una instrumentalización de la crítica a Israel por la ultraderecha como una legitimización de los ataques de Hamás.
La clase política en pleno, desde el alcalde de Berlín, el conservador Kai Wegner, a la ministra de Cultura, la verde Claudia Roth, expresaron su estupor por el supuesto antisemitismo transmitido por la gala. La Berlinale emitió su enésimo comunicado distanciándose de las declaraciones de los cineastas. De poco sirvió que la codirectora del festival, Mariette Rissenbeek, hubiera dejado clara la condena a los ataques de Hamás del 7 de octubre en la apertura de la gala. La Berlinale ha quedado bajo sospecha de antisemitismo, una etiqueta amplificada desde todos los medios de comunicación de relevancia del país. Se ha publicado apenas algún comentario recordando que criticar a Israel no es, de por sí, antisemitismo -como el del politólogo Klaus Bachmann, en ‘Berliner Zeitung’-. Pero domina el repudio sin paliativos, incluido a Abraham, hijo de supervivientes del Holocausto nazi.
Hay un claro divorcio entre esta especie de “pensamiento único” oficial y la calle, como lo demuestra el premio por votación del público a ‘No other Land’. Todos sus pases estuvieron a rebosar de público joven, no identificable ni con la ultraderecha ni mucho menos con el temido yihadismo.
Dudas sobre el festival
La Berlinale es conocida como un festival de fuerte contenido político, pero en esta edición, la número 74, entró en conflicto con lo políticamente correcto. Era el último de la dirección bicéfala a cargo de la neerlandesa Rissenbeek y el italiano Carlo Chatrian. Dejarán el puesto tras cuatro años en los que la Berlinale ha perdido magnetismo mediático y tampoco ha convencido en lo cinematográfico.
Las presiones políticas han pesado sobre su gestión. Se vieron forzados a retirar las invitaciones a representantes de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), ante la lluvia de críticas del ámbito cultural contra esa presencia. El activismo pro-israelí salpicó algunos actos del festival -incluido uno con la exsecretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, increpada por su apoyo a Israel.
El próximo año asumirá la dirección la estadounidense Tricia Tuttle, por designación directa de la ministra de Cultura Roth.
Las dudas sobre el futuro no se limitan al festival, sino también a instituciones como la Filmoteca -Deutsche Kinemathek-, sus salas de cine Arsenal y el Museo del Cine, hasta ahora alojadas en un edificio vecino a Berlinale. Este año fue el último en el que se entregaron ahí los premios Fipresci de la crítica internacional -uno de ellos, para la sección Forum, a ‘The Human Hibernation’, de Anna Cornudella-. Su contrato de alquiler expiró, sin que se sepa dónde se alojarán en el futuro.