Se esperaba una superioridad absoluta del Barça. El guion previsto, teniendo en cuenta los antecedentes, no podía ser otro que el de un dominio insultante del conjunto culé. En Zaragoza, sin embargo, este no solo se impuso, sino que mandó de una manera abrumadora. Fue una apisonadora ante una Real Sociedad (8-0) que tembló como un flan ante el todopoderoso Barça. Una imagen soberbia, un fútbol demoledor, para colgar las tiras azulgranas por décima vez a la Copa de la Reina.
El Barça bailó sobre el césped. Fue uno de esos bailes que se disfrutan lento, donde la música no solo guía, sino que acompaña y acompasa los pasos. Donde los movimientos emanan de las notas. La música la puso el balón. En ocasiones con pases largos, que estiraban el tempo y daban aire, mientras que había otros aceleran los segundos. Cortos, picados, verticales y rápidos a más no poder. Que no te permitían alejar la vista del verde, que se unían en una sinfonía goleadora que dejó sorda a la Real Sociedad.
Ni cinco minutos tardó el Barça en noquear al conjunto txuri urdin. Ona Batlle se coló en el área para servir un pase vertical al centro del rectángulo. Vanegas interceptó el balón en el punto de penalti, pero no consiguió rechazarlo con eficiencia y se lo devolvió a la lateral catalana. La de Vilassar de Mar se lo encontró y, con solvencia, lo reventó. El primero fue el que abrió el baile, que no cesó hasta que la colegiada señaló el final del encuentro.
El trabajo del Barça fue coral en un partido donde el desborde fue absoluto en cada acción. Por las bandas, el conjunto dirigido por Jonatan Giráldez aprovechó su superioridad física y encontró con facilidad a Salma Paralluelo, que jugaba en casa. La maña levitó dentro del área. Como si a cámara lenta se escabullera entre las defensas para alzarse en medio del rectángulo pequeño para rematar un balón que le sirvió Mariona en el momento justo.
Y llegó la que lleva la batuta. Caroline Graham Hansen no solo es una futbolista mágica a nivel individual. Cuando ella está sobre el césped, el equipo al completo es mejor. La noruega ve el futbol a otro ritmo, contemporiza sus pasos a otra velocidad. Lo hace como si no se tratará de una obra de arte cada vez que toca el balón. Graham Hansen sumó el tercero y el cuarto ante la desesperación del conjunto vasco. En su primera diana aprovechó un mal rechace de Lete ante un latigazo protestón de Salma Paralluelo para recoger el balón dentro del área pequeña y estamparla contra el techo de la portería. El póquer fue con un destello. Con un toque suave, cruzado, de esos que sabes que van a entrar nada más se despega de la bota. La noruega la puso con la melodía perfecta.
Sandra Paños fue una espectadora más del concierto que dio el Barça. La guardameta se puso bajo palos en el que será su último partido con el Barça. Desde lejos vio como su equipo ha hecho historia. No solo en la final de la Copa de la Reina, no solo esta temporada. Si no desde que se puso los guantes por primera vez para defender la portería del equipo azulgrana hace 9 temporadas. Ha sido testigo de grandes goleadas, de algunas derrotas traumáticas, pero sobre todo de una época incomparable de la que ha sido protagonista. Siempre con esa mirada pausada, lejos del foco y con la cabeza fría. Las porteras están hechas de otra pasta. Y Paños es oro para un Barça que le debe también parte de su reinado. En una goleada, lo último que se mira es la portera del equipo campeón. Pero este Barça no se entendería sin Sandra Paños.
De la misma manera, este Barça tampoco sería el mismo sin su hambre de ganar. Ese que parece que no termina nunca, que no atiende a razones o a conjeturas. Que le da igual que haya una final de la Champions en una semana. Porque de levantar el pie del acelerador, este Barça campeón no sabe ni quiere. Ona Batlle volvió a adueñarse del esférico para poner el quinto gracias a un pase profundo de Mariona. La balear fue incontenible para la defensa txuri urdin, que vio cómo una y otra vez se deshacía de su defensa para asistir a cualquier jugadora culé que merodeaba por el área. Para el sexto, sin embargo, fue ella la que superó a Lete tras un pase esquivo que se inventó Salma Paralluelo desde el lateral del área. Le sirvió el séptimo a Claudia Pinta y remató ella misma el octavo. Una nueva exhibición con la que puede estar despidiéndose del conjunto azulgrana.
El Barça se mereció su corona a pulso. La luchó, la defendió y la alzó hasta el cielo de Zaragoza. Ahora toca mirar hacia Bilbao, casi sin tiempo para celebrar. Los éxitos se le amontonan a un Barça que parece no tener rival. El próximo sábado llega la hora de la verdad. De volver a ser superiores, de poner música con un fútbol brillante. De coronarse como las reinas de todo un continente. De momento, la primera corona ya la tienen.