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El Atlético no deja de creer y Oblak se quita los complejos como héroe de los penaltis

Fe y razón. A partes iguales. Eran las dos virtudes que el Atlético tenía que exponer ante el Inter para terminar con su racionalismo. El convencimiento ciego en que el Inter, uno de los mejores equipos de Europa, era solo una estadística a la que se podía combatir con el surrealismo mágico. El de un conjunto vulnerable atrás, ciego como visitante, aunque un ejemplo ante los suyos. Donde todo lo demás no importa. Al Atlético le sobró fe y Oblak se llenó de razón. Ese al que le habían colgado la etiqueta de las tandas no eran lo suyo. De que la vida le pasaba por delante cuando tenía en su mano ser el pasaporte hacia los sueños. El esloveno, con dos paradas magistrales, fue la llave de la clasificación.



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