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El Capricho de Cotrina, un castillo de ensueño obra del ‘Gaudí extremeño’


En la provincia de Badajoz, entre las sierras de San Jorge, San Cristóbal y la Cabrera y junto a la Vía de la Plata –en el tramo que une Mérida con Sevilla–, está Los Santos de Maimona, una villa en la que se alza una de las construcciones más curiosas del país, el Capricho de Cotrina.

Este edificio, que por su aspecto bien podría ser obra del mismísimo Antonio Gaudí, es el sueño de un extremeño de origen humilde, Francisco González Gragera, un albañil y marmolista que decidió cumplir los deseos de su hija regalándole un auténtico castillo de cuento de hadas que se ha convertido hoy día en todo un reclamo para amantes de la arquitectura, el diseño y la fantasía.


Detalles exteriores del Capricho de Cotrina


capricho de cotrina

Historia y arquitectura

Hace ya más de treinta años, Yolanda preguntó a su padre si podían tener una casa de campo con piscina al igual que su tío, a lo que él respondió: «tendrás una casa única, una que nadie más podrá tener», explica Sonia González, otra de las hijas de este artista, y visto el resultado se puede decir que cumplió con creces su palabra.

Fue en 1988 cuando este hombre natural de Torremejía, tachado por muchos como un loco, inició las obras del Capricho de Cotrina -bautizado así por el apodo de su abuelo-, una vivienda modernista catalogada por los expertos como una construcción ‘gaudirreoides’ levantada a base de mampostería de piedra caliza, mortero de cemento y ladrillo y revestida por mosaicos de varios colores utilizando la técnica del trencadís, que consiste en la decoración con cerámica reemplazando las diminutas teselas por multitud de pequeños trozos de cerámica rota esmaltada, lo que logra que la luz se refleje en los colores al máximo. Esta práctica se puede apreciar en las barandillas, escaleras, cúpulas y terrazas. Todo el edificio, de 183 metros cuadrados, presenta formas curvas rematadas por figuras ornamentales que se camuflan en la naturaleza de la zona y que incluyen elementos como el sol, la luna, las flores y, como un guiño a Extremadura, las bellotas.


Imágenes del interior del castillo


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La puerta de entrada está realizada en cemento armado y aunque su peso es de 500 kilos se abre sin esfuerzo, hasta en eso pensó Francisco. Ya en el interior se pueden ver un salón principal, una cocina, un cuarto de baño, dos habitaciones ubicadas en las dos torres y la pieza más destacada: la habitación de matrimonio, que situada a doce metros del salón representa la cabeza de un gusano, mientras que el pasillo que hasta ella conduce da forma al cuerpo. Lo que motivó esta peculiar figura, según cuenta Sonia, es que su padre quería descansar lejos de los ruidos que hacían los siete hermanos. Por su parte, la terraza tiene un pequeño estanque situado sobre el salón para aislarlo de las altas temperaturas que azotan la zona en verano.

Además, alrededor de la casa hay otras obras, todo ellas con el mismo diseño, como son: una cascada que vierte sus aguas en una piscina, una fuente y un taller de objetos de mármol.


Imagen de la cascada que da a la piscina


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Una obra viva abierta al público

Al principio, el Capricho de Cotrina fue para los hijos de Francisco una gran ilusión, pero a medida que fueron creciendo se dieron cuenta de que se trataba de una auténtica obra de arte ya que «pese a no tener estudios, mi padre era capaz de construir todo lo que se proponía gracias a su increíble imaginación y a su don», explica González, y razón no le falta.


Imagen de la corona de una de las torres


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El reconocimiento de esta obra no solo ha llegado desde diferentes puntos del país, como el Colegio de Arquitectos de Cáceres o el Laboratorio de Técnicas y Materiales Pictóricos y Escultóricos de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona, sino también desde el otro lado del charco. Jo Farb Hernández, profesora de la Escuela de Arte y diseño de la Universidad Estatal de San José, en California, y su marido Sam Herández, profesor de Escultura en la Universidad de Santa Clara, quedaron tan fascinados por esta obra de arquitectura moderna que decidieron publicitarla en diferentes centros artísticos y culturales de Estados Unidos.

Este castillo es una obra viva que sigue creciendo y mejorando gracias al empeño de Roberto, quien trabajó desde los 14 años con su padre, y de su hermana Pilar que se encarga, entre otras cosas, de diseñar y plasmar en papel las diferentes ampliaciones. El deseo de su autor era que todo aquel que quisiera pudiera visitar el capricho durante ciertas horas del día, mientras que el resto del tiempo debería funcionar como un hogar para sus hijos y así es hoy día gracias a ellos, ya que el edificio es, por un lado, un museo en memoria de Francisco, quien falleció en 2016, con el que sus descendientes quieren conseguir el reconocimiento de este gran hombre como artista autodidacta y, por el otro, una casa de campo en la que se reúne la familia.


Imagen del Capricho de Cotrina de noche


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A lo largo de los años muchos han sido los visitantes, procedentes de todas las partes del mundo, que se han acercado a descubrir esta obra quedando fascinados por sus formas y acabados. El horario de visitas es: sábados de 17 a 19 horas y domingos y festivos de 11 a 14 y de 17 a 19 horas durante los meses de frío y sábados de 18 a 21 horas y domingos y festivos de 11 a 14 horas y de 18 a 21 horas durante el verano. El precio de la entrada es la voluntad y el dinero que se recauda está destinado al cuidado de la propiedad.

Además de esta monumental obra, Francisco realizó junto a su hijo dos pequeñas fuentes diseñadas a su libre imaginación que donó al pueblo de los Santos de Maimona, una dedicada a los donantes de sangre y otra al jornalero. También hizo esculturas de una virgen y un cristo que estuvieron expuestas en la panadería de su pueblo, una de la cara de su hijo Ángel en una piedra de mármol con racimos de uvas y una mesa con el signo del zodiaco Sagitario que se puede ver en El capricho.



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